El incendio de Andújar desde dentro: "Es muy duro, del calor se te pelan las orejas y la nariz"
Medio Ambiente
Un agente de Plan Infoca cuenta como ha combatido en primera línea de fuego contra las llamas en El Encinarejo
Las labores de remate y liquidación para la total extinción continúan en el terreno
El fuego en la Sierra de Andújar afecta "de manera parcial" a zonas de cría de lince ibérico
Hay quienes se juegan el tipo cada verano por preservar el único patrimonio natural que tenemos y en muchas ocasiones, a las personas. Su trabajo no puede ser otra cosa que tan vocacional como duro, sacrificado y gratificante, así lo define un agente de Medio Ambiente de Plan Infoca con el que ha podido contactar Jaén Hoy y que ha estado en primera línea de fuego combatiendo las llamas en el incendio declarado junto a El Encinarejo en Andújar.
El fuego se originó el domingo alrededor de las 15:00 horas, según las primeras hipótesis por varios focos. Su evolución, al contar con una gran extensión de pastos, ha hecho que queden arrasadas unas 800 hectáreas previsiblemente, y que quede afectada fauna como linces ibéricos y aves. Allí han estado trabajando más de 200 efectivos y más de 13 medios aéreos.
Detrás de cada efectivo hay un nombre y apellido que ha luchado para que las llamas no se expandan y no lleguen hasta las casas que se encontraban próximas, al santuario de la Virgen de la Cabeza o llegue a afectar a la zona protegida del Parque Natural. El agente se encontraba con sus compañeros en su puesto de Jaén cuando les entró la llamada avisándoles de que se tenían que preparar. Un incendio había empezado en Andújar y tenía mala pinta.
"Es muy duro"
Rápidamente, el agente se atavió los guantes, el casco de seguridad, las gafas, la máscara antipartículas y la chaqueta ignífuga. Es la rutina para protegerse del humo y las altísimas temperaturas en estos casos. "Es muy duro, del calor que hace se te pelan las orejas y la nariz", cuenta. Tras prepararse, el batallón amarillo se subió al helicóptero para sobrevolar el cielo de Jaén hasta el origen del humo, y uno de ellos, por tierra y en coche se quedó para luego recogerlos.
Apagar un incendio no es una tarea sencilla, la labor requiere de una gran y efectiva coordinación, así como de un estudio que se realiza desde el suelo y aire donde todas las piezas deben encajar para vencer las llamas y que el Cuerpo humano no corra peligro. "El que se encarga de coordinar es el técnico, el resto, esperamos las órdenes. Primero, el técnico ve desde arriba como es, lo estudia, donde empieza, cuál es la cabeza del incendio. Lo normal es empezar desde atrás hacia adelante. Llegamos y pide información de dónde se encuentran los retenes y dónde nos debemos situar y desde la unidad móvil nos envían a diferentes flancos", explica el agente.
Su retén atajó uno de los flancos y desde allí con batefuegos, "como una especie de pala de goma que se le va dando a la llama y le quita el oxígeno y se consigue apagar", así como coordinados con el helicóptero hicieron frente a las enormes masas de fuego que emanan desde el suelo metros arriba junto al humo que les envuelven. "He estado en bastantes incendios fuera de Andalucía y este ha sido impresionante, era complicado también", apunta.
Una perfecta coordinación de los helicópteros
Antes, el helicóptero hizo descargas en la zona donde se encontraba trabajando y esas descargas los apoyan, ya que bajan la intensidad de la llama. Cuando la llama estaba un poco más baja, entraron y comenzaron a apaciguarlas. "Cuando no está el helicóptero se complica todo mucho más".
Junto a las llamas llegaron a estar más de 250 efectivos y sobre ellas 17 medios aéreos llegados desde casi todos los puntos de Andalucía. La organización es casi como un baile, el piloto del helicóptero está en contacto continúo a través de la emisora con los técnicos para atender los flancos y puntos más fuertes. "Tienen una coordinación alucinante. Entran al pantano, salen, en ruta circular y empiezan a hacer descargas en la llama uno detrás de otro, incluso se juntan varios a la hora de cargar y descargar", explica el joven agente con una pasión que supera la dureza de esos momentos.
Eso sí, las jornadas son maratonianas, pueden trabajar hasta 14 horas. En su caso fueron 12 horas intensas en las que casi no les llegaba el agua y el alimento era insuficiente para la cantidad de energía y agotamiento que tuvieron. "El primer ataque, llegas con la adrenalina, llegas con todo el nervio y empiezas súper fuerte. Pero después de haber subido tres o cuatro kilómetros, cuesta arriba, cargado, empiezas a pegarle palos a la llama con el batefuegos, cuando llevábamos una hora y media haciéndolo ya estábamos reventados. Trabajar con la llama tiene una briega increíble, la verdad. Luego es gratificante", detalla el agente.
"El fuego no perdona, es un riesgo increíble"
Es gratificante también por cómo en muchas ocasiones salvan las vidas de los animales. "Un compañero pudo liberar a una cervatilla que se encontraba atrapada en una alambrada y pudo salir corriendo del fuego, pero vimos muchos animales, perdices asustadas, muchas aves", explica.
La Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente afirmó que el incendio ha afectado de manera parcial a las zonas de cría de tres de las once hembras de lince que desarrollan esta actividad en el entorno. Actualmente, la densidad de conejo en esta área "es muy baja", lo que hace que la productividad de las hembras reproductoras sea reducida y en su mayor parte esté asociada a territorios en los que se realiza alimentación suplementaria, por lo que esto empeora la situación.
No obstante, el agente y sus compañeros son conscientes del riesgo que corren cuando realizan su trabajo. "A la hora de montarte en el helicóptero, ese el mayor riesgo que hay y luego con las llamas, en el incendio imagínate que hay una reproducción por abajo y tú estás arriba y estás muy agotado y te cuesta huir, llegas a un sitio y hay una alambrada, no puedes escapar, eso va a por ti y el fuego no perdona, es un riesgo increíble, la verdad", expresa.
Todo el riesgo que corre le merece la pena porque está enamorado de su trabajo y el monte es lo que le aporta alegría en su día a día. "Mi trabajo es lo mejor que tengo. El dinero casi que no me importa. Una de las cosas que más me gusta es el compañerismo que tenemos, la familia que se crea. El trabajo en sí, lo que es trabajar la llama, en invierno cuando estamos con la desbrozadora y las motosierras limpiando montes, sabiendo que eso luego es un bien de cara al verano", cuenta.
El agente también incide a la urgencia de relevo generacional. No hay mucho personal de su edad ni más jóvenes. La mayoría de los que están tienen una media de 55 años y los derivan a las casetas de guardia o con los grupos de apoyo. "Es un problema porque de aquí a unos años no va a haber apenas efectivos", concluye.
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