El Santo Sepulcro recrea una estampa de 1928 durante el septenario a la Virgen de los Dolores

Con cara de pálida luna y manto de oscura noche. Así conocen los vecinos de San Juan a su vecina predilecta, cuatro veces centenaria. El tiempo ha marcado su pena de tal forma que nadie sabría decir si llora o nubla su llanto en un pasmo. La Virgen de los Dolores ha sobrevivido a siglos de historia y cambios a su alrededor, tantos que casi parece renovarse al recuperar su añeja esencia. Y eso precisamente es lo que ha querido intentar la Congregación del Santo Sepulcro durante la celebración del septenario en su honor.

En un aparato de culto sacado prácticamente de otra centuria, la talla de Sebastián de Solís recreaba estos días una estampa de 1928. Flores de talco, lampadarios, candelabros con tulipas e incluso una peana de carrete. Todo ello y la propia vestimenta de la imagen invitaban a deleitarse con tan bellísima escena en el casco antiguo de nuestra ciudad.

Desde su ingreso en la Orden Servita, la corporación del Viernes Santo ha querido acortar distancias con el eminente carácter sobrio que caracteriza a las hermandades que comparten dicho título. Y si de algo puede presumir esta cofradía con sede en la iglesia de San Juan y San Pedro es del valor patrimonial de su imaginería, uno de los mejores conservados de toda Andalucía. Junto a la dolorosa, comparten la titularidad de la congregación el Cristo del Calvario, un yacente y una Virgen sedente.

Su septenario, probablemente el culto más antiguo que se conserva en la actualidad, supone una cita de arraigada costumbre para los cofrades jaeneros. Precisamente hoy culmina este encuentro cercano con la dolorosa de Jaén por excelencia. En tan solo siete días volverá a captar las oraciones de nuevos devotos mientras la plaza enmudece a su salida.