El legado árabe y los cinco baños que permanecen ocultos bajo el subsuelo de Jaén

PATRIMONIO

Un cronista del siglo XIV, al-Himyari, apuntó la existencia de hasta cinco hamman en la capital, cuyas aguas se abastecían de los principales caudales de la zona como el raudal de La Magdalena

En la actualidad, los Baños del Niño y los del Naranjo son los únicos vestigios visitables de esta tipología, estos últimos con restos localizados en los sótanos de las viviendas colindantes

Prevén que las obras de las cubiertas de los Baños Árabes de Jaén acaben en el mes de septiembre

Hipotética localización donde se podrían ubicar estos cinco baños árabes según los estudios realizados. / A.C.B.

En un día de sol, con la luz batallando en la cresta de Santa Catalina, los rayos parten hacia los rincones de esta ciudad dormida a una velocidad casi imposible de medir. Dicen que si fuésemos capaces de enfrentar la velocidad lumínica alcanzaríamos el poder de viajar en el tiempo. Quizá no sea el momento de soñar con la ciencia ficción, al menos no del mismo modo en que lo hiciesen varios jiennenses hace ya cuarenta años.

A todos nos ha pasado alguna vez: eso de guardar una reliquia en un cajón y olvidarla con el paso del tiempo. Algo similar fue lo que ocurriría con los baños árabes del Niño cuando se construyó sobre sus cimientos el Palacio de Villardompardo a finales del siglo XVI, quedando sepultados éstos bajo una edificación de renombre que poco advertía de su tesoro al exterior. De hecho, no sería hasta 1913 cuando el humanista Enrique Romero de Torres se interesase en este rincón subterráneo en la elaboración de su Catálogo Monumental de la provincia.

Contra todo pronóstico, lo que pudo pasar como unas simples bodegas terminó por alcanzar el reconocimiento de Monumento Nacional durante la proclamación de la II República. Aún quedaban años a oscuras para este patrimonio que retrasaría su restauración varias décadas con motivo del conflicto bélico. Sin embargo, como un Da Vinci surgido a merced del tiempo, el arquitecto Luis Berges retomó la recuperación del edificio en un proyecto que captó la atención de la óptica internacional.

Contra esa alegoría que es el propio pensamiento convencido de los jiennenses hacia su patrimonio, la asociación Europa Nostra otorgaba en 1984 la medalla de honor a la restauración de estos baños árabes que hoy suponen un atractivo turístico de calidad para la capital. En sus salas y bóvedas se respira ahora la esencia del tesoro escondido, la huella de las culturas que han dado forma a la simetría de sus arcos y paredes.

Y quizá estos jiennenses que levantaron más de una piedra no descubriesen el túnel del tiempo, pero sí que lograron viajar a través de la luz. En las bóvedas de cada al-bayt se expone un particular firmamento de luceros capaces de filtrar el fuego solar que un día los bañase. De entre todas esas constelaciones, muchas de las estrellas de ocho puntas aún permanecen encajadas entre la cal y el cemento del viejo Jaén. Porque sí, hay mucho más.

La cora de Yayyan y su primer asentamiento

Los cinco siglos de ocupación musulmana, sin duda alguna, marcaron los primeros límites de aquella primera ciudad, la de Yayyan, cuya capitalidad va camino de cumplir ya su 1200 aniversario. Para hablar de historia sin perderse, otro jiennense, Juan Carlos Castillo, tira de memoria para explicar la realidad social de esta cora. A buen seguro que ni el mismísimo Indiana Jones sería capaz de encontrar las reliquias de esta tierra con la misma facilidad.

“Es en torno al año 825 cuando Abderramán II, ante la sublevación de grupos tribales, muladíes e incluso árabes opuestos a su política de islamización, decide trasladar la capital desde la antigua Mentesa, actual municipio de La Guardia”, explica. En esta emigración administrativa, como todo, hubo que reorganizar y plantear el diseño de una urbe a la altura.

Pasear hoy por el barrio de La Magdalena supone contemplar los trazos definidos por el cuarto emirato omeya. Los cimientos de su majestuosa iglesia se asientan sobre la que fuese la primera mezquita aljama de Yayyan, conservando incluso un alminar muy reformado y su espectacular patio de abluciones. “Tenemos constancia de que en el raudal de La Magdalena y su fuente caudalosa los musulmanes diseñan un primer Jaén con una extensión de 10 hectáreas aproximadas”, apunta Castillo.

Plano aproximado de la ciudad. / Juan Carlos Castillo

Desde la Aurgi romana la distribución de las calles apenas ha variado en su forma, con unos límites que este catedrático de Historia y Arqueología Medieval sitúa desde el propio cerro de Santa Catalina hasta el actual albergue juvenil, con la plaza de San Juan y la Puerta de Martos como extremos. Las excavaciones realizadas en los últimos años, de hecho, han servido para concretar algunas necrópolis con las que definir el mapa.

Con las primeras mezquitas tomando forma en el plano urbano, como capital, esta ciudad debió requerir de un palacio como representación del poder. “Creemos que se edifica en el cerro aprovechando la planicie”. Así, es en este mismo macizo desde donde parte curiosamente la fuente de la vida que durante siglos ha mantenido a esta ciudad de abundantes aguas subterráneas.

Restos decorativos pertenecientes a los palacios islámicos. / Juan Carlos Castillo

El agua de Jaén: un elemento social

Mucho se ha escrito y hablado sobre la existencia o no de la legendaria Atlántida. Su ubicación exacta, con más o menos precisión, responde a más literatura que historia comprobada. La realidad es que la importancia del agua y su abastecimiento a las primeras civilizaciones que ocuparon Jaén es evidente aún en los restos hallados en Marroquíes Bajos, datados con 5.000 años de antigüedad.

Volviendo al califato omeya, ya en el siglo X dos autores, al-Razi y a-Muqadasi, señalan la existencia de 12 fuentes o manantiales, tal y como recoge Francisco Javier Aguirre en su estudio “Introducción al Jaén islámico”. De todas ellas, algunos escritos destacan tres muy caudalosas, “capaces incluso de moler la harina para abastecer a todo Al-Ándalus”.

En apenas un par de siglos el núcleo urbano de Yayyan consiguió extenderse hasta la actual catedral de forma exponencial. Su corazón, enclavado en la fuente de La Magdalena o Ayn al-Balat en pleno siglo XIV, abastecía del líquido elemento a toda la población. “El cerro de Santa Catalina siempre ha sido un terreno de aguas abundantes filtradas a través de sus fallas”.

En este sentido, el propio Castillo alude al hecho de que hasta entrado el siglo XIX este raudal haya sido la principal fuente de abastecimiento popular para la ciudad. Tan rico debió de ser su caudal que hasta sirvió en algunos casos para regar enormes huertos anejos a las viviendas. La evidente importancia del agua en la cultura islámica salpicaba, nunca mejor dicho, cualquier aspecto de sus costumbres, incluida la higiene como forma de socializar.

En ese reparto equitativo de la riqueza de estos manantiales tomaron partido los baños públicos repartidos por la capital. “Creemos que todos ellos se alimentaban del raudal de La Magdalena a través de tramos que aparecen por la calle Maestra y conectaban con otros trazos de conducciones subterráneas”. Pero con esta auténtica obra de ingeniería en mente, ¿de cuántos baños estaríamos hablando?

El puzle que conforma los Baños del Naranjo

Según al-Himyari, un cronista del siglo XIV, en Jaén podían contabilizarse hasta cinco baños: Hamman al-Tawr, Hamman al-Walad, Hamman ibn al-Salim, Hamman ibn Tarafa y Hamman ibn Ishaq. Situar todos ellos en el contexto actual resultaría ciertamente imposible, como advierte el presidente de la Asociación Provincial de Cronistas. Por suerte, los del Niño y los del Naranjo, hoy visitables, reducen esa lista considerablemente, aunque estos últimos incompletos.

En realidad, cualquiera que espere encontrar en ellos la espectacularidad del embovedado bajo el Palacio de Villardompardo, podría sentirse contrariado. “La primera excavación del lugar se hace en torno al año 86, cuando pudimos documentar los restos de las conducciones subterráneas que calentaban sus salas”.

Para entender su aspecto actual conviene recordar las continuas transformaciones a las que ha sido sometido el edificio: primero como carnicerías y después como colegio, con una importante intervención por parte de Luis Berges. “No obstante, se conservan la sala caliente, la zona templada y los vestíbulos que estarían anexos con la estructura eminente de un baño árabe”. Su proyecto de recuperación fue orientado precisamente a mantener cada una de sus etapas.

Reconstrucción hipotética del Baño del Naranjo / Juan Carlos Castillo

De lo que pudo ser esta edificación junto a la Fuente de Los Caños, el historiador Vicente Salvatierra también ha planteado sus pesquisas con una posible reorientación primigenia de esta fuente varias casas más arriba. “Cuando observas el parcelario de la zona, aún nos quedan por documentar una sala fría y un vestíbulo que pudo ser la misma plaza o las casas colindantes”, señala Castillo. 

En esta misma dirección son numerosas las asociaciones en defensa del patrimonio que claman de manera reincidente una actuación para salvar los vestigios hallados y su puesta en valor. “Sabemos que hay salas abovedadas en las casas y paredes medianeras que conservan vanos y puertas”. Resultan realmente sorprendentes las imágenes publicadas al respecto en redes sociales, donde se observan los arranques de algunas bóvedas y alcobas.

Restos hallados en una de las viviendas de la calle Calvario. / Julio Cruz

Se trata de un tema recurrente, según precisa Rafael Cámara, al frente de la asociación cultural Iuventa. “Hemos defendido durante muchos años la puesta en valor de los Baños del Naranjo”, manifiesta. En su interés por recuperar este espacio de la capital también ha puesto el foco en los rastros de la calle Calvario. “Tenemos entendido que desde la concejalía de Cultura hay una intención para iniciar un proceso de compra de estos inmuebles”.

Los tesoros que subyacen escondidos bajo el suelo

Para ubicar el resto de los baños, nuestro arqueólogo y cronista de confianza insiste en el binomio de baño-mezquita. “En la esquina con Maestra Baja, por ejemplo, aparecieron durante una excavación los restos del alminar de una mezquita”. No sería descabellado pensar que estos lugares se encontrasen respaldados por el culto y la oración cercanas.

Creemos que donde está el antiguo convento de Santa Úrsula pudo haber otro, pues se trata de la zona más importante de la ciudad romana, su foro”. También la toponimia juega a favor de esta interpretación en calles como Baños de la Audiencia o Remojadero del Pescado, donde algunos navegantes sitúan una muestra ciertamente llamativa.

De acuerdo con este bosquejo, algo más iluminador, la ciudad subterránea parece querer salir de su oscuridad con más fuerza que nunca. “En la judería pudo haber otro, según nos adelantan algunos de los restos hallados frente a la iglesia de San Juan”, puntualiza. Sea como fuere, los casi ochocientos años que distan de la ocupación musulmana apenas han servido para recoger el legado de su paso.

La concienciación del cuidado sobre el patrimonio jiennense es una tarea que marcha con dificultad. Y para cerrar este viaje más que justificado haremos apología de la literatura conformista. Ya lo dice un proverbio árabe: “Es mejor encender una luz que maldecir la oscuridad”.

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