Sonia Herrera: “La vida con prisa se hace un lugar inhabitable”

La enfermera y doctora en Historia y Artes Sonia Herrera Justicia. / Ramiro Altamira Camacho
Miguel Lasida

09 de noviembre 2024 - 03:59

–En la Andalucía del siglo XIX, el vino se bebía para prevenir la enfermedad y hoy se sigue diciendo que el vino en jarro cura el catarro. ¿Es el elixir?

–Aunque sorprenda, mantenemos prácticas de salud de nuestros antepasados. El valor del vino trasciende lo medicinal, al igual que ciertos alimentos. Su valor ritual, como elemento cultural, nos conecta con una comunidad, otorgando una identidad colectiva.

–Los médicos insisten en que es preferible no tomar un vaso de vino que tomarlo. ¿Son las tradiciones hogareñas insistentes en descuidar la salud?

–En el hogar actual, las prácticas de salud contemporáneas conviven con los saberes tradicionales. Con el vino sucede algo parecido. El discurso médico, especialmente durante el siglo XX, adoptó un tono más cauteloso, algo que también se refleja en la sabiduría popular: “Pan a hartura y vino a mesura”. La prudencia y el aprendizaje basados en la experiencia eran valores en las familias del XIX.

–¿Es el hogar un lugar de cuidados o es un mero consultorio de curas y remedios?

–Puede parecer que ha desaparecido el arquetipo de familia cuidadora que velaba por los suyos pero tendemos a mirar el presente sin perspectiva, desligándonos del pasado por un supuesto ideal de progreso.

–¿Vamos hacia atrás?

–En las familias contemporáneas, especialmente en las jóvenes, está emergiendo un nuevo espacio para el cuidado. La familia ha de seguir existiendo no sólo como proveedora de cuidados sino como institución, porque es la depositaria de nuestra memoria y raíces, algo que tanta falta hace en la sociedad de la inmediatez.

–¿Cómo le sienta la inmediatez al bienestar?

–La vida con prisa se hace un lugar inhabitable. Sólo hay que acudir a un servicio de urgencias para darse cuenta de la dependencia de las familias al sistema de salud. Son mayores y jóvenes que no esperan una cita médica o que no evalúan qué les está ocurriendo de modo sosegado. Hemos sacrificado la paciencia.

–¿Hay una adicción a la medicina?

–Es la medicalización de la vida. El papel paternalista de la medicina ha devaluado otras formas de cuidar y se ha incapacitado a la propia persona para cuidarse. Pero cualquier tiempo futuro podría ser mejor si se construye la autonomía desde la familia.

–¿La salud también está condicionada por la inmediatez?

–Un buen ejemplo son las bolsitas de infusión. ¿Quién iría hoy al campo a buscar la hierba, secarla con esmero y prepararla? La cultura de la inmediatez ha transformado todos los aspectos de la vida. Ya no toleramos la calma que requiere el cuidado de una dolencia leve. Lo queremos todo al instante, acudiendo antes a una farmacia que a buscar el consejo de un remedio familiar.

–Ha estudiado las dolencias de finales del XIX en Andalucía. Entonces también había histerias e insomnios. ¿Cuáles eran las causas?

–Es interesante observar cómo, al remontarnos al siglo XIX y a las transformaciones de la época, muchas de las enfermedades y dolencias desencadenadas siguen sin resolverse hoy. Con la industrialización, se pasó del trabajo en el campo a las fábricas. Eso acarreó un aumento del ruido ambiental, cambios en la alimentación, viviendas más pequeñas y horarios laborales más estrictos. Todo esto alteró profundamente los hábitos de vida, especialmente el sueño.

–¿Cómo se afrontaban aquellas dolencias?

–Era común recurrir a remedios naturales como la raíz de valeriana o la lavanda, en infusión o aceite. Sin embargo, lo que realmente deberíamos cuestionar es si estamos abordando hoy las verdaderas causas de problemas como el insomnio o la ansiedad, que están en auge, si nos hemos adaptado a los cambios o simplemente hemos aprendido a convivir con ellas.

–Los escritores románticos y los periodistas costumbristas identificaron en la Andalucía decimonónica un interés particular por lo local, lo imaginario y el conocimiento alternativo. ¿Cuánto se parece al tiempo actual?

–Si miramos el presente con ojos nuevos, podemos ser conscientes de cómo el ser humano busca su identidad regresando a lo de otro tiempo, a sus raíces. Se aprecia un auge en las generaciones jóvenes por el consumo de productos naturales, incluso por el regreso a la vida rural, algo que también se recoge en la literatura contemporánea como 'neorruralismo'. Más que lineal, el tiempo hay que verlo como una espiral, donde lo viejo regresa siempre de forma renovada. No somos tan distinto.

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