El primero en dar la vuelta al mundo desde América fue de Jaén, aunque no se lo creyese Lope de Vega
Patrimonio
Pedro Ordóñez de Cevallos fue un sacerdote, cronista y conquistador y no tiene un reconocimiento acorde a su importancia histórica
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Jaén/La historia de la ciudad de Jaén está plagada de nombres de célebres personajes que dejaron su huella siglos atrás. No hay más que echar un vistazo a los nombres de las calles o incluso establecimientos para comprobarlo, pero en ninguno de ellos se encontrará el del jiennense que fue el primero en dar la vuelta al mundo desde América. De hecho, dio vuelta y media en el siglo XVI.
Hablamos del sacerdote Pedro Ordóñez de Cevallos, nacido en Jaén en 1556, que estudió en la escuela que entonces había en la capilla de San Andrés. Se marchó siendo un niño a Sevilla para seguir su formación, pero a los 16 años tuvo un escarceo amoroso indebido con una mujer casada y no le quedó más remedio que embarcarse hacia el nuevo mundo, como alférez real en las galeras de España.
Todo esto, y lo siguiente, se ha podido conocer gracias a su obra ‘Viaje del mundo’ que muestra una faceta como cronista que es la que destaca la persona que más sabe acerca de la figura de este aventurero jiennense: el profesor de Filología Latina de la Universidad de Jaén Raúl Manchón. “El tono épico de su relato jugó en su contra porque hubo quien no se lo creyó. El propio Lope de Vega no le daba crédito, lo tenían de fantasioso”, explica Manchón para Jaén Hoy.
Cuenta que supo de la existencia de este personaje mientras investigaba sobre la transmisión que se hizo en el siglo XVI del descubrimiento de América en traducciones entre el latín y el inglés. Fue así como dio con una traducción de su obra autobiográfica del 1614, en la que se recogen sus viajes, algunos comerciales y otros bélicos por el Mediterráneo, el norte de Europa, África, América e incluso su peregrinación a Jerusalén.
La vuelta al mundo
Según su relato, estuvo cerca de participar en una expedición para buscar El Dorado en América, pero tuvo algún tipo de problemas con el gobernador de Santa Marta, Lope de Orozco, tuvo que poner pies en polvorosa a través de un río y en una barca hecha con palos. Pero fue en 1590 cuando comenzó una aventura que duraría dos años y que le llevó a partir de Guayaquil en dirección a Oriente.
Compró un galeón que bautizó como San Pedro y que partió con una tripulación de 30 marineros, 25 grumetes, un capitán, un maestre, un contramaestre, un despensero, un escribano, 20 pajes, 10 soldados, sus dos amigos Pedro de Lomelín y Marcos Ortiz, un genovés, un inglés experto en la fabricación de artefactos incendiarios y nueve comerciantes. Todos ellos llegaron a Macao, enclave portugués en China, recorriendo después la costa del país asiático mientras realizaban labores comerciales.
Llegaron así a la Conchinchina y allí, según su historia, Pedro Ordóñez de Cevallos volvió a tener un escarceo sentimental con la hija del rey de aquel país que acabó provocando la conversión de ella al cristianismo y la muerte de su amigo Lomelín a manos de un mensajero del rey de Camboya que iba a pedir la mano de la princesa. Las tensiones entre la Conchinchina, Camboya y Pegu hicieron que, con licencia para comercial, Ordóñez fuese capturada por corsarios chinos que recibían órdenes camboyanas, pero logró escapar y su usó su flota y el apoyo para atacar a estos piratas en la batalla del Cabo Pracel. Si la historia fue como la narra Ordóñez de Cevallos, se vieron envueltos varios cientos de barcos en cada bando y debió de ser una de las batallas navales más importantes del siglo XVI en Asia.
En sus viajes también visitó el territorio continental de India en 1592, procedente de Malasia y Sumatra, y los archipiélagos indios de Andamán y Nicobar. Volvió a Guayaquil, dando la vuelta al mundo, y prosiguió su viaje de regreso a España a principios ya del siglo XVII. Una vez en casa fue nombrado canónigo y provisor, juez y vicario general en los reinos de Conchinchina, Champa, Cicir y Laos, aunque no llegó a ocupar estos cargos. Otra prebenda que recibió en el año 1616 fue la de Chantre de la Santa Iglesia de Huamanga, en el Perú, de la cual tampoco tomó posesión, aunque sí hizo ostentación de ella hasta por lo menos el año 1626.
Acabó su vida en Jaén
Se asentó de nuevo en Jaén, volviendo a sus orígenes, y allí regentó el Hospital de la Misericordia, que existió en la actual plaza de San Miguel. Precisamente al recuperar la iglesia con este mismo nombre, que durante siglos se ocultó entre viviendas, aparecieron dos libros sacramentales en los que se especifica que murió en Jaén el día 17 de abril de 1636.
“Fue un personaje muy interesante del que faltaba un estudio biográfico. Se compusieron tres obras de teatro, entremeses, de sus aventuras: ‘Entremés del rufián’, ‘Entremés del astrólogo médico’ y ‘Entremés del emperador y damas’. También Bartolomé Ximénez Patón, autor del libro ‘Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén’ en 1628, reconoció que la mayor parte de la información se la dio Ordóñez de Cevallos que era su amigo y ya se encontraba mayor”, añade Raúl Manchón sobre algunas de las muchas aportaciones que este personaje hizo a la memoria de Jaén. Y por ello tiene una conclusión clara al respecto de su figura: “No tiene el reconocimiento que merece”. “Estudió en la capilla de San Andrés y no hay nada que lo indique. El propio Juan Eslava Galán hizo una semblanza de él, pero es un autor muy poco leído, muy poco conocido, que merecería un mayor reconocimiento en la ciudad”, sentencia.
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