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Se considera un sacerdote de ovejas perdidas, seguramente porque su labor pastoral se centre con especial interés en la búsqueda de los más alejados de Dios. Y precisamente su forma de predicar llama la atención desde fuera por dos hechos esenciales: viaja en moto y usa las redes sociales para evangelizar. “Ser cristiano no es ni hacer cosas raras ni ser un bicho raro”, resuelve nuestro protagonista.
Jesús Llopis es uno de esos curas capaces de revolucionar el papel de la Iglesia en la actualidad. Nació en marzo del 83 en Jaén y recibió la llamada del Señor con 30 años. En mitad de la pandemia y con el mundo a punto de perder la esperanza era ordenado sacerdote en un hito de su vida que ya cuenta los cuatro años y medio.
En la actualidad, con cerca de 15.000 seguidores en TikTok, su perfil se ha convertido en todo un referente para la diócesis de Jaén: “A la gente le sorprende que hagas cosas normales, a muchos sacerdotes les ocurre, incluso”. A diferencia del resto de compañeros, sus homilías no solo las comparte con los feligreses de sus parroquias. “Un cura no es alguien que se pasa las horas rezando dentro del templo”, señala. “Desde esta posición intento ahora luchar contra esa imagen que no es real, al menos en 2024”.
Su forma de actuar, como la de cualquier persona normal y corriente, contrasta para algunos con lo que se presupone ha de ser un cura. “La gente tiene un estereotipo del sacerdote como una persona rara, cuando realmente puedes tener tus aficiones sin que para nada estén reñidas con tu vocación de estar entregado a los demás”, sostiene.
Nuestro Jesús se compara con el Jesús de hace 2.000 años en una búsqueda de atraer a la gente desde la normalidad. “Yo entiendo que la zona de confort de un sacerdote es su parroquia, pero también hay que salir a buscar la oveja perdida”. Más allá de la propia pastoral de mantenimiento que ha de cuidar en su feligresía, este jiennense explora la diversidad de la Iglesia. “Qué mejor que poner los talentos que nos ha dado Dios en funcionamiento”.
En su rebaño trata de congregar a quienes se encuentran más alejados de la Iglesia, una petición en línea con el mensaje del Papa Francisco: navegar a la otra orilla y salir a la periferia. “Precisamente por estos estereotipos la gente no se considera Iglesia, porque piensa que no es su sitio, así que con estas publicaciones intento demostrar que se acoge a todo el mundo y no hay que tener un determinado perfil concreto”.
La historia de Llopis podría asemejarse a la de los primeros pescadores de hombres. Su lago de Galilea, en este caso, eran las cámaras. Estudió comunicación audiovisual por pura devoción, si bien terminó dedicando gran parte de su tiempo a la empresa familiar. Poco después, cuando logró dar un giro radical a su vida, siguió cultivando su afición a la fotografía y el vídeo dentro ya del seminario.
“Abrí un canal de YouTube y tuvo éxito entre mis amistades”, confiesa. Una vez ordenado sacerdote siguió grabando vídeos desde su primer destino: Santiago de la Espada, aunque “ya no tenían tanto alcance y requerían de mucho trabajo de edición”. Con cinco parroquias de la sierra en su agenda empezó a compartir directamente sus homilías a través de Instagram, donde la idea gustó entre sus primeros seguidores.
Después llegaría el turno de TikTok, con pequeñas ediciones y vídeos más cortos, un formato en el que Llopis consiguió asentarse con cierta facilidad. “Ahora me centro más en subir las homilías, que no requieren de tanto tiempo extra, con la inquietud de seguir haciendo vídeos que atraigan dentro de mis limitaciones”.
No obstante, su contenido acumula miles de visualizaciones a diario en esta plataforma, donde aglutina meditaciones profundas y otras píldoras más enfocadas a la apertura de la mente. “Me encuentro aún ese público cerrado y clásico que queda descolocado por el tipo de contenido que subo, pero la mayoría me animan y les hago meditar y acercarse al Señor”.
Su misión evangelizadora comenzó en la que hoy empieza a denominarse la Jaén vaciada, en plena sierra de Segura, donde los habitantes de muchos pueblos apenas superan el millar. “Los tres primeros años en Santiago de la Espada tuve una labor muy de presencia”, explica. “La gente valoraba que hicieras vida con ellos: ya fuese en el bar, en sus hogares o que, al menos, estuvieses localizable”.
De esta pastoral más presente, su nuevo destino lo condujo hasta la comarca de sierra Mágina. Allí reparte su tiempo entre las parroquias de Garcíez, Bedmar, Torres, Jimena, Albanchez y Las Escuelas. “En los pueblos más grandes se sigue agradeciendo que seas accesible”. En este particular recorrido por la provincia admite, entre risas, haberse sentido señalado por los propios vecinos. “Si estás muy estereotipado, al principio descolocas un poco”.
Como anécdota, relata cómo en una ocasión una fisioterapeuta compartía con él las habladurías de muchas de sus clientas. “Decía que las tenía locas porque iba en moto a misa y me gustaba la caza”. En este sentido, en lugar de sentirse contrariado, Jesús apunta al desconocimiento generalizado. “La gente no entiende que la Iglesia es apertura y que con una pastoral de mantenimiento esto se agota”.
Lejos de lo que puedan pensar muchos reaccionarios, Llopis no está solo en este proceso de actualización de la Iglesia. Toda una generación de sacerdotes formados en el seminario diocesano comparte su mismo interés. “Francisco Javier Cova y Antonio Guerrero son de mi curso, por ejemplo, y otros compañeros como Antonio Blanca, Andrés, Miguel Conejero, Pepe o Cándido van en la línea de salir al encuentro de los fieles”.
Al igual que en su caso, muchos de los jóvenes que hoy cursan sus estudios en el seminario lo hacen después de haber estudiado una carrera. “Eso te da un bagaje para tener los pies en el suelo: hemos vivido una realidad y ahora nos toca evangelizar”. En ello tiene un papel fundamental la labor del obispo jiennense, Sebastián Chico. “Es una persona cercana que se vuelca con la gente joven y atrae mucho dentro de la normalidad que tiene un obispo como padre y pastor”, expone Llopis. El resultado, a juzgar por lo recogido en este testimonio, es que se están haciendo las cosas bien.
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