El misterio de la otra Eulalia de Borbón en Alcaudete

Historia

En 1883, una niña recién nacida a la que abandonaron en la casa cuna del municipio jiennense fue bautizada como la infanta, hija de Isabel II y hermana de Alfonso XII

El historiador José María Zavala defiende, en un libro, que podría tratarse de una hija ilegítima de la propia Eulalia y de Carlos de Braganza, rey de Portugal

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Fotografía de Eulalia de Borbón sobre una panorámica de Alcaudete

La historia está plagada de pequeños secretos o pequeñas curiosidades que quedan ensombrecidos por los grandes acontecimientos. Son como las hojas que componen un frondoso bosque: insignificantes, neutras, fácilmente olvidables. Sin embargo, si uno se fija lo suficiente, de vez en cuando es capaz de hallar entre tanta trivialidad un detalle especial que, aunque sólo sea por unos segundos, hace que la completitud arbórea quede en un -a veces- necesario segundo plano. La provincia de Jaén no es ajena a este fenómeno. En 2008, Sergio Burgos, por entonces oficial del Juzgado de Alcaudete, encontró entre viejos archivos una extraña partida de nacimiento fechada 125 años antes, a finales del siglo XIX. La neonata era una niña abandonada que fue bautizada con un nombre nada común para los niños expósitos, pero tampoco para nadie por cuyas venas no circulara sangre real: Eulalia de Borbón, igual que la menor de los cinco hijos de la reina Isabel II y hermana, por ende, del rey Alfonso XII.

El documento, archivado en el tomo 20, folio 15, del Registro Civil de Alcaudete, dice así:

"Ministerio de Justicia. Registros Civiles. Número 2140. Eulalia Borbón.

En la Villa de Alcaudete, a las diez de la mañana del día trece de febrero de mil ochocientos ochenta y tres, ante D. Serafín Hernández Romero, Juez municipal en ella, y D. Juan Miguel Díaz y Pino, Secretario, compareció con su cédula personal número dos mil cuatrocientos sesenta y uno, expedida en Jaén, en veinticinco de octubre último, D. Juan Manuel Panadero Giménez, soltero, natural de esta expresada villa, término municipal de la misma, provincia de Jaén, mayor de edad, de oficio encargado en la Casa Cuna, domiciliado en dicho establecimiento, calle Rafael Díaz Castillejo número treinta y ocho, presentando con objeto de que se inscriba en el Registro Civil una niña; y al efecto como Encargado manifiesta:

Que dicha niña fue expuesta en el [ilegible] del Establecimiento a las nueve de la mañana del día de hoy.

Que es hija de padre desconocido y la exhibe cual la recibiera: envuelta en un pedazo de algodón azul, pañal de lienzo de algodón, armilla de indiana clara, gorro blanco y envuelta en un pañuelo de estambre a cuadros de colores, todas las prendas muy destrozadas. No se le nota señal ni defecto alguno, ni encontrado papel alguno.

Y que a la expresada niña se le había puesto el nombre de Eulalia y el apellido de Borbón.

Todo lo cual presenciaron como testigos Marcial Hidalgo Garrido y Alonso Serrano Sarmiento, naturales de esta villa, el primero casado y zapatero, el segundo soltero y amanuense, domiciliados en las calles Arroyo Casa sin número y Puerta de Alcalá trece.

Leída íntegramente esta acta, e invitados a leerla por sí los que la han de suscribir, se estampó en ella el sello del Juzgado municipal, y la firmaron el señor Juez, el compareciente y los testigos, de todo lo cual yo, el Secretario, certifico. Firmado: Serafín Hernández".

La niña fue bautizada ese mismo día en la iglesia de Santa María la Mayor. La partida se conserva en el libro 36, folio 47, del archivo parroquial, y está firmada por el párroco Manuel Ocaña Rodríguez, que anotó en el margen superior izquierdo "Eulalia Expósita":

"En la Villa de Alcaudete, Provincia y Obispado de Jaén, en el día trece de febrero de mil ochocientos ochenta y tres: Yo, el presbítero Don Manuel Ocaña, Coadjutor de la Iglesia Mayor Parroquial de Santa María de la misma, de Vicenta Praocho, bauticé solemnemente en ella a una niña que dicen fue entregada en la Casa de Veneficencia (sic) de esta Villa, como a las nueve de la mañana de hoy, a la que puse por nombre Eulalia y por apellido Borbón, con el cual aparece en la papelete de este Juzgado municipal. Fue su padre, nombrado por mí, Francisco López y Pérez, de estado soltero, de esta naturaleza y feligresía; al que advertí el parentesto espiritual y demás obligaciones contraídas por éste Santo Sacramento, del que fueron testigos D. Nicasio Hidalgo y D. José Garrido, sirvientes de esta parroquia; y en fe de ello lo firmo como el párroco en fecha ut supra. Rubricado. Rvd. Sr. D. Manuel Ocaña Rodríguez".

Amores, rebeldías, recelos y cartas

El historiador José María Zavala recoge, en su libro Bastardos y borbones: los hijos desconocidos de la dinastía, estos y otros detalles del inusitado caso. Fue el propio oficial alcaudetense el que se puso en contacto con él para compartir su hallazgo: "Acababa yo entonces de publicar La infanta republicana, una biografía de Eulalia de Borbón, tía abuela del rey Juan Carlos I. Enterado de ello, Sergio Burgos recurrió a mí, a través de un colega del periodismo a quien ambos conocíamos, para que le ayudara a desentrañar un misterio que le intrigaba desde hacía tiempo".

Según Zavala, lo primero que pensó Burgos fue que aquella partida de nacimiento era la de la propia infanta Eulalia. Lo cierto es que la fecha que figuraba en el documento coincidía con el día y el mes en los que esta había nacido: 12 de febrero. El año, sin embargo, no era el mismo: la hija de Isabel II vino al mundo en 1864, y la expósita de Alcaudete, diecinueve años después, en 1883. ¿Qué hubo detrás de la elección de un nombre regio para una niña abandonada, en principio, como tantas otras? Conjeturas existen muchas, pero la vinculación de una serie de hechos documentados condujo al historiador a formular la teoría de que esa bebé fue una hija ilegítima y secreta de la infanta.

La hipótesis se apoya, en primer lugar, en una carta del rey Alfonso XII a su hermana Paz descubierta por el propio Zavala en otoño de 2007, en la Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid, y fechada el 27 de julio 1883, cinco meses después de que naciera la expósita de Alcaudete. Tal y como resume el experto, "el rey se quejaba a Paz de la alarmante inconstancia de Eulalia en el amor, la cual le había hecho romper primero con el archiduque Carlos Esteban [Steffi] y luego con su primo Antonio de Orleáns, hijo de los duques de Montpensier, con quien acabaría casándose para divorciarse años después": "En cuanto a la conveniencia de haber roto con Antonio, yo no creo que ningún hombre se pueda ofender porque se le diga, desde el primer día, que no; pero creo que ninguna mujer tiene el derecho de consentir a un hombre, engañarlo durante más de un año y luego de golpe y porrazo darle calabazas. Eso es sencillamente lo que Eulalia ha hecho, con Steffi, primero, y luego con Antonio, y cosa muy extraña es que dos veces seguidas, con dos muchachos buenos y agradables, se haya equivocado hasta el punto de creer que podía ser feliz con ellos y luego convencerse de lo contrario", escribió el monarca sobre la menor de sus hermanas.

Pero "la mayor sorpresa" para Zavala fue la alusión del rey a "un tercer pretendiente" al que se refería como "el otro" o "el portugués" y que, posteriormente, el investigador identificó como Carlos de Braganza, futuro rey de Portugal: "El hecho era no soltar a Antonio, sino cuando el otro hubiera dicho algo, y no que ahora no hay Antonio y está en lo posible que el portugués venga comprometido con otra o no le guste Eulalia y se quede ésta sin nadie y ya sabes que no es tan cómoda de tener mucho tiempo soltera; pues no es tan segura de carácter como tú o Isabel", reza la carta.

La "infanta rebelde"

El historiador asegura que la infanta Eulalia fue, "desde joven, la viva estampa de su madre: caprichosa, desafiante, obstinada, lenguaraz, pizpireta, apasionada, picaresca, sensual... y adorable también". No en vano, según el experto, la sensualidad es una "cualidad casi connatural a los Borbones de España". Al respecto pone el ejemplo de la reina María Cristina, abuela de Eulalia, que "se sintió atraída desde muy joven por la concupiscencia de la carne cultivada en la ardiente corte de Nápoles". "Su nieta Eulalia iba sentirse también fascinada, desde su más tierna juventud, por todo lo prohibido", añade.

En un artículo de publicado en La Razón el 16 de noviembre de 2008, el periodista Ernesto Villar explica que Eulalia "era conocida como la 'Infanta rebelde'": "Ha pasado a la Historia por ser algo así como el verso suelto de la Dinastía. En su currículum acumuló motivos sobrados para merecer semejante distinción: defendió la emancipación de la mujer (hace más de un siglo, no lo olvidemos), apoyó la causa de la revolución cubana, desafió a su sobrino Alfonso XIII con una biografía que escandalizó a las cancillerías europeas y se convirtió en la primera Infanta que solicitó formalmente -y logró- el divorcio de un marido infiel y despechado al que, por cierto, ella correspondió con una buena dosis de cuernos". Fue en 1911. Tras ello, según se recoge en la Real Academia de la Historia (RAH), "publicó en París su libro Au fil de la vie, al que la prensa conservadora española calificó de “inmoral”, “escandaloso” y “atentatorio contra la religión, la monarquía, las buenas costumbres y el orden establecido”, mientras que recibió los plácemes de los medios liberales y socialistas". "El libro trata del socialismo y la clase obrera, defiende la dignidad de la mujer y el divorcio", tal y como resume la RAH en la biografía de la infanta recogida en la web. Por aquella obra, su sobrino, ya rey, le prohibió la entrada en España.

No hay que olvidar que, tradicionalmente y, en especial, en el caso de las mujeres, se ha acudido a la ausencia de recato amoroso para desprestigiar a personalidades que destacaron por su afán de ruptura con obtusos cánones sociales. En cualquier caso, el largo historial sentimental de Eulalia es en lo que Zavala se apoya en primera instancia para defender la hipótesis de que la infanta tuvo una hija fuera del matrimonio que acabó en Alcaudete. Incluso va más allá y sostiene que el padre de la niña fue "el portugués", Carlos de Braganza, al que Villar, en su artículo, se refiere como "verdadero amor de Eulalia": "En lo que respecta al futuro Rey de Portugal, el misterio se mantiene vivo, una vez más, gracias a un puñado de cartas -llenas de piropos, confidencias y declaraciones de amor- que se siguieron escribiendo durante toda su vida Eulalia y Carlos, hasta que en 1908 el monarca murió en un atentado". El periodista destaca que, según el biógrafo de la infanta, "en alguna de estas misivas ambos hablan de una niña, a la que llaman simplemente Jacques, que vive con la Infanta en París, y por la que se interesa con avidez Carlos": "«Muchas gracias por ocuparte de ella», le escribe. ¿Por qué lo hace? ¿Quién es esa desconocida?", se pregunta Villar.

Nada se sabe con certeza acerca del misterio. Para Zavala y Villar, resulta poco probable que el singular bautismo de la niña abandonada en Alcaudete fuera simplemente el fruto de una ocurrencia del juez, del cura o de ambos. El historiador apunta en su libro otra posible explicación: "Hoy, un viejo vecino de Alcaudete que oyó hablar del secreto, me comenta: «Creo que aquella pobre niña murió poco después de que la bautizaran; entonces, muchos recién nacidos como ella no salían adelante»". Quién sabe, a veces tenemos la verdad delante de los ojos y nos empeñamos en adentrarnos en bosques de hipérboles para encontrarla.

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