Jaén regresa al medievo, sin Reyes, con transistores y la mejor cantina del tren
CONTRACRÓNICA
Una infraestructura "crítica" de la Estación de Tren fue parada obligada en la noche de Jaén

Jaén/“Estamos en la Edad Media”, lamentaba una mujer, saliendo del garaje, con la linterna en mano y con el móvil recién cargado. Valga su anacronismo nervioso como ejemplo del pánico controlado que nos dio también para acaparar velas, pilas y pan.
Una ciudad agazapada, a la espera de que subieran nuestro interruptor y nos devolvieran de ese medievo efímero donde pasamos un día entero, echando de menos el futuro del día anterior.
Mientras tanto, la radio a pilas, en bucle, eso sí, con la información minimalista, a cachitos, que dejaba la autoridad “competente”. Sabemos que hemos perdido unos 15 gigavatios “súbitamente” dijo el presidente y a él nos encomendamos para ver si los encontramos. Ya habrá tiempo de saber si fue ataque cibernético o incompetencia patria, no sabemos qué escenario es peor. Analistas escriben temprano para apuntar a Francia, en eso, sin duda, tenemos bastantes reflejos: echar la culpa al vecino.
Destacada efervescencia de la jornada de tarde, con los jiennenses en las calles en presunta algarabía, porque la mosca estaba detrás de la oreja por lo que pudiera venir. Así las cosas, arrasamos con panaderías, fruterías y demás negocios cercanos. Eso sí, la pandemia nos hizo mejores y el papel más íntimo lo dejamos en los estantes.
Los populares “chinos”, que salieron con nota del covid, cobran valor geo estratégico y compiten con Mercadona para ser los negocios que mejor funcionan en España. Echamos de menos el calor del puchero, incluso la cocina del camping gas y valoramos, en su justo punto, lo que nos devuelve el frigorífico en ejercicio.
Del frenesí de la hora solar pasamos a una noche distópica en una ciudad casi desierta. Despliegue intenso de la Policía Local en cada cruce conflictivo y patrullas disuasorias para que los cohetes y petardos sólo quedaran en eso. En unas calles salpicadas de hombres linterna, en las sombras aguardaban propietarios de negocios que hacían guardia, pendientes de que la noche no se desmadrara. No se fiaban.
La catedral lucía espectacular y pequeños grupos "disfrutaban" de paseos furtivos, otros, en las puertas de las casas retomaban las tertulias de siempre con la vista puesta en el estrellado cielo jiennense. Es lo que tiene levantar la vista del móvil, que te das cuenta de que tienes criaturas de la creación, al lado tuyo.
No hay como el calor del amor en un bar, cantaba Gabinete Caligari, y faltaban bares en Jaén, qué lugares, porque sólo algunas terrazas en penumbra servían lo que podían a cuatro parroquianos. Pero toda regla tiene su excepción, vale que Jaén tenga unos servicios ferroviarios lamentables, pero podemos optar a la mejor cantina de la red de tren hispana. Otro hito o mojón en nuestra brillante historia ferroviaria.
Como insectos atraídos sensorialmente por la luz de la Estación, allí se coronó otra noche rara. Nodo de noctámbulos, parejas acarameladitas y jóvenes ajenos a la bulla del malvivir. Ventajas de tener el negocio en una infraestructura estratégica, crítica, podríamos decir, que algunos detalles funcionan. Cañita fresquita, con una racioncita y el apocalipsis lo dejamos para otro día.
Presos del “azogue digital” que sufrimos, tensos por falta de cobertura, lamentando lo poco que nos dura nuestra batería íntima, cerramos los ojos y nos despertamos con la misma pregunta: ¿qué ha pasado?. Y una respuesta inequívoca: los Reyes son los padres.
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