Psicofonías en Jaén: la cortijada en ruinas que atrae a amantes del misterio

Misterio

El Castil, en el término municipal de Torredelcampo, se convirtió hace años en lugar de peregrinaje para cazadores de fenómenos extraños, que aseguran escuchar golpes, susurros y pasos entre sus paredes

Construido sobre una antigua fortaleza nazarí, durante siglos sus dueños lo usaron para explotar recursos naturales de la zona, hasta que cayó en el abandono y el olvido hace casi un siglo

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Cortijada de El Castil, en el término municipal de Torredelcampo
Cortijada de El Castil, en el término municipal de Torredelcampo / Veinticuatro de Jahén

A unos 9 kilómetros del núcleo urbano de Torredelcampo pero dentro de su término municipal, aún se mantiene en pie una antigua cortijada, abandonada desde hace casi un siglo, en avanzado estado de ruina y conocido como El Castil. La componen una casa señorial de varias plantas, parte de la cual se erigió sobre las piedras de una fortaleza nazarí del siglo XII -de hecho, todavía existen fragmentos de lienzo de mampostería y restos de una torre de planta cuadrada-, y una decena de cortijos en torno a la primera.

Aunque fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 1985 tras aprobarse la Ley de Patrimonio Histórico Español y forma parte de la Ruta Arqueológica de los Torreones de la Campiña de Jaén, su trascendencia popular ha ganado peso en los últimos años por motivos bien distintos. El Castil es, desde hace tiempo, un lugar frecuentado por grupos de investigación parapsicológica y aficionados, en general, al mundo del misterio, quienes aseguran que se trata de un enclave en el que se producen fenómenos de difícil explicación, cuando menos.

Larga historia desde época íbera

Resulta complicado determinar el origen de esos rumores. Lo que sí se conoce a ciencia cierta es que la historia de El Castil es dilatada. El grupo de investigación Infinity, en un reportaje elaborado en 2018, explica que existen referencias a la zona que datan del siglo I, aunque su pasado poblacional podría remontarse al siglo III o II a. C., dado que se han encontrado restos íberos cerca de la actual cortijada.

En cualquier caso, El Castil no cobró verdadera relevancia histórica hasta el siglo XIII, en la etapa final de la Reconquista. Cuando, en 1246, el rey Fernando III consiguió la rendición del primer rey nazarí de Granada, Alhamar, ambos sellaron el llamado Pacto con Jaén para fijar la frontera entre el reino cristiano y el nazarí. El acuerdo también conllevó que los castillos que habían construido los nazaríes pasaran a manos de la nobleza cristiana para usarlos como puntos de control. Entre estas construcciones se hallaba El Castil, situado, de hecho, en una zona clave para ejercer esa tarea.

El grupo Infinity cita documentos de Pascual Madoz -quien impulsó, en 1855, la mayor desamortización de bienes a la iglesia de la historia de España-, a los que también habría tenido acceso el historiador, investigador y profesor huelmense Tomás Quesada, en los que se detalla que, en 1378, aprovechando que el arroyo Martingordo pasaba por la zona del Castil, sus nobles construyeron un molino hidráulico harinero. También explotaban unas salinas y una yesera en el entorno. El famoso deán Mazas destacó todo ello en un texto del siglo XVIII: “[…] en esta Campiña, que abunda mucho de piedra de yeso, y de bella calidad, especialmente del otro lado del Río, y en el Castil de la Peña, de donde se pueden sacar Sillares de esta piedra, tan fina y tan blanca como el alabastro, y servir de obras de escultura que no esté al agua, como se ve en el Trascoro de la catedral, y mucho más en todo el adorno y galerías del Palacio de Garcíez”.

El Castil pasa a manos de la iglesia

El Castil se mantuvo en poder de la nobleza jiennense hasta 1410, cuando el Cabildo Catedralicio de Jaén, apoyado por Toledo, se lo expropió a su último dueño, Rodrigo Rodríguez de Anaya, por entonces regidor de Jaén. No obstante, a lo largo de los años posteriores se cedió la propiedad a otras manos para que se siguieran extrayendo los recursos de la zona. De hecho, fue pasando de arrendatario en arrendatario y sometido a remodelaciones hasta que, tres siglos después, de acuerdo a la información recabada por los investigadores de Infinity, su superficie ya alcanzaba las 130 fanegas, es decir, unos 850.000 metros cuadrados. Fue a mediados del siglo XIX cuando la cortijada dejó de pertenecer a la iglesia fruto de la antes citada desamortización de Madoz, posterior a la de Mendizábal y la más duradera de la historia española. No en vano, se prolongó hasta primeros del siglo XX.

Poco o nada se sabe de sus últimos propietarios. Es posible que, durante la Guerra Civil, se usara como asentamiento militar. De hecho, cerca aún se conservan unas antiguas trincheras que, a priori, datan de la época del conflicto. Pasado el ecuador de la década de los treinta del siglo pasado, El Castil comenzó una etapa de deterioro progresivo que sigue adelante casi cien años más tarde.

Ruidos, susurros y psicofonías

Los interrogantes sin respuesta en torno a la cortijada se extienden también al momento concreto en el que empezó popularizarse casi como lugar de peregrinaje para cazafantasmas. En los mentideros se habla de que, quien se atreve a entrar en la casa principal o en los cortijos una vez se ha puesto el sol, escucha golpes, susurros imposibles, pasos donde no hay nadie y puertas que se cierran cuando no corre ni gota de aire. Hay personas que aseguran que, nada más llegar allí y bajarse del coche, empiezan a sentir un extraño mareo. Si bien esta última circunstancia podría explicarse por el efecto de las corrientes telúricas de la zona, en las redes sociales, en blogs y en otras plataformas se pueden encontrar, con facilidad, reportajes audiovisuales sobre investigaciones in situ en plena noche destinadas, como mínimo, a comprobar si todo cuanto se cuenta es cierto. En algunos de esos casos, los amantes de lo insólito han conseguido grabar supuestas psicofonías.

Los expertos de la parapsicología suelen indicar que este tipo de fenómenos tienen lugar en espacios que han estado marcados por la tragedia. Quizás un accidente mortal. Quizás un asesinato. Quizás un suicidio. Lo cierto es que no existe ninguna información veraz al respecto. Si alguna vez ocurrió algo traumático en El Castil, sólo quienes vivieron allí en aquel momento lo supieron. Pero sus voces se las llevó un día el tiempo, y no hay losa más pesada que el propio silencio.

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