Jienenses de la Quinta del Biberón: una infancia perdida en las trincheras

Jaén Retro

“La Quinta del Biberón” desfilando en la Plaza de Santa María en Jaén.
“La Quinta del Biberón” desfilando en la Plaza de Santa María en Jaén.

Jaén/En abril de 1938, la Segunda República atravesaba uno de sus momentos más críticos de la Guerra Civil Española. El gobierno de Juan Negrín, acorralado por las derrotas en el frente, tomó una decisión desesperada: movilizar a miles de adolescentes para cubrir las enormes bajas y reforzar un ejército exhausto en retirada. Así, con reclutamientos forzosos, cerca de 27.000 menores (entre ellos muchos jiennenses), fueron arrancados de sus hogares y lanzados a la guerra.

Les llamaron "La Quinta del Biberón", un nombre que nació de un grito de indignación. Cuentan que la ministra de Sanidad anarquista Federica Montseny, al verlos desfilar, exclamó:

Ficha de un niño de 12 años de edad, que sirvió de botones en la Comandancia del V Regimiento.
Ficha de un niño de 12 años de edad, que sirvió de botones en la Comandancia del V Regimiento.

"Estos chicos todavía deberían estar tomando el biberón"

En Jaén, se les conocía también como "La Quinta del Chupete", una ironía macabra que escondía una tragedia: niños de 13, 16 o 17 años, con uniformes a los que les colgaban fusiles que apenas podían levantar, jóvenes que no sabían nada de la vida y que fueron enviados a morir en las batallas más cruentas de la contienda.

No hubo tiempo para instrucción. La mayoría pasaron directamente de las oficinas de reclutamiento a las trincheras del Jarama, Belchite o el Segre, donde la batalla del Ebro (la más larga y sangrienta de la guerra), se cobró miles de vidas.

La imagen de aquellos niños jugando a ser soldados bajo el fuego enemigo, conmovió profundamente a la opinión pública, dentro y fuera de España, revelando qué punto tan dramático había alcanzado la contienda.

El historiador José María García Márquez documentó en su obra "Andaluces muertos y desaparecidos en el Ejército Republicano" que al menos 283 menores andaluces de menos de 16 años cayeron en combate. Algunos tenían incluso 13 años.

Una fotografía en blanco y negro, tomada frente a las rejas de la Catedral de Jaén, captura el horror de esos rostros infantiles, pasos vacilantes, miradas perdidas. Muchos de aquellos niños (cuyos nombres hoy yacen en fosas o registros olvidados), serían los últimos defensores de la República. Niños armados para morir, que evocan aquella escena en la que, años después, Hitler, casi al final del Tercer Reich, sale del búnker por última vez para condecorar con una Cruz de Hierro a niños soldados, enviando a las Juventudes Hitlerianas a defender una Berlín sin esperanzas frente al avance soviético.

Imagen del momento en que Alfred Czech, a los 12 años de edad, es galardonado con la Cruz de Hierro por su valentía. Berlín, 1944.
Imagen del momento en que Alfred Czech, a los 12 años de edad, es galardonado con la Cruz de Hierro por su valentía. Berlín, 1944.

Supervivientes republicanos narraron historias de hambre en trincheras infestadas de chinches, pulgas, piojos, de ataques bajo la metralla resistiendo como podían bajo el fuego cruzado, entre pesadillas del recuerdo de muchos camaradas que cayeron agonizando mientras llamaban desesperadamente a sus madres:

"No sabíamos pelear. Solo teníamos miedo"

Pero incluso para los que sobrevivieron, la paz fue otra condena. Muchos acabaron exiliados a Francia, y allí traicionados por su gobierno, fueron internados en los campos de concentración franceses de Argelès o Saint-Cyprien, hacinados entre alambradas. Otros fueron enviados a batallones de trabajos forzosos en el Sáhara o prisiones franquistas... La guerra les robó la juventud; la posguerra, el futuro.

La Guerra Civil no solo dejó ciudades devastadas y familias rotas, sino que también enterró bajo la tierra de España a una generación entera que no tuvo tiempo de ser joven.

La Quinta del Biberón sigue siendo hoy uno de los episodios más desgarradores de nuestra historia contemporánea: un recordatorio de que, en las guerras, la primera víctima es siempre la inocencia.

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