David Uclés, escritor: "No voy a poder componer nunca una carta de amor tan grande a Jaén como este libro"

LITERATURA

Su última novela, 'La península de las casas vacías', plantea una historia sobre la Guerra Civil española en clave de realismo mágico y con un pueblo jiennense como principal escenario

Luisje Moyano, director de cine jiennense: "Espero y sueño rodar por la ciudad de Jaén"

El autor de 'La península de las casa vacías', el ubetense David Uclés.
El autor de 'La península de las casa vacías', el ubetense David Uclés. / EFE

Jaén/Se ha convertido en una promesa literaria surgida desde las entrañas de nuestro olivar. Lo cierto es que este ubetense apenas empieza a colarse entre las recomendaciones de los libreros, sobre todo tras la publicación de su última novela: 'La península de las casas vacías'. Su eje central, la Guerra Civil española, se esgrime desde una óptica inesperada para este contexto histórico, concretamente en lo que se denomina "realismo mágico".

A lo largo de más de 700 páginas, David Uclés plantea la historia de una familia de Jándula, un pequeño pueblo fuertemente inspirado en en el municipio de Quesada. Así, entre la realidad y la ficción de sus personajes, el lector podrá recorrer escenarios tan dispares como la "Desbandá" de Málaga o la batalla del Ebro. El costumbrismo y la innovación literaria se toman de la mano en esta novela que sorprende desde su propio argumento.

Este escritor es, además, licenciado en Traducción e Interpretación y uno de tantos jiennenses con talento fuera de su tierra. Se confiesa una persona multidisciplinar, con cierto interés por la escritura desde siempre. Ahora, mientras viaja de un lado a otro en la promoción de esta obra, desde Jaén Hoy hemos querido acercarnos hasta su firma para tratar de conocerlo un poco mejor.

Pregunta.¿Quién es exactamente David Uclés? ¿Se puede decir que es un contador de historias hecho a sí mismo?

Respuesta.Pues soy un contador de historias, sí. Me gusta el término. Me gusta pensar en la literatura como un vehículo para contar historias y transmitir imágenes bellas que uno va encontrando durante el viaje y luego dárselas al lector. 

P.Aunque su nombre viene pisando fuerte ahora en el sector literario, ya tiene dos novelas publicadas con anterioridad: 'El llanto del león' y 'Emilio y Octubre'.

R.Bueno, ‘El llanto del león’ debió de ser publicado por la pandemia en 2019, hace ya cinco años. Luego, las novelas tienen un periodo propio de creación anterior. Desde los 27 estoy intentando abrirme camino, aunque desde los 19 escribiendo. Ha sido un proceso muy largo, como cuando pones una fila de piezas de dominó y van cayendo poco a poco. No he tenido ese golpe de suerte que tienen otros de contar con un padrino o que una editorial potente apueste por ti desde el principio. La primera vez que contacté con una editorial fue hace 13 años, por lo que ha sido un proceso muy dilatado en el tiempo.

P.Su última novela, 'La península de las casas vacías', es una historia escrita en clave de realismo mágico, pero ¿cuánto de real hay en la familia de Odisto?

R.No podría dar un porcentaje, está todo muy mezclado: nombres de familiares y anécdotas suyas mezcladas con ficciones, testimonios que he cogido por toda la península, otros que he leído en documentos y archivos… Todo lo mezclé, como si hubiera cogido una batidora. Familiares míos sí que reconocen algunas cosas, pero tampoco tanto como yo. Al final no es importante saber cuánto hay de mí, sino más bien cuánto hay del país. El libro es el que debe de tener toda la atención y no el autor.

P.La historia de esta obra fluye y se permite sus licencias en mitad de un conflicto bélico. ¿Por qué escoger una época tan oscura?

R.Pues porque las historias que me contaba mi abuelo materno ocurrían durante la guerra. Sí es verdad que a la hora de escribir una épica, una guerra encaja bien. Yo quería escribir una novela muy ambiciosa, con un héroe anónimo y campesino que hace un viaje de ida y vuelta… Es un libro que tiene muchas cosas dentro. La Guerra Civil me permitió que fuese un buen campo de cultivo para una historia así.

P.¿Y ha sido un escollo el rigor histórico a la hora de escribir?

R.No, al contrario. Podría excusarme en que se trata de una ficción e inventarme la historia, con cualquier licencia. En este caso sí que opté porque tuviese un rigor histórico, es decir, todo lo que narro sobre la guerra sucede tal y como fue para que el lector, por lo menos, aprenda. Me he podido equivocar seguro, pero como lo hace cualquier historiador, puesto que la historia no es una ciencia exacta.

P.Además, el realismo que se plantea y la descomposición de esta familia protagonista puede recordar en cierta forma a la obra de García Márquez. ¿Es una inspiración para su escritura?

R.No, fue más bien una motivación. Yo leí las primeras 20 páginas de ‘Cien años de soledad’ a los 19 y pensé: “Quiero hacer un Macondo íbero”, pero no lo leí por completo. De hecho, decidí leerlo cuando terminase mi propio Macondo para que no hubiera contaminación ni influencia. Sí que han sido una inspiración otras obras como 'El tambor de hojalata', 'Hijos de la medianoche' o 'El palacio azul de los ingenieros belgas'.

P.Algo que puede interesar a un lector jiennense es el pueblo donde transcurre parte de la narración, Jándula, un reflejo alternativo de Quesada. ¿Ha sido necesario pasear por sus calles para confabular cada escenario?

R.No ha sido necesario porque Quesada es mi pueblo. Toda mi familia sin excepción proviene de Quesada. Yo me he criado entre Úbeda y Quesada, por lo que es parte de mi escenario. Cierro los ojos y tengo el mapa en mi cabeza, si bien debo decir que Quesada es lo que se dice un trasunto de Jándula: he respetado los nombres de las calles, el fervor por la Virgen o los nombres que se ponían. Hay algunos lectores que están yendo al pueblo ahora para conocer los lugares donde transcurre la novela porque, insisto, no es como Macondo. El caso de Jándula existe, solo que cambié el nombre por esa cosa que hacemos los escritores de realismo mágico.

P.Hablando de narración, esta historia rompe los esquemas de cualquier narrador omnisciente, hasta el punto de que interviene como un personaje más en la trama.

R.Como no tenía ningún editor ni he ido nunca a un curso de escritura creativa, he leído cosas muy dispares y comprendí que la labor del narrador es hacer lo que quiera. El papel es un lugar sagrado para mí donde yo puedo hacer lo que se me ocurra. Desde ese ingenio quise jugar e innovar, algo que es muy difícil ya en literatura. Quizá que el narrador intervenga tanto es un reflejo de esa libertad que yo mismo asumí.

P.En qué momento se encuentra David como autor, ¿hay algún borrador activo ya de por medio para una próxima publicación?

R.Sí, antes de publicar ‘La península de las casas vacías’ ya había terminado una novela breve sobre Barcelona que probablemente sea la próxima que publique. Ahora no tengo mucho tiempo con la promoción, que está siendo muy intensa y no paro.

P.Una pregunta obligada: a menudo los 'bestsellers' recrean sus historias en torno a las grandes metrópolis, reales o ficticias. ¿Seguirá presente su tierra en nuevos proyectos?

R.Sí, porque quizá haga una segunda parte. Tengo algunas ideas futuras para ambientar alguna novela en Úbeda, así que sí que la tengo presente. Aun así, no voy a poder componer nunca una carta de amor tan grande como la que he hecho ahora a Jaén. La novela tiene muchas cosas, pero sobre todo es eso. A mí me ha cambiado mucho la construcción de la historia, tanto que, por ejemplo, hace unos años me preguntaban donde quería morir. Tengo una arritmia y de vez en cuando me da algún susto, así que de broma a veces le decía a mi padre: “Quiero que me entierres en Santiago de Compostela”. Yo he vivido cuatro años y me encanta, pero últimamente, después de publicar el libro, le he dicho a mi padre: “Te acuerdas lo que te dije? Pues no, me entierras aquí en Jaén”. 

La romería de la Virgen de Tíscar.
La romería de la Virgen de Tíscar. / Zabaleta

P.Es necesario ese cambio de visión.

R.Ahora que estoy cada día en una provincia diferente estoy recibiendo palabras muy bonitas de la gente hacia Jaén. Es una tierra que la encuentran muy bella, creo que incluso más de lo que lo hacemos nosotros. Hay una belleza obvia en Úbeda, Baeza, y la tierra de Cazorla, pero esos pueblos blancos y tranquilos en una ladera, con su olivar alrededor, ofrecen una estampa muy especial. El paisaje del olivar tiene mucha fuerza y es propio de nuestra tierra. Me asombra eso: muchas veces pensamos que no es tan bonita, pero sí que lo es. En nuestro caso nos hemos martirizado sin sentido.

stats