La Magdalena: desde cuándo se conoce el barrio jiennense con el nombre de esta santa

HISTORIA

El templo de Santa María Magdalena fue levantado sobre una antigua mezquita islámica a principios del siglo XVI

Su interior alberga una valiosa talla de la seguidora de Cristo, obra del afamado escultor Mateo de Medina

El legado árabe y los cinco baños que permanecen ocultos bajo el subsuelo de Jaén

Iglesia de Santa María Magdalena, corazón del barrio jaenero.
Iglesia de Santa María Magdalena, corazón del barrio jaenero. / Turismo Andalucía

Si existe un rincón eminentemente jaenero ese es sin duda La Magdalena. Su barrio supone un auténtico baluarte de las raíces de esta ciudad, hasta el punto de que en sus aguas más cercanas brotó un día el corazón del antiguo Jaén. Se trata ni más ni menos que del origen de la capital, mientras que sus vecinos hoy parecen mantenerse ajenos al bagaje histórico que ostentan sus calles y plazas. Cada 22 de julio se celebra, además, la festividad de la titular y protectora de su parroquia principal: Santa María Magdalena. Pero es momento de hacerse una pregunta: ¿desde cuándo se conoce esta barriada con el nombre de esta popular santa?

Para responder a esta cuestión, el cronista Juan Carlos Castillo propone conocer el pasado islámico de esta zona en concreto. El raudal de La Magdalena, morada también de una de las leyendas más insignes para los jiennenses, surtió de agua a prácticamente toda la población hasta bien entrado el siglo XIX. Debió de ser el propio Abderramán II quien mandase construir la primera mezquita aljama del lugar al trasladar la capital de la cora de Yayyan, allá por el siglo VIII. No sería hasta después de la ocupación musulmana cuando Fernando III "El Santo" en su conquista de la ciudad en 1245 a través del Pacto de Jaén plantease la cristianización de los lugares de culto árabe levantados hasta entonces.

Fotografía tomada en el invierno de 1878.
Fotografía tomada en el invierno de 1878. / Genaro Ximénez

De acuerdo con esto debemos entender que el actual templo, de estilo gótico isabelino, fue erigido sobre los cimientos de la antigua mezquita a principios del siglo XVI. Entre sus muros, de hecho, se observan aún algunos restos de la anterior edificación: como su patio de abluciones o el alminar convertido en torre campanario. Es necesario mencionar también cómo el culto a Santa María Magdalena fue extendiéndose entre los siglos XII y XIII desde el camino de Santiago y el norte de España hasta distintos puntos de la geografía. En ese recorrido evangelizador, por algún motivo que desconocemos, decidó nombrarse titular de la nueva iglesia de Jaén a esta fiel seguidora de Cristo.

Hay quien atribuye, con sobradas convicciones, a que la razón que llevó a bautizar esta collación con el nombre de este personaje se debió en gran parte a las continuas aguas que brotaban de su raudal, quizá en una comparación con las lágrimas derramadas por "la Malena" al pie de la cruz. En esta comparativa cabe mencionar el conocido refrán: "llorar como una Magdalena".

La veneración a este personaje bíblico ha llegado hasta nuestros días a través de la interesante imagen que tallase Mateo de Medina en 1572 para presidir el presbiterio, con una representación plástica de la conocida como "Magdalena penitente". Esta iconografía recibe también al viandante en un espectacular altorrelieve sobre la portada principal del templo, cuyas puertas fueron mandadas construir por Diego Tavera en 1555. A pesar de los daños sufridos durante la contienda de la guerra civil, esta parroquia del casco antiguo atesora uno de los patrimonios artísticos más valiosos de la ciudad.

Su interior, como apunta el propio Castillo, ha sido también un semillero de leyendas para los más esotéricos. Desde el lagarto de La Malena y su supuesta protección sobre algún tesoro oculto, el público admirado por la historia de los templarios ha confabulado diversas versiones y conjeturas acerca de su importancia en este edificio. Con más o menos base de realidad, lo cierto es que este barrio es legendario por su legado, pero ahora nos toca a nosotros saber mantenerlo con audacia.

Efigie de Santa María Magdalena ante el Cristo de la Clemencia, obra de Salvador de Cuéllar.
Efigie de Santa María Magdalena ante el Cristo de la Clemencia, obra de Salvador de Cuéllar. / Butron-Salcedo
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