La lucha de Marta contra la transfobia: "Sufrí una agresión sexual con 10 años en la piscina de mi pueblo"

Día Internacional del Orgullo

A los cinco años ya sabía que era una mujer y aunque su familia la apoyaba, en su pueblo natal, Baeza, vivió un continuo acoso por ser trans

A lo largo de su vida ha sido agredida de forma verbal y física 

Esta es la historia de "Gonzalico", un referente de la diversidad en la Estación de Linares-Baeza

Marta B. C
Marta B. L.

“Mi nombre es Marta, he estado en una situación de violencia de género y quiero contar mi historia. Yo soy una mujer trans que empecé desde muy pequeñita a hacer mi transición, mi familia siempre me ha apoyado y protegido y es algo de lo que me siento tremendamente orgullosa. Sufrí mucha transfobia en mi infancia, sobre todo en el instituto”. Este es el comienzo de la carta de una vida de supervivencia que empieza en su lugar de nacimiento, Baeza.

Los armarios para las personas del colectivo LGTBIQ+ son mucho más que una metáfora, son barrotes de hierro convertidos en cárceles. Y cuando intentan saborear la libertad de vivir como son y sienten, muchas veces, la realidad se vuelve un infierno insoportable en el que habitar. Hay otras, que ya desde pequeñas su expresión es tan fuerte que es inevitable ocultar y el sufrimiento se multiplica desde el principio de su existencia. 

Es el caso de Marta B. L., de 45 años de edad y natural de la ciudad patrimonial baezana, donde ser una mujer trans le ha supuesto una infancia y adolescencia oculta tras la puerta de su casa o expuesta a agresiones e insultos de todo tipo cuando salía a la calle. Es la primera vez que lo cuenta públicamente, su historia de lucha y renacimiento. 

"Necesito hacerlo. Es por las generaciones que vienen detrás. El odio, la discriminación, el sentirte mal como yo me sentí, no quiero que vuelva a pasar", sentencia Marta. Ha sobrevivido a la violencia más cruel: con 10 años la agredieron sexualmente en los baños de la piscina de su pueblo, no salía a la calle por miedo a los insultos, cada mañana sufría por ir al colegio y actualmente tiene una vía judicial abierta por violencia de género.

Con cinco años ya sabía que era una niña, desde que tenía uso de razón. Cuando nació su madre de forma espontánea exclamó: ¡qué nena más guapa he tenido! Su familia siempre fue su apoyo incondicional, la entendía y lo sabían igual que ella.

Ellos eran sus brazos abiertos a las heridas emocionales de una niña. El calvario comenzó pocos años después. "Lo he pasado tan mal que con 10 años decidí que iba a suicidarme porque no soportaba más la presión. No podía más. Lo que pasa que mis padres me dijeron: es lo último que tienes que hacer, sé valiente", expresa con la voz entrecortada.

En el colegio, Marta tenía que ocultarlo, aun así los insultos eran continuos. Tanto dentro como en la calle. "Me decían maricón, me han dicho de todo. Es que tantos insultos... No salía de mi casa para nada, me daba miedo, ni a una discoteca ni nada, tenía terror de tanto insulto diario. Decía que no quería sufrir más", cuenta.

Por eso, pasó gran parte de infancia y adolescencia resguardada entre las paredes de su hogar ajena de las miradas: "En mi casa por lo menos no me insultaba nadie. Le decía: mamá no me apetece ir al colegio, pero mis padres insistían para que el día de mañana tuviera una carrera".

Siendo aún muy pequeña, un hombre mucho mayor que ella le arrebató y despojó de su inocencia dejándole para siempre un daño psicológico incalculable. "Con 10 años sufrí una agresión sexual en la piscina de mi pueblo, en Baeza. Al no estar identificada todavía como mujer, tenía que entrar al baño de los hombres. No se lo comuniqué a nadie en ese momento. Era mucho mayor que yo, se aprovechó de mí. Me sentí hecha una mierda. Hice cosas como él quería. No me dejaba salir de las duchas, tocamientos… Mis padres me preguntaban por qué no iba a la piscina y yo decía que no iba a ir más. Me hizo mucho daño psicológicamente. No lo denuncié por miedo, pero quiero sacarlo todo de mí porque antes no era tan fácil denunciar", relata.

El párroco le prohibió ir a la iglesia

Otro refugio de Marta es la iglesia, es católica y entonces acudía los domingos al templo a rezar y recibir la comunión hasta que se sinceró con el párroco y le prohibió ir más. "Tú no estás bien de la cabeza. Te tiene que ver un psiquiatra porque lo que estás diciendo está en contra de la Iglesia", le dijo.

"Ya me generaba dudas. Me dijeron que me desvinculara y yo sigo yendo a misa cuando me apetece, pero no es como antes. Me da igual que me den la comunión o que no, a veces no me la dan, me dicen que estoy en pecado. Yo no vivo en pecado", cuenta.

A pesar de tenerlo todo en contra a excepción de su familia, Marta siguió peleando. "Soy una luchadora nata, no dejo que me pisoteen". Así, con 12 años segura de sí misma inició su transición donde tuvo que pasar por un largo proceso, con evaluaciones de psicológicos y psiquiatras por al menos dos años, viajando hasta Málaga hasta que por fin le concedieron la identidad. "Cuando me dio el informe la psiquiatra yo me sentí la persona más feliz", expresa.

La libertad y su cambio en Madrid

Aun siendo reconocida legalmente como mujer, todo su empeño era salir cuanto antes de donde le había y seguían haciéndole daño. A los 18 años hizo las maletas, dejó Baeza atrás y se fue a la capital madrileña. Allí saboreó la libertad, conoció Chueca y la diversidad. Pudo tener una red de apoyo fuera de su círculo familiar gracias al colectivo Shangay.

Un nuevo mundo se abrió ante ella permitiéndole ser quien era. Estudió Enfermería y trabajó también en una de las mejores discotecas de Madrid, la Joy Eslava, aunque también recuerda que sufrió un intento de agresión que finalmente quedó en un susto. Allí en Madrid fue donde comenzó su cambio físico en el que sus padres le apoyaron económicamente. Cada fin de semana iban a verla. "Mis padres me decían: ¿cuándo vas a venir al pueblo?", cuenta.

Fue al terminar la carrera y después de hacer la transición cuando volvió por primera vez. "Me fui con 18 y volví con 21. La gente no me conocía, le preguntaban a mi madre que si era su sobrina. Pero cuando ya me empiezan a suceder agresiones verbales por la calle y discriminación, eso me dolía mucho. Aguanté tres meses y volví a Madrid a trabajar en hospitales. También estuve en Cataluña. Siempre quería una gran ciudad", expresa.

Víctima de violencia de género

Hace unos años volvió de nuevo a su ciudad natal por trabajo y todavía, dice, la siguen señalando. "Yo he hecho lo que he querido, he conseguido mi objetivo y si hablan ahora mal de mí, me da igual. Ellos son los que tienen el problema, no yo. Puse en revolución Baeza entre comillas, me fui con 18 años a Madrid, volví a los cuatro años y Marta ya no era la misma. Considero que estoy siendo ejemplo para otras personas que lo estén ocultando por miedo como yo lo ocultaba. Ahora voy por la calle, me da igual que me miren. Pero hay gente que está empezando ahora y eso duele mucho".

Desde Baeza intentó de nuevo una vida y también una relación a distancia. Al principio notaba cierto control sobre lo que hacía, pero imaginaba que era por la distancia. Lo peor vino cuando se fue a vivir junto a él a otra provincia y las prohibiciones y amenazas empezaron a ser la rutina, hasta que sufrió varias agresiones y se atrevió a denunciar.

"No me podía poner falda porque decía que me miraban, ni escote porque estaba poniendo cachondos a los tíos. Recibía muchísimos insultos: 'hija de puta', 'te tengo que matar', 'si no eres para mí no vas a ser para nadie', '¿has visto todas las mujeres que han muerto? Pues tú vas a ser la siguiente'", explica.

Marta cuenta, que esta denuncia pública la hace porque considera que es importante que se visibilice que la realidad de la violencia de género también afecta a las mujeres trans, que están igualmente expuestas a estas relaciones de malos tratos. También para defender y ratificar la importancia de las leyes LGTBIQ+ y de las de violencia de género.

"Sin leyes que nos reconozcan cómo iguales a las personas cis, que nos permitan acceder a los recursos que como mujeres necesitamos, yo estaría desprotegida, la atención y la forma de tratar mi caso hubiera sido muy diferente, y estaría en riesgo de convertirme en un número…" concluye en su carta.

"Tenemos que ser visibles y no tener miedo por nada. Hay niñas en Baeza que quieren transicionar, pero que no lo hacen por miedo todavía. Ahora más que nunca hay que hacer una piña y apoyarnos. Sobre todo, pido que no se tengan que dedicar a algo que no les guste, por ejemplo a la prostitución que muchas veces es la única salida que les queda. Que no les pase esto a las que van detrás de mí porque somos mujeres con derechos", defiende Marta.

86 casos de personas víctimas de Lgtbifobia en Jaén

La Fundación Internacional de Derechos Humanos (IHRF), a través del proyecto Regia-FIDH, ha contabilizado en la provincia de Jaén desde enero de 2023 y hasta el 15 de junio de este año 86 casos de personas víctimas de discriminación por razón de su orientación sexual e identidad de género. Del total, 57 casos fueron los registrados en 2023 y este año, hasta el 15 de junio se llevan contabilizados otros 29.

Esta cifra se corresponde con el número de personas afectadas que han sido atendidas en la provincia de Jaén ya sea de manera presencial, telemática o telefónica. Sin embargo, solo se ha procedido a la interposición de denuncia en cinco ocasiones.

Así pues, de acuerdo con estos datos que arroja este proyecto que es específico para la provincia de Jaén, existe un porcentaje de infradenuncia del 94,19% que se corresponde con casos que finalmente no son denunciados ante las autoridades u organismos competentes.

De estos 86 casos, ocho (9,30%) se corresponden con agresiones físicas. El mayor porcentaje (27,91%) se corresponde con acoso escolar (24 casos) y 20 casos de agresiones verbales (23,26%). En los casos de acoso escolares, 21 de los 24 casos son menores de edad.

Las víctimas, en un 66,28 por ciento corresponde a hombres y un 22,09% a mujeres. El resto se reparte entre mujeres trans (6,98%) y hombre trans (4,65%). De los 86 casos contabilizados, 33 se han producido en la capital y el resto, en municipios.

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