El rebelde escultor de Jaén, que no de Sevilla, cumbre de la escultura española del siglo XVII

CULTURA

El arte detenido: Montañés y Gregorio Fernández se miden en la catedral de Valladolid

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Exposición 'El arte detenido: Montañés y Gregorio Fernández se miden en la catedral de Valladolid' / EFE/R. García
Roberto Jiménez/EFE

13 de noviembre 2024 - 10:08

Jaén/El arte suspendido en el tiempo y un atisbo de rebeldía artística comparten las dos cumbres de la imaginería barroca en España durante el sigo XVII: el jiennense Juan Martínez Montañés como representante de la Escuela de Sevilla, y Gregorio Fernández, de la Castellano

Con sus semejanzas y disimilitudes, ambos comparecen en un 'mano a mano' que deberán enjuiciar los centenares de visitantes que se esperan en la catedral de Valladolid, lugar de encuentro de estos dos genios del arte español dentro de la exposición, inaugurada este jueves, con el lema de "El arte nuevo de hacer imágenes".

Reúne un centenar de piezas entre tallas, pinturas, dibujos y manuscritos como varios contratos de aprendizaje donde maestro y aprendices se obligaban, con minuciosas cláusulas de confidencialidad, dentro del arte de las imaginería o de devoción al servicio de cofradías, conventos, iglesias y personas principales.

'El arte detenido: Montañés y Gregorio Fernández se miden en la catedral de Valladolid'. / EFE/R. García

El arte nuevo 

Son rebeldes porque pusieron su genialidad al servicio de un arte religioso nuevo, muy diferente al manierismo procedente de Italia y desde el que evolucionaron hacia el naturalismo, eso sí por distintos caminos: hacia la expresividad y patetismo el afincado en Valladolid, y rumbo a una profundidad más sobria el nacido en Alcalá la Real.

"Son las dos grandes cumbres de la escultura española del siglo XVII. En un mundo tan líquido como el actual, ellos trabajaron en el entorno de una sociedad absolutamente persuadida de que va a encontrar una contraprestación en el más allá" a través de una religiosidad trentina que ellos contribuyeron a impulsar, ha explicado el catedrático Jesús Palomero (Universidad de Sevilla).

El tipo de rostro que tallaron los dos en sus esculturas de devoción "rige en la actualidad como modelo de divinidad", ha añadido este especialista, comisario junto al doctor e historiador René Payo (Universidad de Valladolid) de esta exposición que, con el sello de la Fundación Las Edades del Hombre, abrirá hasta marzo próximo.

El alcalde de Alcalá la Real, en la inauguración, de 'El arte detenido: Montañés y Gregorio Fernández se miden en la catedral de Valladolid'. / EFE/R. García

El tiempo detenido 

Crucificados, azotados, atados, santos, vírgenes, yacentes y discípulos interpelan al visitante desde gestos, actitudes y semblantes congelados, como si una cámara hubiera detenido la acción en ese momento: es el tiempo suspendido, como el toreo de Cagancho que comparó con "Una talla de Montañés" el periodista, ensayista y crítico Gregorio Corrochano (1882-1961) en una de sus crónicas.

Gregorio Fernández (1576-1636) y Juan Martínez Montañés (1568-1649) acuñaron con su gubia "el nuevo rostro de Dios, el que bajo una apariencia natural esconde una idealización: el mundo del bien", ha añadido Palomero durante una visita guiada y previa a la inauguración por parte del arzobispo de Valladolid, Luis J. Argüello.

El secreto de ese nuevo rostro, de acuerdo con los postulados de la Contrarreforma, radica en la emoción, un sentimiento que atesora el imaginero y que en opinión del comisario le diferencia de la figura del mero escultor.

Compromiso de fe 

¿Cómo lograron desarrollar esa conmoción espiritual? Gracias principalmente a su compromiso de fe porque ambos eran eminentemente religiosos: Fernández rezaba y leía textos piadosos antes de atarse el mandil y el Montañés leía a los místicos españoles con los que se sentía plenamente identificado.

Cuenta el escultor Victorio Macho (1887-1966) en sus memorias que para afrontar el encargo del Cristo de los Corrales de Buelna (Cantabria), se 'encerró' en un monte de su tierra palentina para moldear su espíritu antes de modelar su innovador y rupturista crucificado, sin cruz ni llagas y heridas.

Martínez Montañés y Gregorio Fernández, sobrados de esa predisposición espiritual que entrenaba Macho, coincidieron "en su esfuerzo de hacer de lo sagrado algo real", a pesar de que en vida nunca se cruzaron aunque se tenían noticias de sus respectivas trayectorias, ha resumido por su parte René Payo. 

Esta exposición es un catecismo esculpido, una magistral lección de arte y una escuela de vida si se recorre la azarosa biografía de estos dos genios españoles representados con fondos procedentes de cofradías de Valladolid, del Museo de Bellas Artes de Sevilla, de las catedrales de Cáceres y Granada, del Archivo Histórico de Sevilla y del convento de San Francisco en Cádiz, entre otros prestatarios.

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