Una cofradía del siglo XVI con 200 miembros secretos y jiennenses dispuestos a "defender la limpia concepción de la Virgen"
COFRADÍAS
Esta institución inmaculista fundada en el año 1515 en la iglesia de San Andrés de Jaén persiste en la actualidad y mantiene sus estatutos originales
La hermandad de la Sentencia presenta su hábito nazareno y fija su primera salida en 2026
Jaén/Corría el año 1515 cuando un ilustre jiennense cercano a la Santa Sede, Gutierre González Doncel, obtenía el privilegio de fundar una notable capilla y cofradía para el culto a la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Más de 300 años antes de que esta doctrina fuese declarada como dogma de la Iglesia Católica por Pío IX, este visionario sentaba las bases de este culto en Jaén con una institución que pretendía, además, dotar a doncellas para el matrimonio, vestir a pobres y enseñar a los niños a través de sus escuelas. Entre los requisitos fundamentales para formar parte de ella: ser hombre y nunca sobrepasar la cifra de los 200 componentes.
Cinco siglos después, esta noble cofradía puede presumir de haber sobrevivido a innumerables conflictos y sucesos de notable calado social a lo largo del tiempo. Su asentamiento durante el siglo XVI en la antigua iglesia de San Andrés, en plena Judería, le valió para pasar desapercibida frente a una sociedad a veces inconsciente del valor patrimonial que posee. Su fundador entonces, Gutierre González, llegó a alcanzar el papel de tesorero y protonotario del papa León X, un vínculo que le permitió sin duda alguna afianzar la riqueza histórico-artística que alberga este templo.
La colección de obras que aglutina este monumento requiere por sí misma de un catálogo propio para darlas a conocer. No obstante, más allá del patrimonio material que exponen sus retablos, destaca la historia de su corporación, diluida entre el secretismo social y la rumorología de otras épocas. Hace unos días contábamos en Jaén Hoy el interesante legado que ha dejado esta pequeña iglesia para los vecinos de la capital. De hecho, la impresionante reja que elaborase el maestro Bartolomé para flanquear la Santa Capilla es tan solo la punta del iceberg.
Tras dejar de funcionar como parroquia a mediados del siglo XIX, la propia junta llega a un acuerdo con el Obispado para ocuparse de su mantenimiento y culto, de manera que hoy en día pueden celebrarse bodas en su interior siempre y cuando lo autorice el capellán y párroco de San Juan. Por otro lado, resulta curioso saber que el fundador de esta insigne obra social no llegó a conocer nunca su proyecto, pues González Doncel fue duramente martirizado y, según apuntan algunos estudiosos, dictó su última voluntad a través de una ventana con los testigos en la calle debido a una epidemia. Ya lo dice San Pablo: "los caminos del Señor son inescrutables".
Sea como fuere, nuestra fuente de rigor para elaborar este reportaje pasea con cierta familiaridad cada semana entre los bancos de San Andrés. Se llama Emilio Ortega, cumple las funciones de secretario de esta curiosa cofradía y hace las veces de guía oficial para mostrar al resto de la ciudad este templo que, insiste, "no fue nunca una sinagoga, pues no hay indicios de ello".
'Sine Labe Concepta'
El culto a la Inmaculada Concepción de María mantiene, entre otras cosas, que la madre de Jesús fue preservada del pecado original desde el momento de su nacimiento, una virtud que ostentó durante el resto de su vida. Este tema iconógrafico de la Virgen en actitud orante y con los colores propios de su pureza virginal (el blanco y el celeste) fue una representación bastante habitual en el siglo XVII. Sabrán los lectores que a nuestros días han llegado las clásicas pinturas inmaculistas de Murillo, Valdés Leal o Zurbarán, por ejemplo.
La imagen que hoy venera esta cofradía jiennense con la misma advocación es una pequeña talla de Felipe de Mesa del año 1735. Lamentablemente, no suele procesionar, pues tal y como expresa Ortega, "es una corporación más del estilo de las italiana de la época". Su pequeño tamaño tampoco pasa inadvertido en el impresionante camarín donde recibe la veneración de los fieles durante todo el año.
Si bien es cierto que ha llegado a salir en rogativas en contadas ocasiones, de forma más cercana algunos cofrades pudieron admirarla por las calles de manera extraordinaria en 2015. Esto sucedió con motivo de la clausura del V centenario de su fundación. En aquella ocasión y coincidiendo con la solemnidad de su fiesta, la talla fue trasladada hasta la catedral para presidir una eucaristía.
No obstante, aquel hito histórico fue objeto de debate entre los miembros de la cofradía ante el importante deterioro que presentaba la imagen. "Finalmente salió por un solo voto el sí". De esa forma, la Inmaculada partió hasta el templo mayor de la Diócesis por primera vez en este siglo con un armazón desde la peana hasta las andas en que fue portada, "para que no se cayese de ninguna manera".
'Numerus clausus'
Uno de los aspectos más llamativos del funcionamiento de esta cofradía es, sobre todo, su 'numerus clausus'. Esto es, la hermandad se encuentra compuesta exclusivamente por 200 cofrades que "una vez admitidos y prestado juramento, pertenecen a ella durante toda la vida, cubriéndose las vacantes a la muerte de los mismos en cabildo general por elección secreta entre las solicitudes presentadas".
Así, es la propia junta quien propone a los candidatos que luego son elegidos o aprobados en cabildo. Además, desde hace cerca de 20 años también las mujeres han entrado a formar parte de esta institución tras una minuciosa revisión de sus estatutos originales. Como en un claro reflejo de la identidad social que hoy vivimos, Ortega confiesa que "a veces entran incluso más mujeres que hombres".
La propia composición de su terna responde a un organigrama ciertamente complejo: la conforman un gobernador, el administrador y el secretario. La experiencia de Emilio, sin duda, ha debido de ser avalada por sus compañeros desde que fuese nombrado para ejercer las labores de secretaría en 2016. "Mi suegro, por ejemplo, desempeñó este cargo durante 49 años", comenta.
De entre toda esa nómina de hermanos, un total de 25 miembros componen lo que ellos llaman 'la Parentela', cuya misión no es otra que vigilar el buen funcionamiento de la cofradía. Este grupo de varones, en su origen parientes directos del fundador, "controlaban y velaban que se cumplieran los estatutos". Como cualquiera podrá imaginar a estas alturas, no hay trampa ni cartón en los entresijos de la Santa Capilla.
Habas blancas, habas negras
A pesar de lo que pueda parecer, cualquier mínimo movimiento en el seno de esta cofradía se realiza de manera totalmente democrática. De hecho, de una forma bastante peculiar: "Desde la elección de un gobernador a la entrada de un cofrade se hace con habas blancas y negras". Es así como los componentes de esta sociedad llevan a cabo sus decisiones para afianzar su voto a favor o en contra en función del color de estas diminutas piezas. Incluso, se decide en asamblea quienes van a ocupar el papel de electores.
La importancia de la Parentela en este sistema es tal que son ellos mismos quiene proponen al siguiente gobernador y consiliario, normalmente personas relevantes o implicadas en los quehaceres de la institución. "Cuando fallece un cofrade 'pariente' tenemos siete días para convocar una reunión y nombrar rápidamente a otro", apunta el secretario. No obstante, cada cambio de gobernador no requiere que este pase a un segundo plano, como podría ocurrir en el resto de hermandades ajustadas al marco diocesano. En este caso, pasa a ocupar la función de consiliario ex-gobernador.
Todos estos detalles, unidos a la existencia de una Sala Capitular en el interior del templo, han propiciado infinidad de teorías en torno a esta élite. Personalidades de auténtico renombre han formado parte de sus filas, incluso hombres elevados a la santidad, como es el caso del linarense San Pedro Poveda. Lo cierto es que acercarse a su historia es lo más parecido a adentrarse en el medievo y descubrir toda una trama que poco o nada tiene que envidiar a las famosas novelas de Dan Brown.
En el marco del siglo XXI
Puede que algún lector se esté preguntando en este momento cómo coexiste una fundación así en pleno siglo XXI y, sobre todo, cómo ha sabido adaptar su reglamento a la sociedad actual. Emilio Ortega reitera los tres fines sobre los que se rige la cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora: la caridad, la educación y el culto divino. En el primero de los preceptos, solía hacerse socorriendo a ancianos y pobres con ropa de abrigo o mediante la dotación a doncellas y mujeres que aspiran a convertirse en monjas. Estas acciones se han transformado hacia una realidad mucho más actual, aunque, como curiosidad, "hace 20 años se pidió una dote".
Actualmente esta función caritativa se ha sustituido por donaciones y aportaciones económicas a los diferentes conventos de Jaén y las parroquias más cercanas, como San Juan, La Magdalena y La Merced. También contribuyen en los dos comedores sociales de la capital jiennense, Santa Clara y Belén y San Roque. "Si aparece un caso de necesidad, en alguna ocasión se ha sacado una pequeña dotación para alguien que no disponga de ciertos recursos", añade.
La labor social de la Santa Capilla transgrede por tanto muchos de los estratos visibles a simple vista. Por ejemplo, hace unos meses tuvieron conocimiento de los altos recibos de luz acumulados por las monjas de Santa Clara. "Hemos dotado al convento de unas placas solares para el horno con el fin de paliar ese gasto". Aún por instalar, puede decirse que con este gesto las clarisas seguirán con su 'ora et labora' sin temor a errar.
510 años de educación ininterrumpida
Uno de los principales objetivos promulgados por el fundador hace más de cinco siglos fue el de proporcionar educación a los menores. Así fue como la fundación conseguía adquirir un pequeño huerto junto a la iglesia y levantar la primera escuela. "Fue un centro muy importante, porque llegó a tener la primera escuela de gramática de Jaén", destaca Ortega. Es igualmente curioso saber que ese vínculo original se mantiene todavía hoy, puesto que existe un acuerdo con la Consejería de Educación para ceder estos terrenos propios al colegio público. "Es al inicio del sistema autonómico cuando se hace este convenio, que tocará renovar en 2026".
En realidad, forman parte indispensable de la comunidad educativa, pues ejercen de protectores y mecenas del centro. "El año pasado pidieron unos aparatos de aire acondicionado y la Santa Capilla los compró". La pasada semana, sin ir más lejos, alumnos, profesores y cofrades celebraban de manera conjunta la festividad de San Andrés, titular del templo anexo al patio donde se curten estos niños y niñas.
Pasa desapercibido el hecho de que esta escuela jiennense lleva en funcionamiento 510 años. "Es uno de los colegios en los que más tiempo se ha dado educación ininterrumpidamente". En su silencio, la mayor lección la guardan en este orgullo personal que esgrime una buena parte de la historia de Jaén.
Siempre activa
Todo cuanto narra el secretario de esta emblemática institución se antoja un relato invisible para muchos jiennenses. Aún cuando muchos de nuestros visitantes se asombran al pasear por estas angostas calles que debieron dibujar un día el trazado del barrio judío, la Santa Capilla permanece activa y sigilosa en su oración. Cada 8 de diciembre celebra su gran fiesta en torno a la Inmaculada Concepción, momento que culmina el triduo en su honor y recibe a sus nuevos cofrades con la imposición de medallas.
Pero no solo en este mes de diciembre puede advertirse el culto religioso en esta iglesia. En la Semana Santa, realizan una procesión claustral cada Domingo de Ramos por cada uno de los espacios que conforman este complejo, incluido el patio del propio colegio. "Hace dos años arreglamos el solar de más arriba y ahí celebramos ahora algunos eventos y conciertos". Algo parecido hacen a su vez con la llamada octava del Corpus, una celebración que figura dentro de sus estatutos.
Al despedirse nuestro cicerone, no duda en invitarnos a conocer este valioso relicario que atesoran las entrañas de la ciudad. Si este viaje entre líneas ha merecido la pena, a buen seguro que cruzar el dintel de sus puertas podría ser una experiencia para no dejar pasar. Que sea, al menos, como un viaje al pasado.
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