Elon Musk, el hombre que podría cambiar el mundo... y España

las claves

Se calcula que maneja en internet la voluntad de más de 200 millones de occidentales y ahora culmina su poderío al aliarse con Trump

El dueño de Twitter y Tesla, Elon Musk, nueva mano derecha de Donald Trump.
El dueño de Twitter y Tesla, Elon Musk, nueva mano derecha de Donald Trump. / Efe

12 de enero 2025 - 06:59

Elon Musk es el hombre más rico del mundo, pero su inconmensurable poder no lo da sólo el dinero, sino en qué lo ha invertido. Es el personaje con mayor influencia en internet, con potentes rivales como Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, aunque a este último se ha visto obligado a adoptar medidas de verificación de los contenidos de seguridad en Instagram y Facebook para adaptarlas a las exigencias impuestas por Elon Musk. Musk es propietario de la red social X, la antigua Twit ter; propietario de Tesla, que ha revolucionado el mundo del motor con el coche eléctrico. Y es dueño también de SpaceX, empresa aeroespacial que promueve el turismo en el espacio y quiere hacer la competencia a la propia NASA. Se calcula que a través de internet maneja la voluntad de más de 200 millones de ciudadanos occidentales, y ahora ha llegado a la culminación de su poderío al acercarse a Donald Trump.

Apostó firmemente por su candidatura a la Casa Blanca. No sólo colaborando con millones de dólares en su campaña electoral sino participando activamente en ella. El premio ha sido de la máxima relevancia: no se le ofreció una buena embajada, como ocurre habitualmente con quienes muestran generosidad –económica– con un candidato que se convierte en presidente, sino que Donald Trump lo ha convertido en su hombre de confianza hasta el punto de incluirlo en el Gobierno que tomará posesión el próximo día 20.

No tendrá una cartera al uso, sino que su cargo, apenas definido, tendrá una función de tipo genérico, tomar las medidas necesarias para que el equipo de Gobierno, la Administración, sea eficaz. Esa inconcreción le da un poder infinito, porque le abre las puertas a intervenir en cualquier asunto que él mismo y el presidente consideren relevantes para la ciudadanía. Incluida la política internacional.

Eso convierte a Elon Musk en una figura a la que quieren contactar los dirigentes del mundo, por su cercanía al nuevo presidente de Estados Unidos, pero también porque puede mover sociedades enteras a través de sus redes de comunicación y su manejo del mundo de internet.

Pasa ahora temporadas en Mar-a-Lago, la residencia de Trump, y estas semanas previas a la toma de posesión han tratado todos los asuntos imaginables. Por ejemplo, Europa.

Musk ha viajado al Viejo Continente, como llaman los estadounidenses a Europa, se ha entrevistado con jefes de Gobierno y con dirigentes de la oposición y, sin disimular ni un ápice sus intenciones, ha hecho una apuesta firme y clara por la extrema derecha. No la de Meloni, que desde que gobierna Italia ha adoptado una actitud de moderación que la está convirtiendo en un referente importante de la Europa actual, y que no ha dudado en viajar a Mar-a-Lago para pedir a Trump que la ayudara a conseguir la liberación de una periodista italiana, presa en una cárcel iraní. Fue liberada a los dos días. Pero Musk ha revolucionado Europa defendiendo al partido ultraderechista AfD que puede ganar al canciller Scholz en las elecciones que se celebran en Alemania dentro de un mes. Y ha provocado una situación muy grave al primer ministro británico Keir Starmer al denunciar su escaso interés en investigar las bandas organizadas de inmigrantes ilegales que han violado a un millar de niñas, poniendo el acento en que el auge de la inmigración está directamente vinculad con la inseguridad ciudadana. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha acusado a Musk de promover “una internacional reaccionaria”.

España... y la política ficción

En España –y no es el único país europeo– Musk y Bezos –presidente ejecutivo de Amazon– luchan por la expansión de sus marcas en el mundo rural a través de internet. Con precios inferiores a los de las ciudades y potentes sistemas de conexión.

Saben los dos importantes magnates de la comunicación que una de las principales dificultades para impulsar ese mundo rural son las comunicaciones, la conectividad. Por no mencionar que fuera de las grandes urbes se dan condiciones excepcionales para implantar empresas tecnológicas. Daría impulso a un sector social que hoy no encuentra las facilidades necesarias para iniciar una nueva vida, o una nueva actividad empresarial, en poblaciones en muchos casi prácticamente abandonadas. España, se ha mencionado en algún foro, podría ser uno de los países adecuados para llevar adelante esa iniciativa.

El Gobierno de España, conviene no olvidarlo, para el partido republicano de Trump y Musk, es peligrosamente de izquierdas, comunista. Como no hay que olvidar, y además se ha comprobado estos días últimas, que esa ultraderecha europea que quiere movilizar Musk y que previsiblemente también es el movimiento político que gusta Trump, en España la representa Vox. Que si vive un momento dulce según apuntan todos los sondeos, que recoge que está subiendo como también lo hace el PP, si Musk decide dar impulso al partido de Abascal, cuenta con la ayuda de un hombre de poder inconmensurable para influir en las urnas con métodos poco ortodoxos: redes sociales que no siempre han respetado los límites legales o los que exigen los comportamientos democráticos.

De hecho, Trump y Musk han demostrado su escaso respeto a esos límites al anunciar sus proyectos de gobierno: a cara descubierta ha declarado su intención de comprar Groenlandia, incorporar Canadá a los Estados Unidos y Panamá. De primeras, parece una locura, tanto Dinamarca como la UE y los gobiernos de Canadá y Panamá han expresado su absoluta negativa a cualquier tipo de negociación en ese sentido, pero Trump está empeñado en controlar las rutas árticas para contrarrestar el papel de Rusia y China en el mapa nórdico, un área cada vez con más influencia geoestratégica; a Trump y les interesan también los minerales ratos que se encuentran en Groenlandía, donde Estados Unidos cuenta ya con una base militar.

Groenlandia cuenta con poco más de 50.000 habitantes. Hace días toma cuerpo el rumor de que Musk estaría dispuesto a dar a cada uno un millón de dólares a cambio de que expresen su apoyo a ceder su territorio a Estados Unidos.

La alianza de Trump y Musk no es un asunto intrascendente, ni sus bravatas se pueden considerar patrañas. Quieren poder, tanto económico, que ya tienen, como poder territorial y político.

No promueven una derecha democrática, conservadora, sino que se mueven en el extremismo más peligroso y cuentan además con los elementos tecnológicos necesarios para dar alas a esos principios a través del fanatismo incontrolado. Trump, no se puede olvidar, fue capaz de impulsar nada menos que el asalto del Capitolio, símbolo de la democracia en Estados Unidos, que acoge al Congreso y al Senado. Y Trump, no hay que olvidarlo, logró con la ayuda de las redes sociales convencer a parte de la población estadounidenses de que Biden se mantenía en la Casa Blanca a través de un fraude electoral. Infravalorar la capacidad de Trump y Musk de transformar la sociedad y colocar peones en gobiernos es un hecho real, es un peligro real.

Musk además ha logrado "colarse" en el círculo de Trump en un momento empresarialmente delicado. SpaceX no atraviesa su mejor momento, y Tesla ha visto sensiblemente paralizada sus ventas en el último año, mientras China incrementa la comercialización de sus coches eléctricos con una ventaja: mejor precio y facilidad para hacerse con los materiales necesarios para la producción. Las baterías, por ejemplo, es el punto débil del producto de Musk.

La alianza de los dos personajes puede ser un peligro para el mundo. No se trata de política ficción.

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