¿Una niña asesinada en una “ceremonia ritual” en Santa Elena?
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Un jornalero agrícola fue condenado a 30 años de cárcel por abusar sexualmente y matar a golpes a una menor de cinco años en 1986
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Jaén/Según la última y reciente actualización del Instituto Nacional de Estadística (INE), Santa Elena tiene 866 habitantes. Es uno de los municipios con menor población de la provincia de Jaén. En los últimos 20 años ha perdido en torno a 200 vecinos. En 1981 el censo lo componían 1.045 personas y en 1991, 1.076, de acuerdo a un documento de la Diputación de Jaén que recoge la serie histórica de las poblaciones de hecho de todos los pueblos jiennenses entre 1900 y 1991. No es descabellado pensar, por tanto, que en 1986 la comunidad santaelenera superaba, por poco, el millar de habitantes.
Cuesta imaginar a una sola de aquellas personas a la que no le llegara la noticia. Ocurrió el 16 de junio, sobre las 11 de la mañana. El cadáver de Juanita Mira, una niña de cinco años -cuatro, según algunas crónicas-, fue encontrado en el patio de una casa abandonada del pueblo. Llevaba en torno a 40 horas desparecida. Vivía en Linares, con sus padres y su hermana mayor de ocho años, pero la familia había viajado a Santa Elena para visitar a los abuelos de las pequeñas. A Juanita se le había perdido la pista el sábado previo, entre las siete y las ocho de la tarde, cuando jugaba con una de sus primas, tal y como informó entonces el teniente de alcalde del Ayuntamiento, Jacinto García. Esa misma noche, los vecinos empezaron a buscarla por doquier. Al día siguiente, la Guardia Civil comenzó a rastrear el pueblo con perros. La empresa concluyó el lunes como nadie había querido ni esperado: la niña no sólo estaba muerta, sino que tenía la cabeza destrozada.
El funeral, celebrado el día 17, fue multitudinario. Pocos vecinos faltaron al acto de despedida definitiva a Juanita, y al dolor de la pérdida -el periódico ABC habló del “shock emocional” que sufrían los padres- se sumaba una doble incertidumbre: ¿quién había decidido acabar con la vida de una niña indefensa y qué le había conducido a hacerlo de forma tan violenta?
La autopsia arroja algo de luz al caso
En medio de la oscuridad, cualquier amago de luz se acoge con entusiasmo. La autopsia reveló que la menor había muerto a causa de un politraumatismo craneal fruto de los numerosos golpes que había recibido en su cabeza. En el examen no se pudo determinar si había sido violada. En una noticia de El País del 18 de junio, se aseguró que el médico forense que había practicado la autopsia y el juez de La Carolina que instruía las primeras diligencias sobre el caso, Fernando González Zubieta, coincidían en sus primeras impresiones sobre la motivación del crimen: la muerte estaba “relacionada con algún tipo de ceremonia ritual”, según el texto. Como curiosidad, cabe resaltar que ese magistrado fue el que, en 2001, condenó a Dolores Vázquez por el asesinato de la joven Rocío Wanninkhof tras el veredicto de culpabilidad emitido por el jurado popular en el juicio. Un año después el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía anuló la sentencia. En 2003 se demostró que Vázquez era inocente y quedó en libertad plena.
Sangre en los pantalones
Sorteando las especulaciones en torno a la muerte de Juanita en Santa Elena, la Guardia Civil no tardó en echar el guante a su principal sospechoso. Para rastrear el municipio en busca de pruebas que ayudaran a esclarecer los hechos, los agentes siguieron usando perros, y uno de los canes se detuvo ante un domicilio el 19 de junio, tres días después del hallazgo del cadáver. Juan Ramón Contreras Ruf -en algunas noticias se cita el último apellido como Ruz o Ruiz-, jornalero agrícola de 46 años, casado y padre de dos hijos, era un vecino como cualquier otro en el pueblo, y como cualquier otro, estuvo en el funeral de la niña. Dos días después, un perro de la Guardia Civil se paró delante de su casa. Cuando los agentes entraron para registrar la vivienda, encontraron, entre otras cosas, un pantalón con restos de sangre. Contreras aseguró en primera instancia que era de un cordero que él mismo había matado, pero fue detenido. La Benemérita se lo llevó fuera del pueblo, a un lugar que no se reveló, para evitar posibles represalias vecinales. “La policía sospecha, por las contradicciones observadas en sus declaraciones, que el detenido encubre a otras personas de su familia”, reza la noticia del arresto publicada en El País el 20 de junio.
Los análisis llevados a cabo determinaron que Contreras había mentido acerca de las manchas de su pantalón: las muestras eran sangre humana del mismo grupo sanguíneo que el de Juanita. Al detenido no le quedó más remedio que confesar lo que había hecho. Poco después, su mujer, Trinidad Reyes Martín, fue arrestada como presunta cómplice del crimen.
Según publicó Interviú, Juanita “tuvo la desgracia de inspirar una pasión sexual” en Juan Ramón Contreras. La hipótesis de la ceremonia ritual quedó descartada. De acuerdo a la reconstrucción oficial de los hechos, el tipo secuestró a la niña, abusó sexualmente de ella en su casa y la mató a golpes antes de esconder el cadáver en la casa deshabitada. Fue condenado a más de 30 años de cárcel, de los que cumplió cerca de 20. Pasó esas dos décadas en el centro penitenciario de Jaén y salió en libertad en 2002. Nadie volvió a verlo más por Santa Elena. Para entonces, ya habían caído toneladas de silencio sobre el caso.
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