Acaba el tiempo de los silencios incondicionales

La situación en España hoy es caótica; resulta evidente que la “sociedad de investidura” de Sánchez está rota y se le hace más difícil gobernar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. / Jesús Hellín / EP

19 de enero 2025 - 05:59

Hace meses que la mayoría de los españoles repiten que jamás habrían sospechado vivir una situación igual, con un Gobierno sumido en la permanente inestabilidad y la preocupación por no saber qué decisiones tomará Pedro Sánchez ante los retos que se le presentan, ya que es capaz de cualquier iniciativa aunque algunas de ellas juró que en ningún caso las contemplaba.

Sánchez ha iniciado una estrategia de arremetida a jueces y periodistas como nunca se había vivido en España. Con las instituciones ocupadas por afines al sanchismo que no dudan en tomar resoluciones dictadas directamente desde La Moncloa; el Tribunal Constitución echando abajo decisiones del Tribunal Supremo y entrando de lleno en competencias de tipo judicial que no le pertenecen; el añadido de las asociaciones de fiscales en pie de guerra por las maniobras del fiscal general del Estado para tratar de salvar la cara al presidente del Gobierno, lo que le ha valido una imputación. Y con miembros destacados de la Asociación Progresistas de Fiscales, al igual que ha ocurrido con Jueces para la Democracia, muy vinculada al PSOE, expresando su malestar, por no decir su posición contraria, a algunas de las decisiones que se han tomado en los últimos meses ante la aparición de casos de corrupción. O ante medidas del Gobierno que no siempre respetan el Estado de Derecho, como llevar leyes al Congreso que inciden directamente en la independencia de jueces y fiscales.

Esta situación, inaudita en un país democrático, es más reprochable en uno que ha hecho un esfuerzo importante por dejar atrás una dictadura para apostar por una democracia plena, y que ahora, 50 años más tarde, no sólo da muestras de escaso respeto a normas consustanciales con el modelo democrático sino que pretende conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Franco no con un homenaje a la recuperación de las libertades, sino poniendo el acento en esa falta de libertades durante el franquismo. Lanzando el mensaje de que, si no se actúa con firmeza para parar los avances de la derecha –colocando al PP en la derecha extrema–, España volverá a la negritud política y social de la dictadura.

Un poco de historia

La vida política española ha sido una constante aventura desde hace cincuenta años, desde los meses últimos del franquismo, con el caudillo a punto de morir en varias ocasiones y con una agonía que parecía no tener fin. Todo ello con el miedo a qué ocurriría tras la muerte del dictador, con la incertidumbre respecto al papel que podría jugar don Juan Carlos, muy desconocido, aunque se rumoreaba que estaba empeñado en convertir la dictadura en democracia en el espacio más breve de tiempo.

Salieron de la clandestinidad las izquierdas, Fraga logró sumar a las distintas corrientes de derechas y, al poco, deshacerse de las que demostraban nostalgia por los tiempos pasados. Todos los partidos comprendieron que el ya Rey, efectivamente, tenía muy bien diseñado su proyecto democrático y constitucional, y no sólo lo aceptaron, sino que se sumaron activamente a participar en aquel proyecto que, sin exageración, fue la sorpresa del mundo democrático.

España, de pronto, se convirtió en el país que todos los dirigentes querían visitar, invitaban a los Reyes y a sus sucesivos presidentes, se incorporó a foros e instituciones internacionales que nos estaban vedadas, y surgieron figuras políticas, económicas, culturales y de las más diversas profesiones, de primera magnitud.

La historia es conocida, la cuentan libros e infinidad de testigos. Durante unos años, fuimos importantes y trasladamos al resto del mundo la imagen de una España nueva, plenamente democrática. Con un gran esfuerzo en el que participó el pueblo español, el Rey y los dirigentes de todos los partidos sin excepción. Con un punto negro: una banda terrorista, ETA, empeñada en romper España y su nueva democracia. Una banda que escribía páginas sangrientas y amenazantes casi a diario. Acumuló cerca de un millar de asesinatos, además de miles de personas heridas y marcadas física y emocionalmente para siempre.

Conviene apuntar esos datos de una época gloriosa, con luces y sombras, pero fundamentalmente gloriosa, para comprender que infinidad de españoles, sobre todo los que vivieron aquellos años, contemplen la España actual como un país sumido en el caos, con la política plagada de personajes mediocres y con una marcha atrás en los valores que también los sufre una Europa , que, como España, carece de figuras ilustres y comprometidas.

Las últimas semanas han sido ejemplo del desorden. Con un Gobierno que intenta desesperadamente no verse obligado a prorrogar nuevamente los Presupuestos, lo que Sánchez no considera asunto grave aunque antes de ser presidente declaraba abiertamente que un Gobierno sin Presupuestos no está en condiciones de gobernar.

Empeñado en gobernar, se ha asociado con partidos que exigen lo que un presidente no debería aceptar, pero además ha calculado mal el nivel de aceptación incondicional a sus políticas. No ha ganado las elecciones, aunque tiene los apoyos necesarios para mantenerse. Es, por tanto, un Gobierno absolutamente legítimo, pero el grado de rechazo es creciente. Por los socios elegidos, que él consideraba inadecuados hasta que los necesitó, y por las cesiones que ha hecho para mantener esos apoyo inadecuados.

El caos

La situación hoy, cuando van a cumplirse siete años desde que accedió al Gobierno a través de una moción de censura, es, como apuntábamos, caótica.

La coalición con Sumar hace agua por todas partes, y Yolanda Díaz amenaza de forma constante con romperla si Sánchez y el ministro Cuerpo no aceptan su único objetivo, que es también su única baza como gobernante: la reducción del horario laboral. Por otra parte, ERC y Junts intentan llegar a algún tipo de acuerdo para promover iniciativas políticas conjuntas que imponer a Sánchez. Difícil adivinar si Puigdemont y Junqueras van a avenirse finalmente a no apoyar los Presupuestos o dejar de prestar apoyo a Sánchez si no permite que se tramite una proposición de ley que obligue a Sánchez a presentar una cuestión de confianza, porque cambian de criterio constantemente, a conveniencia, soltando amenazas que Puigdemont asegura que cumplirá mientras Junqueras muestra más cautela en sus exigencias. Pero es evidente que está rota la “sociedad de investidura”, y a Sánchez se le hace más difícil gobernar.

Sin embargo, no es lo que más le preocupa, sino que su prioridad actual es impedir que los casos de corrupción afecten a sus familiares más directos y colaboradores de primer nivel, actuales y anteriores. Ante el cúmulo de noticias que afectan a personajes de sus círculos personal y familiar, con datos que provocan escándalo, desde el propio despacho de Sánchez se ha emprendido una cruzada contra jueces, fiscales y periodistas que puede convertirse en suicida.

De momento, la imputación del fiscal general podría provocar el procesamiento de García Ortiz, que cometió el error de su vida tratando de destruir pruebas al borrar las conversaciones y mensajes de su móvil en una semana en la que él tomó importantes iniciativas que podrían inculpar a personas con poder.

Pedro Sánchez, como es habitual en él, se defiende atacando. Directamente o a través de personas interpuestas, colaboradores, que en algunos casos expresan que hay inquietud, por no decir miedo.

Se inician días en las que algunas de las personas que callaban, pueden empezar a hablar.

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