El refugio de San Miguel: una puerta al mundo subterráneo de Jaén

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Son muchos los atractivos que se esconden bajo las calles del casco histórico de la ciudad

El Ayuntamiento proyecta una primera intervención en el refugio de San Miguel

Así es por dentro del refugio de San Miguel en Jaén

El refugio de San Miguel: una puerta al Jaén subterráneo.

Jaén/Toledo, Nápoles, Roma, Berlín… Son ciudades con unos atractivos turísticos despampanantes y que además tienen una cosa en común: aquello que visitar no se encuentra únicamente a simple vista. Estas urbes son sólo algunos ejemplos de destinos que tienen en su cartera un interesantísimo mundo subterráneo, de un modo u otro, abierto para que sus visitantes puedan explorarlo. Una posibilidad que ahora también se abre ante los ojos de Jaén.

La capital ya tiene visitables (a través de empresas especializadas) algunos espacios aislados como la cripta de San Ildefonso o el refugio antiaéreo de la plaza de Santiago, pero es mucho más lo que se esconde bajo su subsuelo. La última prueba se puso sobre la mesa el pasado 3 de septiembre, cuando el equipo de arqueólogos que trabaja en las obras de adecuación de las calles del entorno de San Miguel encontró al fin la boca de acceso a un refugio antiaéreo que va a dar mucho de lo que hablar durante los próximos meses

La primera persona que entró en él, tras décadas enterrado, fue Antonia González, la arqueóloga directora del proyecto. Lo hizo junto a los técnicos Juan Nicás y Joaquín González. “Entrar ahí fue una sensación maravillosa, casi como dar a luz a mi primer hijo”, cuenta para Jaén Hoy y entre carcajadas una arqueóloga jiennense que no podría ni aunque quisiera ocultar su contagiosa pasión por su trabajo.

Lo que se conocía de él

Es ella quien desvela que el descubrimiento no fue del todo una sorpresa, pues sabían que se encontraba allí. “Antes de la excavación hicimos un proceso de investigación para saber lo que podría haber en el subsuelo de la zona y encontramos una foto antigua en la que se veía la boca del refugio. También hay un plano de Antonio Revenga y documentación de Defensa Pasiva de la Guerra Civil”, aclara Antonia González.

Sobre sus galerías, en la misma cuesta de San Miguel, detalla que estas galerías cuentan con una profundidad de entre tres y seis metros y que, aunque en la documentación se habla de que podía albergar a unas 200 personas están seguros de que eran “muchas más”. Dentro encontraron tapones de botellas de vino o botes pequeños de champú entre otros utensilios de la época de la Guerra Civil. El lugar estuvo abierto años después del fin de la Guerra Civil, al igual que otros por si España entraba en la II Guerra Mundial e incluso los niños del barrio jugaron en él con posterioridad. La reflexión que hace la arqueóloga directora de las obras en estas calles es cuanto menos interesante.

Antonia González explica dónde se encontraba unas de las entradas. / J. M.

“Es curioso porque la sensación que tengo es que no era una zona en la que hubiera miedo. Entraban con miedo pero eran también momentos en los que los vecinos hablaban y se conocían más. Se llevaban su vino y compartían. Los refugios deben verse también como un elemento participativo de Jaén. Era algo nuestro y que tiene que ser de nuevo nuestro. Hay que entenderlo como un elemento de participación ciudadana”, defiende una arqueóloga a la que no le faltan argumentos.

Lo pagaron los jiennenses

De hecho, en su libro ‘Patrimonio bélico de la Guerra Civil en Jaén. Educación democrática y turismo con memoria’, Santiago Jaén Milla detalla que la Junta Provincial de la Defensa Especial contra Aeronaves (DECA) ordenó que “los dueños de cafés, bares y tabernas, por ejemplo, contribuyeran con 20 céntimos por litro de cerveza Alcázar” a la construcción de los refugios. También “establecimientos de tejidos, bisuterías, zapaterías o pastelerías” tuvieron que arrimar el hombro con el “0,5 por ciento del total de sus ventas”. Se demuestra así que los refugios antiaéreos de Jaén fueron hechos por jiennenses y para los jiennenses. Y no fueron pocos.

Solamente en la capital, hay documentados al menos 35 refugios públicos, de los cuáles solo hay abiertos hoy en día dos: el del albergue juvenil, que cuenta con quirófano y conserva los azulejos originales, y el ubicado en la plaza de Santiago. Privados se conoce la ubicación y la propiedad de al menos 111.

Puerta al mundo subterráneo

Pero volviendo al de San Miguel, se puede asegurar que es mucho más que una mera estructura defensiva. Aprovecha una antigua canalización de agua que se data al menos de época islámica y que puede tener un valor documental muy importante para la ciudad. “Desde el primer momento supimos que no se trataba únicamente de un refugio antiaéreo. La parte correspondiente a la Guerra Civil era evidente. Se veían muy bien los ladrillos, las vigas de hierro o los respiraderos. Se ve perfectamente donde se separa la parte moderna de la antigua porque no hay marcas de agua y la roca tiene otro tipo de textura. Hay partes de la antigua canalización islámica, donde el agua había debilitado las paredes, que están reforzadas”, desgrana Antonia González.

En esta estructura se han encontrado diversos pozos “que servían para su mantenimiento” y algunos de ellos aportan información muy interesante. “Hay uno junto a la Casa de la Virgen que tiene varias conexiones. Además hay datos bibliográficos que hablan de canalizaciones que unen esas con las calles Lavanderas y Fernando IV. Estamos hablando de que estaría todo el barrio conectado”, afirma.

Mapa de las galerías del refugio de San Miguel.

“Hay documentada una canalización que va desde el raudal de la Magdalena hasta los Baños Árabes, pasando por la puerta del Archivo Histórico. Esa canalización es califal, de aproximadamente el siglo IX”, apunta además su compañero Juan Nicás, quien tiene el convencimiento de que ambas galerías están conectadas. Ambos arqueólogos comparten la idea de lo que debería significar el mundo subterráneo del casco histórico para la ciudad de Jaén.

Un atractivo visitable a medio plazo

Saben que queda mucho trabajo por hacer pero confían plenamente en que es posible unir las galerías que hay bajo el suelo del barrio de San Miguel y que es posible abrirlas de algún modo al público. “Es una manzana patrimonial que añadiría mucho valor a la ciudad, que haría que los turistas pasen más tiempo en Jaén”, defiende Nicás, quien lanza de la idea de que la propia iglesia de San Miguel se acondicione como museo o sala de exposiciones y que se dé algún uso administrativo a este respecto a la Casa de la Virgen.

Antonia González tiene claros los que, a su juicio, deben ser los pasos a seguir: “Abrirlo entero sería una obra faraónica porque para hacer las cosas bien habría que hacerlo poco a poco, por fases. El primer paso sería abrir una pequeña parte en la que se permita explicar lo que eran el refugio y la canalización islámica”. Y desde el Ayuntamiento se tiene esta misma perspectiva.

La concejala de Cultura, María Espejo, afirma que su intención es acercarse “lo máximo posible a conseguir eso para Jaén”, en referencia ofrecer los espacios subterráneos como un destino turístico. “Veremos hasta dónde podemos llegar pero lo vamos intentar. Ahora mismo es una curiosidad de la ciudad pero en un futuro que espero no sea muy lejano será un atractivo de la ciudad”, declara Espejo. No son sólo palabras, ya se están dando los primeros pasos para que Jaén ponga en valor su mundo subterráneo.

El trazado urbano de época romana

De momento es sólo una hipótesis, pero si se hallan pruebas de que los romanos ya usaban estas canalizaciones que actualmente están datadas de época islámica, se podría saber el trazado de las calles de la Jaén romana. Lo explica Juan Nicás, que reitera que es sólo una conjetura. Pero una que está basada en el hecho de que hace apenas unos meses ya aparecieron restos romanos en la antigua iglesia de San Miguel y que hay numerosas referencias y pruebas que demuestran que en esta zona hubo una urbe romana de consideración. “Por la forma en la que los romanos hacían sus calles, que era siempre igual, si estas eran sus canalizaciones podríamos saber por dónde transcurrían sus calles”, explica este arqueólogo jiennense.

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