Andújar, el paraíso de la miel en peligro: "Muchos apicultores han abandonado las colmenas"

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El municipio andujareño es la tercera ciudad que más produce de Andalucía

Javi Sanz, cuarta generación de apicultores se plantea cada día dejarlo, ha pasado de 500 colmenas a 300

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Colmenas de Javi Sanz en la Sierra de Andújar.

El zumbido de las abejas resuena con más intensidad en una zona de la provincia de Jaén. Andújar es la tercera población de Andalucía que más produce miel, aunque muchos de sus apicultores recuerdan con añoranza la época de esplendor cuando llegó a ser la primera en producción. Ahora todo ha cambiado, desde hace una década los tarros que salen de miel han caído en picado y con ello, la esperanza de muchos profesionales que han tenido que abandonar sus queridas colmenas.

Aún así, la abeja continúa reinando en Jaén en la sierra de Andújar, tal es el paraíso para estos insectos, que a pesar de ser la provincia que menos produce de la comunidad, el municipio andujareño concentra la mayor producción del territorio jiennense, alzándose la ciudad con el tercer puesto andaluz.

“El paraje de Andújar es el idóneo para las colmenas, además hay mucha tradición apícola. También se utilizan para la cera, aquí llegó a haber cuatro cererías donde se hacían velas, de hecho todavía queda una. Hace siglos se fomentó la cría de abeja para el tema de la cera porque a la Iglesia le interesaba mucho”, explica a este periódico el responsable en apicultura de Coag, Tomás Torralba.

En la provincia de Jaén hay unas 38.000 colmenas y unos 200 apicultores. De ellas, aproximadamente 21.000 se encuentran en Andújar, pero en proceso de caída. Una de las personas que luchan diariamente para que las abejas sigan revoloteando por las flores de la sierra extrayendo néctar es Javi Sanz, un apicultor y alérgico a este pequeño, pero imponente insecto al que poco a poco se inmunizó desde niño cuando iba con su padre a ayudarle en las colmenas.

Cuatro generaciones de apicultores

Sanz es la cuarta generación de apicultores de su familia, aunque cada día medita la posibilidad de abandonar debido a los años duros de baja producción. Su bisabuelo era de Cuenca y allí pusieron un centenar de colmenas, fue justo al acabar la Guerra Civil cuando se trasladaron a Andújar para asentarse en la ciudad. “Ellos eran pastores y conocían la provincia porque hacían la trashumancia con las ovejas. A partir de ahí, empezó a crecer el negocio y mi abuela lo potenció”, cuenta el apicultor.

Javi Sanz junto a sus colmenas en Andújar.

Su padre aumentó el número de colmenas para dedicarse exclusivamente a la apicultura y él lo sucedió creando su propia marca para venderlo directamente al cliente. Aunque ahora se ha convertido en una pasión, no siempre fue así: “De pequeño decía que prefería las olivas, las abejas no que picaban”, expresa. Además, fue un día de faena en compañía de su hermana cuando descubrió que era alérgico. Su familia fue a trabajar en las colmenas y ellos se quedaron a una distancia de seguridad, pero mientras jugaba con su hermana llegó una abeja y le picó en la oreja. “Me empecé a hinchar y casi me quedo en el sitio”, cuenta entre risas Sanz.

Más de 50 kilos por colmena

Este apicultor también recuerda las épocas de bonanza de la abeja que su padre todavía le cuenta. Cuando era un buen año, de algunas colmenas llegaban a extraer 80 kilos, aunque lo normal era obtener entre 20 y 30 kilos hace diez años. La sequía y las condiciones climáticas han dejado a estos insectos sin posibilidades, sin llenar sus estómagos de néctar y el año pasado fue “horroroso”, por colmena se extrajeron una media de 5 o 6 kilos, "algo ridículo", afirma Torralba. Para que sea una buena temporada, el responsable de apicultura expresa que las lluvias deben empezar a caer en octubre y que las temperaturas no sean extremas. “La flor es lo más delicado de una planta y nosotros vivimos de la reproducción de las plantas”, expone Torralba.

Trabajo con colmenas. / Coag

Trashumancia de las abejas

La fabricación de la miel empieza tan solo a los 21 días del nacimiento de las abejas, exploran los campos y extraen los azúcares de las flores con la lengua, después, ingieren el néctar y lo almacenan en un órgano, como si de un saco se tratara. Es en este preciso instante cuando las abejas ya comienzan a modificar el pH para así producir la miel. De las flores vuelan hasta la colmena donde almacenan el néctar y allí se continuará con la elaboración de la miel a través de las enzimas. Es a últimos de julio y principios de agosto cuando se suele cerrar la campaña, aunque se puede alargar el periodo haciendo la trashumancia, tal y como se hace con las ovejas.

De esta manera los apicultores cuando se acaba la primavera, mueven sus colmenas a otras zonas buscando floraciones en la campiña, como girasoles, matalahúva, azahar o algodón para continuar con la producción de miel. “Hasta hace unos dos o tres años, yo hacía la trashumancia hasta La Alcarria de Cuenca”, cuenta Sanz. Porque tipos de mieles hay así como variedades de flores, en Jaén reina la de romero, pero hay de tomillo, de chaparros, mil flores, de lenguaza, eucalipto y tantas como se puedan imaginar.

El trabajo de un apicultor es un gran desconocido: sus labores abarcan desde ser carpinteros, pasando por camioneros, mecánicos, pintores de sus colmenas hasta comerciantes y envasadores. “Todo se hace de manera muy artesanal, también necesitamos mucha formación veterinaria, para conocer las especies invasoras. Con la sequía todo ha cambiado mucho y tenemos que estar muy encima de las colmenas cuidándolas”, explica el apicultor. “Es muy bonito el proceso porque cuidas un insecto, que es muy poco conocido y desde que empiezas a manejar la miel, sale la primera gota hasta que pasa a producto y lo llevas directamente al consumidor”, añade.

Muchos apicultores se rinden

En el caso de Javi Sanz ha pasado de 500 colmenas o incluso 700, a reducirlas a 300 porque los ingresos son los mismos debido a la baja producción. Este año, gracias a las lluvias, les va a dar un respiro a los apicultores de Jaén y van a poder recuperar las bajas de años anteriores, lo que no significa que su producción vaya a aumentar considerablemente. “Yo este año hubiera tenido problemas si no hubiera sido mejor que el anterior. Llevaba ya 12 años bastante malos”, denuncia el apicultor.

Si no llueve, la flor es la más delicada del campo y, o no florece o no produce el alimento de las abejas. Esto se traduce en que familias de apicultores tengan que dejar su trabajo con las abejas. “Mantenerlas vivas es cada vez más complicado. Hay apicultores que han abandonado sus colmenas o que las han reducido enormemente”, cuenta Sanz. “Mucha gente mayor que se planteaba aguantar unos años más, lo ha dejado”, afirma por su parte el responsable de Coag.

Javi Sanz junto a sus colmenas en Andújar.

Sin relevo generacional y "los jarabes" de China

El paraíso de la miel de Andújar no sólo está en peligro por la sequía sino también porque no hay relevo generacional. “Siempre sale algún apasionado, pero no hay relevo, no es rentable. De hecho yo no veo nada más que compañeros que se jubilan y no veo nadie que los sustituya como antiguamente el hijo o el cuñado. Siempre había alguien en la familia que se metía en nombre del que se estaba jubilando, pero ahora no. No hay relevo generacional”, expresa Torralba.

Por si fuera poco la falta de producción, se tienen que enfrentar a otro gran problema. Las importaciones de China con precios muy bajos contra los que no pueden competir y un producto, al que dicen, no se puede llamar miel. “Son jarabes que lo venden como miel, es un timo porque engañan a los consumidores. Las grandes envasadoras están comprando directamente a ellos. Ahora mismo el mercado está parado porque la industria no quiere nuestra miel porque quieren comprarla más barata”, afirma el responsable de Coag.

Cómo saber qué apicultor tienes cerca

Por ello, desde la organización crearon una iniciativa para incentivar la venta de miel autorizando su disposición al consumidor directamente en Andalucía. Así, los ciudadanos pueden saber a través de una página web qué apicultores hay cerca de ellos, para poder degustar una miel elaborada con mimo en sus propias sierras.

Su futuro depende de la lluvia y del clima porque los apicultores de las administraciones esperan poco. “Todos los días te planteas dejarlo. Se te pasa por la cabeza después de tantos años. Pero, luego tienes su recompensa y la primavera es muy bonita. Ves el crecimiento de las abejas, su brillo. A partir de este mes todo es más difícil, observamos como las colmenas y las abejas se vienen abajo, por la sequía, por la calor, y es muy duro, porque hasta que no llega enero o febrero, no empiezas otra vez a ver un poco de luz. Sin embargo, me pueden las ganas de seguir y mi amor por esta profesión”, concluye Sanz.

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