Francisco Juan Martínez Rojas: “El Papa Francisco ha roto moldes. Tenía una predilección por los últimos, por los pobres”
SOCIEDAD
El deán de la Catedral de Jaén destaca su "magisterio de gestos" y analiza la huella que deja en la Iglesia este papado rupturista con acento español

Jaén/Tras los rigores de la Semana Santa, propios del cargo, el deán de la catedral de Jaén atiende la llamada de Jaén Hoy en casa, donde ha conocido la noticia del fallecimiento del papa Francisco. De él habla en presente y con la admiración confesa hacia un pastor de la Iglesia que ha roto muchos moldes y que siempre tuvo predilección por los últimos. No era un verso suelto, aunque su impronta, personalidad y sus debilidades sociales supusieran un cambio de registro que se analizará estos días. De la imagen del domingo, arropado por los fieles para felicitar la Pascua, a la noticia de su fallecimiento:
Respuesta.Salió al balcón a felicitar la Pascua, estaba muy cuidado, pero no estaba bien. El problema que se planteaba ahora era si él podía seguir con el ritmo de vida que llevaba, porque había quedado muy condicionado por su salud. Lo que había tenido era bastante fuerte para continuar con el gobierno de la iglesia, aunque él había dicho que los papas no se jubilan.
Pregunta.Una valoración apresurada del pontificado de Francisco
R.Ha roto moldes en muchos sentidos, en primer lugar, es un papa jesuita, cosa extraña, porque San Ignacio de Loyola, en las constituciones de la Compañía de Jesús, había dejado escrito que los jesuitas no aceptaran ser obispos ni cardenales. Eso, al tiempo, por necesidades en los países de misión, tuvo que dispensarse. Su procedencia latinoamericana ha roto un eurocentrismo que había dominado el papado desde siglos, eso ha marcado un nuevo modo, en cierto modo, más fresco, más espontáneo en las relaciones y en las misiones del papa, que ha resultado llamativo frente a lo que se había conocido hasta ahora.
P.Con un marcado acento social
R.Tiene una predilección especial por toda la cuestión social, condicionado por la propia situación de Hispanoamérica, por las desigualdades, la pobreza y la marginación que se vive allí con una virulencia mayor. Tuvo una predilección por los últimos, por los pobres. Ya lo hacía en Buenos Aires (Argentina), los Jueves Santo los celebraba en la cárcel, lavando los pies a los presos. Una tradición que ha mantenido, aunque este último Jueves Santo, por su delicada situación, no pudo hacerlo, pero sí fue a la cárcel de Roma. Es significativo decantarse por esta opción. Igualmente, en los viajes apostólicos de estos doce años de papado se decanta por países no visitados, va a los últimos, los que no cuentan. Y todo condicionado por la salud, no tenía un pulmón completo, también tenía que cuidarse.
P.¿Mantendrá la Iglesia su legado, su perfil?
R.No sé, es difícil de saber. En cuestiones de magisterio, en cuestiones sociales, Juan Pablo segundo dejó un legado importante. El Papa Francisco, más que discursos, se ha centrado más en los gestos, era el papa de los gestos. Más que de un corpus doctrinal en temas sociales como el de Juan Pablo II. Francisco era más el magisterio de los gestos. Hay unas bases comunes, pero luego está la personalidad de cada papa. Su experiencia previa, de dónde viene. Pero también, en cada momento, antes del cónclave, las congregaciones de los cardenales se debaten sobre la situación de la Iglesia. En este sentido, se sientan las bases de lo que se va a pedir al próximo papa qué haga. Esto lo repetía mucho el Papa Francisco, “yo estoy haciendo lo que me pidieron los cardenales”.
P.¿Hay quienes, valorando ese carácter rupturista, esperaban o exigían cambios más profundos?
R.Se debe a una hoja de ruta. Si los procesos en la sociedad tienen su ritmo y su tiempo, en la Iglesia más todavía, hablamos de una institución global como la Iglesia, con cerca de 1.200 millones de fieles, los cambios no son de un día para otro. Pero se van asentando, desde el Concilio Vaticano II, cada Papa, en función del contexto histórico que le ha tocado vivir, sienta las bases de su magisterio. En una continuidad general, pero con sus particularidades.
P.¿Y desde el punto de vista de la Iglesia española, que ha supuesto este papado?
R.La llegada del Papa ha sido fundamental. No hay que olvidar una cosa, es el primer papa que habla, piensa y reza en español. El 60% de los creyentes así lo hacen... se quiera o no se quiera, con leyendas negras o grises, eso ha sido labor de España a lo largo de los siglos. Ha habido una aceptación y una simpatía general y también con respecto a los obispos.
P.¿Y en la distancia corta?
R.Recuerdo, en 2014, la visita “ad limina” (la visita que los obispos diocesanos deben realizar a los templos de San Pedro y San Pablo, en Roma, para informar al papa de las diócesis que gobiernan) donde acompañé al obispo Ramón del Hoyo, el papa se sentía muy bien con los obispos. Ante los de Andalucía, Canarias y Extremadura, tenía un discurso preparado, pero dijo: “Esto luego lo leéis”. Pudimos hablar y preguntar. Salieron muy encantados, porque en la distancia corta es un hombre que engancha y, luego, sobre todo, con una fraternidad, porque tuvo una experiencia pastoral muy rica, con conocimiento de los problemas que le podían trasladar y darles una respuesta sabia. No hay que olvidar que es jesuita, de San Ignacio de Loyola, del discernimiento ignaciano, de ver lo que hay que hacer en cada momento. Es particularmente, una de las cosas que más me han gustado. Todas las catequesis que él ha dedicado al discernimiento. Demuestra un conocimiento muy importante de esta tradición, algo muy práctico para alguien que tiene que tomar decisiones. Es un magisterio, en ese sentido, muy rico.
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