EN LINEA
José Manuel Serrano
Una guerrillera contra la Junta
PATRIMONIO
Con el cielo a punto de derramar sus tradicionales Perseidas o lágrimas de San Lorenzo era inevitable aprovechar las circunstancias para indagar en el pasado y conocer a fondo la historia de este santo y el templo levantado en su honor en pleno casco antiguo de Jaén. Probablemente más de un vecino del barrio de San Juan haya paseado a diario bajo el imponente arco de piedra que divide en dos la calle Almendros Aguilar. Sus muros todavía hoy alimentan la leyenda del Padre Cañillas y albergan en su interior los vestigios de un patrimonio singular y poco reconocido por la ciudadanía.
Lo cierto es que esta arcada y su torreón anexo son los vestigios visibles de lo que fue en su día la iglesia de San Lorenzo, un templo erigido entre los siglos XIII y XIV para honrar al mártir de la parrilla. De su aspecto apenas conocemos mucho, salvo algunas recreaciones históricas y su disposición: de una sola nave y con acceso principal por el atrio, aún presente, en la calle San Lorenzo. Debió de ser una parroquia de cierto renombre en la ciudad, o al menos eso atestiguan las diferentes vicisitudes que sitúan personalidades variopintas en torno a ella.
Se dice que el cadáver de Fernando IV "El Emplazado" fue velado en este edificio tras su trágica muerte acontecida el 7 de septiembre de 1312. Llama también la atención cómo la pequeña capilla existente en el interior del arco, tal y como detala una antigua inscripción, actuó como titular del desaparecido Hospital de la Madre de Dios, fundado en una casa aledaña por el hijo del Condestable Iranzo en torno a 1491. Quizá por esta misma razón en su interior fuese sepultado el secretario del propio Condestable, Juan de Olid.
Sería casi un siglo después cuando sus paredes recibiesen la visita de un nuevo personaje de cierto calado social: en su pila bautismal recibió este sacramento Maximiliano de Austria, tío de Carlos I, en 1555. Además, la capilla anteriormente mencionada sirvió de igual manera para el primer Seminario Conciliar de Jaén. A pesar de todos estos hechos, el tiempo y el abandono de los siguientes siglos propiciaron el derrumbe de esta iglesia en 1825. Fue entonces gracias a la lucha ciudadana de varios jiennenses que logró salvarse el arco que hoy conocemos tras su declaración como Monumento Nacional 1877.
Esta batalla contra la campaña a favor de su completa demolición permitió salvaguardar el tesoro artístico de esta singular edificación hasta nuestros días. Su interior, para sorpresa de muchos, alberga yeserías moriscas de gran relevancia y una colección de azulejería mudéjar comparable a la existente en la Alhambra de Granada. Este tipo de piezas alicatadas apenas han sobrevivido a lo largo y ancho de nuestra provincia, pues tan solo existen unas muestras similares pertenecientes a la antigua ermita de Santa Ana en Torredelcampo.
No obstante, conviene destacar que, tras su derrumbe, la parroquia y el archivo junto a una parte de su patrimonio artístico fueron repartidos entre San Bartolomé y el convento de La Merced. De hecho, todavía hoy podemos admirar algunos de aquellos tesoros: como una parte del retablo de Ánimas a través de la mesa que utiliza durante sus cultos la hermandad de Los Estudiantes, o el lienso del Cristo de las Injurias, entre otros.
En su historia más reciente, es reseñable su profunda restauración llevada a cabo en 1969 por la Dirección General de Bellas Artes, dirigida por el querido arquitecto jiennense Luis Berges, y su posterior nombramiento como sede de la Asociación Amigos de San Antón. Al empeño y el esfuerzo de quienes vieron en este robusto arco un patrimonio inconmesurable les debemos ahora uno de los principales atractivos del casco antiguo. Quizá desconocido para muchos, pero una joya silenciosa para otros...
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