Lágrimas lleva la tarde

Jaén/Por las orillas del tiempo, otro año más llega la Semana Santa, cuando las flores vuelven a poblar nuestros campos y los vuelos de palomas cruzan planeando sobre campanarios y espadañas. Esas orillas que nos traen nostalgias y recuerdos, viejas saetas perdidas en el laberinto azul de nuestras calles, de nuestras plazas, de nuestros corazones.

El tiempo con su mirada puesta en una letanía inacabada de Vírgenes y Cristos, imágenes que proyectan sobre nosotros la catequesis plástica que cala en lo más hondo de cada uno y que nos traspasan a través de los sentidos cuando miramos de frente buscando en ellos la respuesta a nuestras muchas preguntas, a nuestras dudas.

Un hermoso ejemplo de ello lo encontramos en Jaén el lunes Santo, cuando la tarde lleva lágrimas prendidas en el corazón de una madre y la plaza de la Merced abarrotada y expectante entona su oración cantada con unos versos:

Lágrimas lleva la tarde, de una madre que está sola,

lágrimas que se deshacen en el filo de las sombras.

La Virgen de los Clavitos, llorando va la Señora

con su cara perfumada entre pétalos de rosa.

Señora, que estás llorando, ha llegado ya la hora.

La plaza guarda silencio, suena la primera nota,

la tuna te está cantando canciones de amor y coplas,

que vuelan como los pájaros, hacia las altas auroras.

Canciones que lleva el viento, sonido de caracolas,

salidas de las gargantas de las voces que te rondan.

Dime niña qué belleza se esconde bajo tu pena,

qué claridad franciscana en esta tarde te lleva.

Misericordia encendida entre sus manos abiertas,

Dibujando una esperanza que se convierte en promesa.

Cristo del Bambú que vuelves de tu clausura serena

La Merced te está esperando envuelta en su primavera,

mientras la Virgen camina y con sus lágrimas trenza

una espiral que reluce más allá de las estrellas.

Dime Niña, Madre, Reina, qué luna te está alumbrando,

con su carita redonda, que ilumina hoy tus pasos.

Tus pasos por estas calles vestidas de Lunes Santo,

que respiran la fragancia, de este Jaén enlutado

y hoy aguarda silencioso a la Virgen de los Clavos,

que va detrás de su Hijo, el Cristo crucificado.