La aceituna recogida en el corazón de las sierras de Jaén: “Esto es un gimnasio”

El precio del oro líquido

Miles de agricultores faenan estos días en escarpados tajos a los que apenas llega la mecanización y que son gran parte del mar de olivos jiennense

El futuro del olivar da un paso al frente: "Ven raro a una mujer joven llevando maquinaria"

This browser does not support the video element.

Recolección de la aceituna en plena Sierra Sur de Jaén.

Jaén/Aún quedan un par de horas para el mediodía y, a pesar de estar ya en invierno, el sol empieza a calentar de más. Sobre todo para los miles de agricultores que se encuentran en plena campaña de recolección de la aceituna en la provincia de Jaén. Mucho se habla del precio del aceite de oliva virgen extra, de la lucha de los productores por recibir una compensación económica digna a la labor que hacen y que muchas veces, fuera de las fronteras jiennenses, pasa desapercibida.

Fernando y su nieta lucía trabajan codo con codo en la recolección. / Jesús Mudarra

El precio del oro líquido debería tener también en cuenta que para que su calidad sea excelsa, como lo es, hay quienes se dejan la espalda en terrenos como el que un servidor trata de escalar, guiado por el sonido de las vibradoras, en el corazón de la Sierra Sur de Jaén. Lucía Ortiz, una joven agricultora de 22 años, dirige allí junto a su padre Francisco Javier una cuadrilla que recoge el fruto de unos olivos que casi crecen en paralelo al nivel del mar por la pendiente que los sustenta.

“Y este no es de los peores cachos que tenemos. Hay algunos con más pendiente y en los que el terreno es casi todo piedra y hay más probabilidad de que te escurras. Hay que esperar a que caigan las primeras lluvias para que puedas medio andar. Cuanto más seco esté el terreno, peor”, explica Lucía aún con el resuello agitado, tras acabar de soltar un mantón para contar el esfuerzo extra que supone el recoger la aceituna de pendientes como esta. 

“Hay que poner las estacas en la parte de abajo de los fardos porque si no se sale la aceituna. Tenemos que coger el fardo muy corto y cuando tendemos y extendemos tenemos que tener mucho cuidado de que no haya bolsas ni el borde toque el suelo porque si no las aceitunas se van abajo del todo”, aclara sobre la forma en la que se deben trabajar las explotaciones ubicadas en este tipo de terrenos.

El suyo se encuentra junto a la pedanía de Trujillos, dentro del término municipal de Montillana, pero es un sólo de los miles de casos que se pueden encontrar por Sierra Mágina, la serranía de Andújar o en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas. En todos estas explotaciones se trabaja “de arriba a abajo, porque si no imagina lo que supondría ir subiendo” y se dan por hechos los resbalones y culetazo. “Por suerte nosotros no hemos tenido nunca a nadie que haya salido rodando”, agradece la joven olivarera de Frailes.

Confiesa que en su caso un 25 por ciento de los olivos que recogen se encuentran en cuestas similares lo que dificulta mucho el uso de la maquinaria. “Aquí sólo puedo usar un tractor de cadenas. Luego hay que echar la aceituna en sacas y luego engancharlas a la pluma del tractor, bajarlas y vaciarlas”, desgrana Lucía Ortiz sobre los inconvenientes de un terreno que también exige el máximo del físico de los recolectores. “Esto es un gimnasio así que el que quiera ya sabe”, añade entre risas.

Pendiente en la que trabajan los agricultores de la Sierra Sur.

Mientras trabaja sin apenas tiempo para el descanso, apoyado en su garrote y al pie del matón, su abuelo Fernando Machuca ayuda en lo que le permiten sus 80 años y asesora desde su prolongada experiencia. “Esto está dentro de lo normal de estos terrenos. Un poco más abajo tenemos una fanega de tierra que es de lo peor que hay”, cuenta la voz de la primera de las tres generaciones familiares que trabajan al mismo tiempo en este olivar jiennense.

Ciudadanos específicos

Este tipo de tierras no sólo se trabajan de forma particular durante la recolección sino que también cambia la forma de labrar estos olivos durante todo el año. “Aquí sulfatamos, echamos abono y damos curas arriba del todo. La calidad del aceite es muy buena, pero la gran dificultad es la pendiente del terreno y que esta tierra no aguanta tanto la humedad. Estos olivos tienen 30 años y están igual de grandes que otros que tienen 15 que están en llano y tienen otro tipo de tierra que es mejor”, relata la joven agricultora sobre la importancia del terreno.

También deja claro el motivo por el que empiezan la campaña de recolección en aquellas parcelas más inaccesibles: “Lo hacemos en los primeros días de recogida porque aquí no se pueden hacer suelos y hay que tratarlo mucho. Quitarle la hierba, quitarle las hojas… No podemos venir con sopladoras a recoger la que hay en el suelo porque supondría mucho trabajo y muchos peones”. “Hay que cogerlas cuanto antes porque luego vienen los temporales y cuanta menos haya en el suelo menos pierdes y menos tienes que recoger luego del suelo. Además este aceite es el que menos calidad tiene y el que más barato se va a pagar. Hay que hacer cuentas para ver si coges las del suelo o no, si te sale rentable sí y si no pues se dejan, aunque da mucha pena”, agrega sobre la vicisitud en la que se ven muchos olivareros a la hora de administrar esfuerzos.

Y termina advirtiendo del peligro real que supone la falta de relevo generacional en este tipo de olivar tradicional: “Como no sea gente, como yo, a la que le guste y apueste por mecanizar esto, es difícil que se mantenga”. “A los que les viene por herencia de sus padres y tengan otro trabajo, no se meten en un terreno así”, finaliza Lucía Ortiz, un ejemplo del precio real que tiene el oro líquido de Jaén. 

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último