Del ronquío al seseo: las peculiaridades lingüísticas que reúne la provincia de Jaén

SOCIEDAD

La fuerte pronunciación de la jota y la abertura vocálica son dos de los signos de identidad más reconocibles entre los jiennenses, aunque localidades como Torredelcampo constituyen auténticas islas con un habla diferente

Quince palabras que solo en Jaén tienen un significado propio y son de uso común

Expresiones típicas jiennenses en una conversación por la calle Bernabé Soriano. / A.C.B.

Entre el jardín de casas encaladas que es esta vieja Andalucía se superponen los cimientos de una personalidad tan arrolladora que resulta amenazante para el orden exquisito de quienes ven en esta tierra un caos indómito. Miren que hasta en el terreno lingüístico han querido señalar ciertos individuos una irrefrenable manera de distinguirnos con la etiqueta de “catetos”. Si ya lo decía la gran Lola Flores: “manosea tus raíces, que de ahí siempre salen cosas buenas”. Aunque con ciertos matices, pues puede que abusemos de la Inteligencia Artificial poniendo estas palabras en boca de La Faraona, pero no cabe duda de que habría sentenciado algo parecido en 2024.

Si algo caracteriza a un andaluz frente al resto de España, desdibujando los manidos estereotipos que han definido a sus habitantes, es su manera de hablar: culta y frágil a la vez, con un ahorro expresivo que los más estudiosos encorsetan en una “economía del lenguaje”. Será que esta tierra callada ahorra hasta la última palabra si con ello consigue entenderse de forma más sencilla y directa. Fíjense que hasta parece pura poesía que aun disponiendo de un léxico casi exclusivo, un jiennense y un gaditano podrían entenderse perfectamente en un contexto más o menos cercano. Lejos de la economía, el vocabulario andaluz plantea una riqueza sin parangón.

“Podemos decir que hay muchas Andalucías, tanto fonética como sintáctica y léxicamente", expone Maribel Sancho. Esta licenciada en Filología Románica y profesora jubilada de la Universidad de Jaén prefiere utilizar otra acepción a la hora de estudiar las modalidades lingüísticas existentes en la comunidad andaluza. Para ella, el acento es "un término un tanto ambiguo que se utiliza para definir la pronunciación, la entonación, el tipo de léxico o las construcciones sintácticas de un determinado lugar”. A este misma afirmación se suma el profesor de Filología Hispánica Narciso Contreras: "La denominación más apropiada en este caso sería hablas andaluzas".

Taza tematizada con una de las expresiones típicas jiennenses ante el mar de olivos. / Artelgato

Probablemente si hoy escuchásemos la viva voz de nuestros máximos exponentes del pasado descubriríamos más de un rasgo en común. No obstante, Contreras apunta al hecho de que cada zona de Andalucía, desde la parte occidental a la más oriental, presenta unas características determinadas: "Uno de los hechos más interesantes es que no hay ni un salo rasgo común a todos los andaluces". Es evidente que no se expresan de la misma manera un pescador del puerto de Málaga que un agricultor de la sierra de Segura, pero lejos de lo que pueda parecer, "ninguno de los rasgos de cada provincia es exclusivo de ella, pues siempre lo comparte con otros lugares".

Del habla andaluza se podrían escribir tantos estudios monográficos que necesitaríamos más de un tratado dedicado a cada una de las ocho provincias. Sin embargo, de toda esa amalgama de rasgos identitarios que nos diferencian de nuestros hermanos a la hora de expresarnos, en la geografía jiennense existe más de una peculiaridad. “Si un extranjero viene a Andalucía con su español recién aprendido en Oxford o en la Sorbona, rápidamente advierte esta variedad del castellano que se habla en Jaén”, señala Sancho. Porque sí, en este mar de olivos también se habla diferente.

Con jota de Jaén

Los jiennenses saben bien que en su vocabulario hay una distinción clara para la pronunciación de la jota. En un dictado que empiece con la palabra juego y prosiga en jacinto, jofaina, jirafa y jengibre, no hay tiempo para el respiro y este lector a buen seguro que si es de Jaén habrá arrastrado una ronquera en su lectura. Lo cierto es que este detalle es una de las muchas peculiaridades que presenta esta tierra: la del ronquío. Sin embargo, tal y como advierte Contreras, aunque este y otros rasgos se dan notablemente en Jaén, "no son uniformes en toda la provincia”.

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A pesar de que nos encontremos en medio de una zona más propensa a la aspiración de la décima letra del abecedario, en gran parte del territorio jiennense no se da esta situación. Maribel Sancho explica que esta jota aspirada se remonta al siglo XVI, el momento del llamado reajuste de las sibilantes que marca el paso del sistema medieval al moderno. Pero en Jaén la articulamos de manera mucho más próxima al castellano: “Lo normal es pronunciarla con el final de la lengua próximo al velo del paladar”. Pero déjeme decirle, querido lector, mientras modula su boca, que “quizá aquí la exageremos un poco”.

Existen diversas teorías sobre la correlación histórica en la que el llamado ronquío se asocia con el norte de Andalucía. El profesor de Lengua Española y catedrático de la UJA, Ignacio Ahumada, habla de este tema en algunos de sus trabajos asociando este sonido a la exclamación popular que tenían por costumbre realizar algunas personas ante la evidencia de algo. Otros estudiosos, por el contrario, explican este fenómeno en individuos “menos cultos” que al comenzar a hablar efectúan una especie de ronquido. De nuevo el lastre del analfabetismo parece dispuesto a acomplejarnos después de todo.

La boca, bien abierta

“Para mí la variedad que más diferencia a Jaén con respecto a otras provincias es la abertura vocálica”, apunta Sancho en su análisis. Apenas tarda dos segundos en ejemplificar esta paradoja con un caso frecuente en gran parte de Andalucía oriental. A la hora de expresar oralmente palabras en plural, veremos cómo esas últimas vocales se abren y se adelantan con decisión sobre la ese que otros se afanan en pronunciar: el niñǫ/lǫ niñǫ.

Este rasgo tan particular, al igual que el de la jota, puede llegar a variar considerablemente desde el punto de vista de Narciso Contreras en función de la zona donde nos encontremos. "A veces se da en unos grupos sociales y no en otros”, expresa el filólogo. Veamos un caso práctico en un agricultor que en días de lluvia clama impertinente: “¡agua pa’ mį olivǫ!” Es probable que escrito sobre estas líneas pudiera parecer que hablase de un solo árbol, pero en la extensión de esas vocales distinguiríamos una notable cantidad indefinida. O más de una cuerda, que dirían otros.

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Esta cuestión se repite en otras muchas consonantes, tal y como expone Sancho. En el caso de la erre en posición final de sílaba o palabra, sin ir más lejos, en cualquier verbo en infinitivo su última vocal se abre y acaba desplazando a esta última letra: trabają (de trabajar), comę (de comer) o pedį (de pedir). Habrá quien piense que esto es un elemento propio del andaluz en términos generales, pero también cabe apreciar que la fonética de estas vocales entre los labios de los jiennenses guarda una sonoridad peculiar y muy característica.

Un seseo importado en el pasado

Una de las cuestiones más recurrentes a la hora de establecer una diferenciación simple entre la variedad de acentos es el seseo y el ceceo. Reducir una variedad lingüística a esta determinada apreciación simplifica en demasía el caso del habla andaluza, como apuntan numerosos expertos. “Es evidente que el seseo caracteriza al andaluz de determinadas zonas, pero también está muy extendido en Canarias, en prácticamente toda Hispanoamérica e, incluso, en zonas vascas y gallegas concretas”, subraya Sancho.

Sobre su posible origen no hay una evidencia clara, ni siquiera un acuerdo entre los estudiosos de este fenómeno. Para muchos de ellos se produce en un reajuste del español medieval hacia el castellano que hoy conocemos. “Hay una serie de sonidos que en castellano evolucionan a s y z claramente, pero en Andalucía lo hacen de forma muy distinta y caminan por su cuenta”, resuelve. Así, en ese interés por situar históricamente esta fase de transición, autores solventes como Juan Antonio Frago Gracia marcan el siglo XIII, aunque otros investigadores lo sitúan más tardío.

Para explicar este tipo de fenómenos, Contreras recomienda reparar en el desarrollo social y geográfico de la zona, "ahondar en la historia”. Si atendemos a esta centuria de reconquista, por tanto, Maribel Sancho plantea cómo esa evolución del español medieval ocurre a la par que la reordenación del territorio cristiano. “Con el reinado de Fernando III, y tras la conquista, a Sevilla acude gente de Castilla y León principalmente, mientras que en Jaén, al comenzar antes la reconquista, lo hace gente más próxima a Aragón”.

Conquista de Andalucía entre los siglos XIII y XIV. / Tus Apellidos

En realidad, esta teoría se fundamenta en razones sencillamente geográficas: la extensión de la comunidad andaluza y sus accesos desde Despeñaperros o Extremadura establece el propio hecho de que el castellano llegase con unas características distintas entre su parte oriental y su zona más occidental. Pero, si atendemos a esta distribución más o menos equitativa, ¿cómo es que existen puntos localizados de la provincia de Jaén donde se sesea casi de forma exclusiva?

“A través del valle del Guadalquivir, el seseo alcanza Córdoba y llega hasta Jaén, siguiendo el curso del río: Andújar, Marmolejo, Baeza, Bailén e incluso Cazorla”, expone. Sin embargo, si alguien se lo está preguntando ya: efectivamente, existen pequeñas islas en medio del olivar donde este fenómeno está profundamente arraigado desde bien antiguo. Es el caso de Torredelcampo, que, a pesar de encontrarse a apenas 10 kilómetros de la capital, mantiene una pronunciación de la ese un tanto particular.

Una isla no muy remota

Frente a la ese claramente castellana, en Andalucía pueden distinguirse diferentes pronunciaciones entre la forma cordobesa y otra más extendida entre las poblaciones de Sevilla y Cádiz. Lo realmente curioso en este argumento es el hecho de que “la torrecampeña esté más próxima a la ese cordobesa e, incluso, a la sevillana”. Hasta ahora, ningún especialista, ha sabido explicar a ciencia cierta la razón de este islote tan localizado, un ejemplo que ocurre de manera similar en Santiago de Calatrava.

El catedrático de historia medieval de la Universidad de Jaén, Juan Carlos Castillo, ofrece como solución la posible aparición de repobladores con un seseo incipiente capaz de evolucionar hasta el presente. “Cuando hablamos del seseo o ceceo particular de algunas zonas tenemos que acudir a las repoblaciones”, comenta Narciso Contreras. Este filólogo, incluso, valora la posibilidad de que diversas colonias de Sevilla o Córdoba acabasen trasladando estas características de su habla a través del valle del Guadalquivir. O igual quién sabe si en esa fama de buscavidas y comerciantes los primeros torrecampeños terminasen importando consigo este patrimonio singular.

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José Alcántara, embajador local y autor de 'El habla de Torredelcampo'

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Ante esta reflexión, Castillo resuelve la incógnita con posibles repobladores que transmitieron este deje capaz de evolucionar hasta lo que hoy conocemos. Lo que sí es obligado para cualquiera que se precie, según insisten muchos filólogos, es saber reconocer un vulgarismo en hablantes con un nivel cultural bajo frente a la pronunciación generalizada de ciertas expresiones en ese lugar. Y cerrando el capítulo del seseo, conviene resaltar que, al contrario de lo que cabría esperar, no existen demasiados casos de ceceo alrededor de nuestra provincia.

Léxico variado y ceceo

Al margen de esa economía lingüística con la que un andaluz es capaz de negar tres veces, como el apóstol Pedro, hay quien promueve que estas cualidades no sean dignas de elogio alguno. Noniná. Los más de 90 municipios que conforman la provincia de Jaén pueden presumir, de hecho, de un léxico prácticamente insólito. En la capital jiennense existen expresiones tan arraigadas que solo las leyendas urbanas se atreven a explicar su origen. En la imagen de cabecera de este mismo reportaje pueden admirarse tan solo algunas de ellas.

Para ello, el grupo de investigación Seminario de Lexicografía Hispánica de la Universidad de Jaén ha desarrollado en los últimos 25 años diversos proyectos con el objetivo de realizar una aproximación a las hablas andaluzas desde la particularidad dialectal de Jaén. Su objetivo primordial no es otro que "comprender y explicar su identidad, tanto lingüística como sociocultural", en una investigación a fondo que ya ha arrojado publicaciones tan interesantes como 'Ambiente gastronómico y léxico culinario en la prensa giennense del siglo XIX'.

Dentro de este marco investigativo, el SLH desarrolla en estos momentos su proyecto 'Fontes Rerum Giennensium. Historia y documentación giennense para el andalucismo léxico', consistente en la revisión documental histórica de la provincia de Jaén con el fin de compilar un corpus referencial para el análisis del andalucismo léxico, en general, y para el vocabulario diferencial del territorio jiennense, en particular. Y al hilo de estos estudios, es necesario también destacar la labor llevada a cabo por las profesoras Águeda Moreno y Marta Torres en la redacción del 'Corpus Histórico del Santo Reino', un proyecto que recoge documentos en el marco histórico de este antiguo reino en la Corona de Castilla.

Atlas lingüístico y etnográfica de Andalucía realizado a mediados del siglo pasado. / Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Más allá de la riqueza léxica, existen múltiples rasgos identitarios que podríamos encontrar en cada uno de los municipios jiennenses. La entonación de las propias palabras puede llegar a circunscribir la población de un lugar, como ocurre con el habla más acelerada y "cantarina" de Torredonjimeno o Jamilena, por ejemplo. Por otro lado, aunque de una forma mucho más reducida, es posible localizar la presencia de ceceo en la provincia de Jaén, "mucho más tabuizado a día de hoy”, como apunta Sancho. En Castillo de Locubín o Pegalajar se da el caso paradigmático de este fenómeno junto con la aspiración de la jota, algo más propio de la geografía sevillana.

El lingüista y gran investigador de este campo Ignacio Ahumada apuntaba a una cierta nivelación en estas particularidades del habla como consecuencia de la continua globalización. En la pequeña localidad de Mengíbar, donde aún quedan igualmente algunos resquicios del ceceo, se observa esta singularidad en el legado literario que mantienen obras como 'Tírale que ze ríe', cuya autora (Maribel García) recupera una leyenda local transmitida de generación en generación.

Un atlas y 500.000 audios

La riqueza lingüística de la comunidad andaluza ha sembrado el interés en Alfredo Herrero de Haro por conocer y estudiar a fondo la diversidad en el habla de esta tierra. Así, este doctor por la UNED ha querido ir más allá a la hora de componer un atlas con el que valorar las diferentes versiones del andaluz que se extienden sobre el mapa de las ocho provincias. “La Universidad de Granada ya publicó en 1973 un atlas en el que tardaron cerca de 20 años en hacer la parte fonética”, explica.

Teniendo en cuenta la época en la que se realizó este trabajo de campo, es indudable que para ello necesitaron un buen oído en el que apreciar cada uno de los matices. “Generalmente utilizaban una metodología simple: llegaban a cada pueblo, pasaban un par de días allí y tomaban nota con símbolos fonéticos”. La concordancia de aquellos datos desactualizados con la situación actual hizo que este apasionado de las letras decidiese iniciar una nueva investigación a fondo.

Distribución de los acentos sobre el mapa de la comunidad andaluza. / A. Herrero de Haro

Para este proceso ha requerido de unas primeras encuestas online en las que los propios usuarios podían participar para, posteriormente, completar la muestra con un sinfín de grabaciones. Precisamente esta fase ha logrado recopilar en los últimos meses cerca de 500.000 mensajes de voz en hasta 521 puntos geográficos diferentes, lo que supone alrededor de 400 municipios repartidos por toda la comunidad.

La provincia de Jaén, como no podía ser de otro modo, también está presente en su estudio gracias a la participación de pueblos como Noalejo o Pozo Alcón, entre otros. En concreto, 56 puntos distintos completan el mapa jiennense, 49 municipios si se tiene en cuenta que muchos de ellos responden a los códigos postales de la capital. “Ya de antemano se observa una gran diferencia con respecto al atlas anterior, que se centraba tan solo en 31 localidades”.

La intención es analizar este compendio de información recogida a partir de noviembre, cuyos resultados pretende que vean la luz en 2026. Herrero de Haro adelanta que muchas de las características que distinguen a nuestra provincia apenas han variado en el tiempo: es el caso de la abertura vocálica o la distinción entre s y z. “El llamado ronquío de Jaén que alude a la pronunciación más retardada de la jota es quizá una de las cosas más singulares para los lingüistas”, expresa.

Y por si fuera poco, al hilo de todos los detalles expuestos en este reportaje, este filólogo almeriense añade un aspecto al que no muchos parecen prestar atención. “La i griega es también muy curiosa en términos concretos como Villacarrillo, más profunda y sin llegar a parecerse a la argentina”. Seguro que algún lector ha entonado cierto zumbido al pararse en esta línea.

Andaluz desde tiempos pretéritos

Llegados a este punto, es casi obligado preguntarse desde cuándo existe el dialecto andaluz como tal. En realidad, es bastante complicado seguir la pista a las variedades lingüísticas del castellano, cuyas claves se pierden a menudo en el tiempo debido a la nula existencia de documentación. Sin embargo, conviene tener en cuenta que existen algunos registros en la prensa y la literatura, lo que ya advierte de una notable importancia.

La filóloga y catedrática de la Universidad de Sevilla Lola Pons apunta a un movimiento regionalista desarrollado en pleno siglo XIX, cuyos textos se expresan en lo que hoy tildaríamos de andaluz. “Desean reflejar en la escritura la realidad fonética andaluza, con intenciones y resultados disímiles”. Su estudio publicado en el año 2000 en la revista internacional 'Philologia Hispalensis' enumeraba entonces tres periódicos: 'El Tío Tremenda' (1814,1823), 'El Anti-Tremenda' (1820) y 'El Tío Clarín' (1864-1871).

Otros muchos autores suelen coincidir en que no es la 'Colección de cantes flamencos' de Antonio Machado y Álvarez (conocido también por su seudónimo Demófilo), cuando existe una decidida representación gráfica de la modalidad lingüística propiamente andaluza. En el caso de esta prensa de época señalada, “justificaron esa elección lingüística y asumieron las repercusiones que suponía: acercamiento didáctico al pueblo en el caso del Tremenda; para el AntiTremenda, escarmiento y ejemplo de cómo no se debía hablar y, para El Tío Clarín, una oportunidad más de diversión no exenta de censura”.

Si las cosas tienen realmente la importancia que uno quiera darles, fíjense que hasta en la BBC hacen hueco a nuestra forma de hablar. Otro motivo más para presumir de tierra es este patrimonio singular: en Jaén se hace con talento, pero sin sonar pejiguera. Ea.

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