El curioso rito que conserva un pueblo de Jaén en torno a su Cristo Yacente

COFRADÍAS

Es una de las pocas localidades de Andalucía que conserva una talla articulada para representar el pasaje evangélico en el que Jesús es descendido de la cruz

Un tanque de guerra, una Virgen que corre y otras curiosidades cofrades de la provincia de Jaén

Desenclavamiento del Cristo Yacente.
Desenclavamiento del Cristo Yacente. / foto caremlo

Arjonilla/Hay quien podría pensar que la Semana Santa permanece anquilosada en un modelo que se ha venido repitiendo generación tras generación, pero lo cierto es que su celebración ha evolucionado a la par que lo ha hecho la propia Iglesia. Es difícil imaginar hoy cómo debieron de ser aquellos primeros Viernes Santo, en los que la lectura de la Palabra iba a menudo acompañada de un auto o representación teatral de lo más elocuente. Las reformas de la liturgia y el propio interés de las hermandades por procesionar sus imágenes en la calle terminaron por relegar a un segundo plano toda clase de interpretaciones dramáticas relacionadas con la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

No obstante, existen todavía un puñado de localidades que conservan el cariz de antaño y añaden a sus cortejos variopintos personajes que encarnan toda clase de figuras bíblicas, como es el caso de Alcalá la Real. Un rito bastante habitual en siglos pasados centraba su atención en el momento del desenclavamiento y descendimiento de Cristo de la cruz, para lo que se utilizaba una imagen articulada del mismo. Existen evidencias de que este acto se celebraba con gran solemnidad en municipios como Torredelcampo o incluso Jaén capital, con la talla actual del Calvario.

Las propias modas y una concepción más orientada a la salvaguarda del patrimonio provocaron que este tipo de articulaciones dejasen de existir tras diferentes procesos de restauración en las imágenes habilitadas para ello. Así, en la actualidad tan solo unos pocos municipios de toda Andalucía conservan casi intacta esta curiosa costumbre. Entre ellos se encuentra Cantillana y un pequeño pueblo de Jaén: Arjonilla.

Preparación del paso del Cristo Yacente de cara al Viernes Santo.
Preparación del paso del Cristo Yacente de cara al Viernes Santo. / Pedro M. Vela

El desenclavamiento

La tarde del Viernes Santo convierte cada año el presbiterio de la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación en un Gólgota improvisado. Ante su altar mayor, el imponente Cristo Yacente que tallase Domingo Sánchez Mesa durante los años 40 se expone crucificado ante los fieles. El inicio de su desenclavamiento y traslado al sepulcro es uno de los momentos cumbre de la Semana Santa arjonillera, tal y como expresa Isabel Salcedo, presidenta de la hermandad del Santo Entierro.

Su marido, Manuel Ruano, conoce bien este ritual que lleva viviendo de cerca alrededor de 40 años. "Existe constancia de que ya hubo un Cristo articulado anterior a este", apunta. Fue ya durante el periodo de posguerra cuando se encargase al imaginero granadino esta portentosa talla que el propio Ruano compara con el crucificado de la Vera Cruz de Jaén, "gemelo, aunque unos años más joven". La apuesta de entonces por mantener una imagen articulada ha sobrevivido a los propios avatares que implica este hecho en la madera. "En alguna restauración nos han advertido del daño que sufre", explica, "así que ahora procuramos llevar todos guantes y hacerlo con sumo cuidado".

Es durante el sermón de las Siete Palabras cuando ocho "hombres santos" vestidos con capa blanca se acercan hasta la escena. "El sacerdote va narrando todo lo que tenemos que hacer". Así, estos hermanos se detienen en cada llaga para meditar ante la cruz en un momento cargado de solemnidad y respeto por parte de los asistentes. Seguidamente, la imagen es trasladada al sepulcro para procesionar. "Se porta para ello con una sábana santa que este año llevamos precisamente de estreno", cuenta.

El entierro de Cristo prosigue después por las calles del pueblo en una procesión capaz de retraer la esencia más añeja de una Semana Santa que perdimos tiempo ha. Los vecinos de Arjonilla, después de todo, han sabido proteger lo más valioso de su patrimonio: la raíz de la tradición misma que los une con sus antepasados. Y será nuevamente en tan solo unos días cuando esa unión se vuelva a hacer patente una vez más.

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