Todas las cruces son flores y al alba han de fenecer
CRÓNICA
Hasta cuatro desfiles procesionales encumbran la jornada del Jueves Santo en Jaén para culminar con el broche de oro: la mágica madrugada de El Abuelo
El Abuelo y Jesús Resucitado: las dos imágenes de Jaén que procesionarán dos veces en 2025

Jaén/En el día del amor fraterno es menester que se cumpla el refranero y el sol brille con más fuerza que nunca. La luz del Jueves Santo, todavía surgiendo en el amanecer, abandonaba el remanente del frío imperante durante toda la noche. A este cielo límpido se sumaba también el gris de un hábito desconocido hasta entonces en la Semana Santa jiennense: más de un centenar de capirotes cruzaban el centro histórico en una mañana que el propio público cofrade hacía por encajar en sus horarios con notable soltura.
Incluso con la intempestiva hora escogida por la Sagrada Lanzada para realizar su salida penitencial se respiraba cierto nerviosismo en el entorno de La Glorieta desde primera hora. Las enormes puertas de la Inmaculada y San Pedro Pascual dejaban escapar una imponente escena en la que hasta las golondrinas de la mañana querían estar presentes. Los más puristas podían imaginar así la memoria desaparecida de la antigua cofradía de las Cinco Llagas que tanta fuerza debió de tener en el pasado cofrade de Jaén.
El portentoso crucificado de las Aguas captaba una de las instantáneas más repetidas por las cámaras durante su ruta hasta la Carrera Oficial. La señorial Carrera de Jesús ofrecía para ello una perspectiva única en la que recortar este Calvario sobre la fachada principal de la Catedral, tanto en su ida como en la vuelta. El estreno, desde luego, sentaba un precedente para poner en valor esta arteria de la ciudad que añade siempre un valor sensacional a las procesiones que discurren por este entorno.
Asimismo, era de destacar la gran cantidad de público dispuesto a acompañar a esta hermandad en una mañana esplendorosa. Su extenso cortejo, más propio de una corporación veterana, demostraba la capacidad de sus hermanos para exponer una estación de penitencia a la altura de las circunstancias. Con el sueño ya cumplido, les toca ahora seguir trabajando para hacer todavía más grande su mensaje evangelizador.
Calvarios de antaño
El Jueves Santo es día de cruces, al fin y al cabo. Los portentosos crucificados históricos de la Semana Santa jiennense ponen el sello distintivo a una jornada de gran raigambre entre los cofrades. El primero, el de la Vera Cruz, partía desde San Ildefonso en una cita que mantiene el sabor de antaño y continúa conmoviendo al espectador. Hablamos de la cofradía más antigua de la ciudad, aunque los avatares del tiempo hayan terminado haciendo mella en su patrimonio. Lo que permanece intacto después de todo es la devoción que los vecinos de esta feligresía profesan al Señor del Trueno.
Tras su elevado Calvario procesiona uno de los mayores joyeros de la tarde. La dolorosa de la Guardia Civil, como bien presume en su acompañamiento, desfila cada año bajo un palio que representa uno de los conjuntos del bordado más valiosos de la capital jiennense. La Virgen de los Dolores, entre la angustia de sus pucheros y el arrebol de sus mejillas, recoge las oraciones de un pueblo que terminan por hilarse en los caracolillos de su manto. De belleza sin par es, sin duda, cada resquicio de su paso.
Y si hay una imagen que sobrecoge a pie de calle esa es la del Cristo de la Expiración, una talla que bien podría merecer la etiqueta de preservar el mejor ejemplo de la imaginería barroca en la provincia. La torsión de su cuerpo enclavado en la cruz frente a la altura de los naranjos que envuelven su parroquia es la estampa ineludible de cada Jueves Santo. Desde su compleja salida de San Bartolomé a su entrada en Carrera Oficial no hay rincón que se resista a este elegante cortejo que cuenta con uno de los itinerarios más hermosos de la nómina cofradiera.
También el palio de la Virgen de las Siete Palabras cerraba de forma espectacular una hilera interminable de nazarenos y mantillas. La apuesta estética de esta hermandad destila buen gusto para el que contempla su cortejo por primera vez. A buen seguro que la reforma planteada sobre el paso del Cristo en los próximos años añadirá aún más fuerza si cabe a ese pasaje que representa: el último aliento del Hijo de Dios antes de morir.
Toma tu cruz y sígueme
Y la noche rápidamente se entregaba a un Vía Crucis que escala las pendientes de la ciudad. En el lejano barrio de Peñamefécit la hermandad del Gran Poder y la Virgen del Dulce Nombre es un referente importante en la actividad diaria de sus vecinos. Por ello, quizá, es el propio barrio quien hace de Cirineo en esa subida hasta el centro de uno de los pasos de misterio más sorprendentes de Jaén. "Toma tu cruz y sígueme", parece verbalizar la preciosa talla de este nazareno con la cruz al hombro que siente el consuelo de su Madre en un instante eterno.
Desde que esta cofradía modificase su salida para hacerlo en la noche del Jueves Santo todo han sido ventajas traducidas en un crecimiento exponencial de sus hermanos de luz y, por qué no, de la propia compañía del pueblo. Su regreso entrada ya la noche por la calle Gran Capitán es una explosión de sensaciones donde la bulla se entremezcla con la lluvia de pétalos que alfombran el asfalto. El movimiento de su paso, además, es una lección de maestría y compañerismo en una cuadrilla que no necesita medallas para saber que hacen bien su trabajo.
Casi en una réplica de ese camino al Calvario en el que Cristo cae tres veces, justo cuando su cruz de guía hacía entrada en Santa Cruz, la algarabía de los cantones respondía en un masivo aplauso ante la salida inminente de Nuestro Padre Jesús. Todo es caos en la madrugada jiennense, y, al mismo tiempo, existe un orden para cada cosa. La salida de la Verónica captaba los primeros vítores de una noche larga en la que el fervor más auténtico toma forma hasta en el más incrédulo. Como Santo Tomás: hay quien solo necesita ver para creer.
"¡Viva el Abuelo!"
La marcha de Cebrián despertaba del letargo a las miles de personas congregadas en el entorno del Santuario Camarín. Puede que su musicalidad tenga algo que ver en esa aura de misticismo que sobrecoge al alma sin importar las veces que se repita. Al compás de sus notas, el Señor de Jaén mecía su cruz en una balanza de las promesas de los hombres y mujeres que elevan sus oraciones a una imagen que despierta el sentir del pueblo. El Jesús que trae las lluvias y amaina tempestades mantenía en vilo a sus devotos con cada paso hacia el relicario de su Santa Faz.
El encuentro con la Virgen de los Dolores, entre lo desmedido y lo inmortal, recreaba un lienzo de sabor inigualable cuando las agujas de la Catedral marcaba las seis menos cuarto de la mañana. Permítanle a este cronista, eso sí, lanzar un órdago a favor de ver el palio de esta dolorosa en un cortejo completo por las callejas de La Merced. Puede que el hecho de evitar escindir la procesión en dos ayude a favorecer su devoción.
Moría así la noche y nacía la luz del día, ya en Viernes Santo. El mismo sol alumbraba con temor el rostro sereno de Jesús en su ascenso por la calle Campanas mientras todo un mapa genealógico se concentraba en la plaza de Santa María para despedirlo. Esa es la gran llave que sostiene el Señor de los Descalzos: abre el corazón a quien se presta a hacerlo, sin diferencias. Y precisamente en su camino tanto hombres, mujeres, como niños encuentran el latido de un sentir que forma parte de nuestro ser.
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