Desolación en un Martes Santo completamente roto

CRÓNICA

La lluvia impide procesionar con normalidad a las hermandades del Divino Maestro y la Clemencia mientras el Silencio opta por suspender su salida penitencial ante la aparición de chubascos

Más de 100 nazarenos saldrán por primera vez desde San Pedro Pascual: "Llega el día que tanto soñamos"

La Clemencia sale desde la Catedral tras refugiarse de la lluvia.
La Clemencia sale desde la Catedral tras refugiarse de la lluvia. / Esther Garrido

Jaén/Como el raudal con el que comparte nombre, La Magdalena recogía las lágrimas derramadas sobre la ciudad desde bien temprano. A pesar del vaivén constante de las nubes, los cofrades de la Clemencia se reunían en torno a la gran familia que conforma su parroquia: padres, hijos, abuelos... Son el legado que pervive en las generaciones, un ejemplo auténtico de lo que supone hacer cofradía. Así, sus tres devociones atendían las miradas suplicantes del pueblo bajo las bóvedas del más vetusto de nuestros templos.

Afuera, la muchedumbre se concentraba bajo el paraguas a la espera de conocer una decisión firme ante la aparición de algunos claros. Al otro lado del casco antiguo, donde las cuestas hacen balance con la propia campiña, la hermandad que es escuela al mismo tiempo asistía a una lección particular. Los nazarenos del Divino Maestro llenaban el polideportivo del centro en un lienzo cerúleo que más de uno soñaba con replicar en el cielo. Con firme valentía llegaba rápida su decisión para realizar su salida penitencial en un pulso al tiempo que se mantenía durante las horas siguientes.

La emoción en La Magdalena, no obstante, llegaba con la primera saeta en el interior de la iglesia, donde la Clemencia asumía con gran clamor el retraso de su salida para, finalmente, sumarse a esta jornada de nubes grises. El Cristo de la Caída recogía a su salida los vítores de una multitud deseosa de ver a estos tres pasos de camino al centro. Ni siquiera la Virgen del Mayor Dolor, con la agradable compañía del evangelista recién restaurado, parecía inmutarse ante el frío viento que empezaba a colarse bajo sus faldones instantes después de alcanzar Millán de Priego.

Paso de palio de la hermandad del Divino Maestro.
Paso de palio de la hermandad del Divino Maestro. / Esther Garrido

Tras el misterio del Lavatorio de Cristo a los apóstoles caminaba el gran estreno de la jornada: la Virgen del Amor. Precisamente este segundo palio de la jornada portado por costaleras dejaba entrever la necesidad de poner en valor la figura de la mujer cofrade en la capital jiennense. Lejos de las clásicas mantillas que acompañan en los tramos de las dolorosas, es evidente que su presencia se hace indispensable hoy para crecer y completar el mensaje evangelizador que afrontan las hermandades.

La Catedral ofrece cobijo

Sorprendían las largas filas de nazarenos reunidas en torno a los dos únicos cortejos en la calle, un hecho verdaderamente significativo para los tiempos que corren. Y justo cuando todo marchaba con cierta tranquilidad en plena Carrera Oficial, el cielo decidía descargar una incesante cortina de lluvia sobre los presentes. El caos generado en torno a los paraguas propiciaba un panorama de confusión absoluta en torno al más mínimo movimiento de ambas cofradías. La del Divino Maestro rápidamente ascendía la calle Campanas para refugiarse en la Catedral.

Desde la Plaza de la Constitución, mientras tanto, se adivinaba la imponente figura del crucificado de la Clemencia recortada bajo un plástico con el que salvar la imagen del líquido elemento. Con más calma de la esperada, incluso, la compañía del público resistía bajo un aguacero gélido. Después de unos minutos en los que el tiempo cedía algo de normalidad a la tarde, la procesión del Divino Maestro salía de nuevo dispuesta a buscar su colegio. Por su parte, el Cristo de la Caída enfilaba la calle Maestra al compás de 'Costalero'.

El palio del Mayor Dolor regresa a su barrio.
El palio del Mayor Dolor regresa a su barrio. / Esther Garrido

Lamento nocturno

Poco duraba la calma con la rápida aparición de un nuevo chubasco que intercambiaba los papeles entre las dos hermandades: el palio del Amor completamente empapado en calle Almenas y el de Mayor Dolor revirando en un instante al templo catedralicio. Conviene cuestionarse en este momento las serias dificultades existentes en la Semana Santa jiennense a la hora de acceder al templo mayor de la Diócesis en caso de lluvia. Plantear la opción de hacer estación de penitencia en su interior puede ser un galimatías menor si antes conseguimos resolver la convivencia de los cofrades en un momento gris.

Ni entre tanta oscuridad la tenue luz del Silencio dejaba escapar un rayo de esperanza siquiera en una jornada ya deslucida por el temporal. Las continuas precipitaciones tras un margen de retraso considerable dejaban finalmente a esta corporación sin la posibilidad de poner su cruz de guía en el dintel de Cristo Rey por segundo año consecutivo. Las largas hileras de farolillos se perdían así en un voto de silencio con sabor agridulce para los cofrades. Sin espacio tampoco para el optimismo, las calles recogían el último aliento de un sueño truncado.

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