Silencio en un Martes Santo de absoluta decepción para los cofrades de Jaén
CRÓNICA
Ya lo advirtieron algunos meteorólogos en plena víspera del Domingo de Ramos: estamos ante una de las Semanas Santas más lluviosas que se recuerden. La abundancia de precipitaciones está sembrando la desidia entre las hermandades de toda Andalucía, y en Jaén ha llegado este Martes Santo con un nuevo pleno de suspensiones.
La jornada de absolutos contrastes en el imaginario colectivo ha pasado a unificar una misma sensación de tristeza bajo el cielo encapotado. La rabiosa juventud entre los nazarenos del Divino Maestro continúa sorprendiendo en el panorama cofrade de la capital. Y por eso mismo es difícil permitirse no dar testimonio de fe en las calles precisamente a esta temprana edad. Pero el tiempo manda por encima de cualquier intención.
El patio del colegio de La Alcantarilla acogía en un recreo particular las miradas entristecidas de sus alumnos. Al margen de todo, las capelinas preguntaban aún en su tierna inocencia por qué no salía la procesión. "Id" es el lema de esta hermandad misionera, que sin marchar hasta la carrera oficial durante el resto del año consiguen ir y llegar hasta el corazón de los más necesitados con su misión. El año próximo saben que serán muchos más en el lavatorio de pies, pues tras la mesa del cenáculo los acompañará la Madre del Amor. Hasta entonces toca aprender nuevas lecciones, y la de aceptar lo que no puedes controlar se escribía hoy fuera de la pizarra.
Y desde la lozanía hasta lo más añejo, la más jaenera de las procesiones se quedaba sin desfilar por el callejero de La Magdalena. Si existe una cofradía de profunda raigambre esa es la de la Clemencia, con su mirada personal y su forma de hacer las cosas. Al igual que en El Abuelo, este sello propio tiene tantos defensores como detractores. Quizá algún día el cofrade jiennense sepa decidirse en la ambigüedad de marcar los límites de la inspiración "hacia lo de fuera".
A las cinco de la tarde, el Hermano Mayor de la corporación lamentaba comunicar la suspensión de su estación de penitencia. Entre las naves del templo más antiguo de la capital brotaban las lágrimas de sus cofrades. Los tres pasos, centro de las miradas, exponían ese bagaje de devociones que en La Magdalena saben repartir. Su Jesús Caído lucía nueva túnica bordada y potencias de plata, la realeza merecida de una imagen con unción.
Las costaleras de la Virgen del Mayor Dolor acompañaron el llanto de su Madre con la delicadeza de quien abraza a un recién nacido. Porque en ellas nació la mujer costalera y en sus trabajaderas resurge cada año el ejemplo de cordialidad y compromiso. La dolorosa, desde que cambiara el rumbo de su vestir bajo los alfileres de Antonio Villar, demuestra su madurez bajo sencillos encajes que encajan sus facciones. También se echa en falta la estampa del discípulo amado acompañando a la Santísima Virgen en otros palios de la ciudad.
El barrio del lagarto siempre ha sido cuna de saeteros, y por eso no faltó tampoco el quejido de alguna letra lanzada al crucificado que tallase Salvador de Cuéllar en el XVI. ¡Cuántas súplicas habrá escuchado esta magnífica talla durante siglos de culto! Y para súplicas y peticiones, el continuo auxilio de esta humilde parroquia a las instituciones mientras su campanario va cediendo a las grietas...
Con la tarde muerta ya en su agonía, la seriedad y solemnidad de la cofradía del Silencio barajaba las previsiones de agua constante en los distintos partes. Su hora de salida, más tardía que las demás, obedece a las leyes de la oscuridad. En la calle San Carlos se agolpaban algunos curiosos rompiendo el hegemónico voto silencioso de esta corporación. Este mutismo se rompía pasadas las siete y media con la última cancelación de la jornada.
El singular paso de palio de la Madre de Dios se quedaba estático en la luminiscencia de sus tulipas. ¡Qué valiente ha sido esta cofradía con apostar por crear algo diferente en medio de tanto diseño cansino! Y el pequeño crucificado de la Humildad absorbía la luz de los farolillos con el aspecto regio de su silueta recortada en las sombras.
Otro día más culminaba la Semana Santa con la asimilación del tiempo inestable. Y en esta dinámica, los cofrades jiennenses ya empiezan a mirar con esperanza algún ligero cambio en las tornas para el fin de semana.
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