San Lucas, la feria que renace cada año en un cosmos de alegría para Jaén

FERIA

La lluvia dio tregua este viernes a los feriantes para disfrutar de la jornada festiva en un recinto ferial atestado de jiennenses y visitantes hasta altas horas de la noche

Los feriantes valoran los primeros resultados en el ecuador de la feria de San Lucas, en vídeo

Panorámica del recinto ferial en la jornada de San Lucas.
Panorámica del recinto ferial en la jornada de San Lucas. / Esther Garrido

Jaén/En esa diferencia principal entre el norte y el sur dominada por el clima, los andaluces hemos caído en los últimos años en presa fácil de la lluvia. Nos achantamos en cuanto asoma el ancho alero de un paraguas y huimos a nuestras respectivas madrigueras sin importar lo que quiera que cruce nuestras calles y plazas. Ocurre en Navidad, en Semana Santa y, cómo no, en San Lucas. 

Si bien los jiennenses presumimos de celebrar la última gran feria de España, puede que pequemos a la hora de escudarnos en el mal tiempo y tener que responder ante nuestras fiestas. Y si no que se lo pregunten a las generaciones anteriores, esas que han conocido el albero compacto sobre los pies y han tirado de Pilycrim para calentar las gargantas.

Suerte que el tiempo es un ciclo más en esta vida, y como tal, entrega la venia tras sus reveses. A una feria marcada por los cielos rotos y las cortinas intermitentes de chubascos, el día de San Lucas escapaba de esa microestación más propia del norte para regalar a sus ciudadanos una jornada festiva sin grises que opaquen el horizonte. En esa moda reciente de bautizar con nombre propio a las borrascas, bien podría denominarse a esta primera quincena de octubre con uno capaz de resolver la incógnita de si llueve o no.

El 18 de octubre regalaba una mañana clara, con más frío que otra cosa, y un recinto ferial dispuesto a recibir las visitas añoradas de estos días atrás. Ya a mediodía las casetas parecían recibir la respuesta de esta petición con suficiente soltura como para agradecer esta tregua temporal. Eso sí, de nuevo en esa afrenta contra los 18º C que imperaban en la capital, más de una flamenca se arrepentía de vestir volantes al caer la tarde. Pero ya lo dice el dicho: “pa’ presumir hay que sufrir”.

Una feria que acoge

Pasado el mediodía y con una entonación más calmada entre las casetas, no parecen existir forasteros entre los viandantes que cruzan de un lado para otro. Si algo caracteriza a la feria de Jaén es su cálido abrazo al visitante, casi con más empeño que al propio, quizá por eso de que hay que venderse bien para quien viene de fuera. Ante todo, San Lucas es un espacio abierto, lo que supone una notable diferencia con respecto al resto de celebraciones del calendario, cada vez más privatizadas.

Ambiente entre las atracciones durante la tarde del viernes.
Ambiente entre las atracciones durante la tarde del viernes. / Esther Garrido

Desde la flamenca que contonea sus volantes por el Paseo del Caballo a la sonrisa traviesa de más de un crío en los autos locos, son tantos los matices que durante una sola hora se concentran en el recinto que podría adivinarse todo un cosmos creado a imagen y semejanza de lo que debe ser esta tierra. Aun con la campaña de aceituna amedrentando a más de un jornalero, no parece que San Lucas preste sus días de fiesta para el pesar. Con el primer sorbo de un chato en los vinos o unos churritos de vuelta a las tantas, la feria siembra su propia felicidad entre los transeúntes. 

Puede que en esa búsqueda del éxito debiéramos de apostar no tanto por la cantidad de días que aúna la celebración actualmente, sino por la mejora de lo bueno que ya existe, que es mucho. La propia portada del recinto ferial ni siquiera es capaz de rascar la categoría de capitalidad que merece esta fiesta, por no hablar de la decoración impasible de algunas casetas. No es cuestión de mirar al otro lado del valle del Guadalquivir, pero la estética funciona tanto como la práctica en un evento así.

Más allá de esta cuestión, nada parece detener a esta ciudad cuando se trata de celebrar algo. Con la media tarde muriendo entre los postes bicolores del recinto ‘Alfonso Sánchez Herrera’ (que ya podría tener un nombre más lúdico y menos político), la afluencia de público aumentaba con el transcurso de las horas. Y con el encendido de las luces, las familias que se marchaban, cuesta arriba, dejaban paso ya a los grupos de amigos dispuestos a aguantar el tipo hasta la madrugada.

El último fin de semana de feria cumple con creces a las puertas de cerrar nuevamente la temporada de los feriantes, como ese rayito de esperanza resiliente en el cofre de Pandora. A lo mejor será que Jaén solo necesita un buen motivo para salir a la calle y aparcar los problemas a un lado. En octubre, al menos, la jornada de reflexión se extiende durante una semana. Y que San Lucas la bendiga.

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