"Nadie se preocupa por la España que trasnocha"

Antonio Romera, 'Chipi' | Cancionista y guionista

Antonio Romera, 'Chipi de la Canalla'.
Antonio Romera, 'Chipi de la Canalla'. / José Ángel García
Juan de la Huerga

08 de diciembre 2024 - 05:30

JUGLAR CANALLESCO. Tras el desayuno, Antonio Romera, Chipi (Algeciras, 1976), dirige al periodista al estudio donde graba su último disco, El limón y la pipa. Este juglar de La Canalla cuenta con conocimiento de causa en sus canciones y shows cómo son las gentes de barrios obreros. El bar nuestro de cada día le ha valido el Premio al Mejor Espectáculo de Artes Escénicas. "Todo el día con el ataúd a cuestas, canijo...".

¿Usted quién es?

–Me lo pregunto de forma existencial. Si cada día cambio, dónde pongo el punto de partida para decir quién soy. A lo mejor soy el yo de mañana, no el de 8 años. O éste era un proyecto inacabado. Tengo la sensación de ser un Mister Potato al que le queda por poner la oreja, pero en términos existenciales.

–Tiene pelos de Rafael Álvarez, El Brujo. ¿Cuál es su rutina de cuidado capilar?

–Lo dejo mucho en manos del azar, no intervengo.

–Formó La Canalla y después adoptó el nombre. Es como si Sting se hiciese llamar Gordon The Police.

–Es un proyecto vital. Escribo para dar visibilidad a ese estrato social bajo del que se habla con condescendencia o criminalizándolo, y mucho desde el desconocimiento. Cuento esa parte humana de la canalla visibilizando sus sombras y sus luces, es la forma para que la gente empatice. Si te dicen que alguien es muy bueno, si se tira un pedo lo odias; y si te dicen que es muy malo, nunca te acercarás para conocerlo. La canalla no es ni una ni otra. 

–Somos primos hermanos porque a los periodistas nos llaman la canallesca.

–Yo desde la disciplina artística recurro a la ficción para retratar una realidad que está más dentro de la piel y usted... Bueno, en el periodismo cada vez hay más ficción.

–¿En El Cobre, el barrio de Algeciras donde se crió, hay que batirse el ídem para salir adelante?

–Hay dos barrios en las periferias: los gangrena y chungos, y los de obreros con valores muy diferentes. No todos son buenos o malos, se entremezclan, pero tengo la suerte de que en el mío había más gente humilde y bondadosa que conflictiva y trapichera.

–¿Es gaditano o activista pronovena provincia?

–Esto de independizarse... Los andaluces somos tan guays que nos deberíamos separar de España. Y los gaditanos de Andalucía y los algecireños de Cádiz. Vamos a terminar cada uno detrás de una puerta con un pestillo. No me gusta separar.

–Su música mezcla lo lírico y lo cómico. ¿La cultura está en la esdrújula?

–Serio y triste no es lo mismo. Si algo no tiene sentido del humor, desconfía; si algo lo persigue a toda costa, también. El lirismo está en decir cosas serias sin abandonar el sentido del humor, esa vaselina que hace que lo malo entre mejor.

–Teatro y música. ¿Quiere recuperar el cabaré o el más modesto café cantante?

–La música es un buen vehículo para la letra; es muy abstracta, pero con letra es mucho más precisa. Y porque no sé bailar, si no, habría baile.

–"Los bares son templos del tiempo de cada uno". ¿A qué santos le reza?

–Los santos que me gustan tienen nombres, apellidos y número del DNI. Lo resumiría así: la gente es mortal.

–Practica el humor culto, ¿se reconoce en la línea de Les Luthiers?

–No, ni reconozco el humor culto. Lo que hago lo entiende la gente de mi barrio. No me gusta caer en lo zafio ni en lo chabacano, utilizo el humor para decir cosas, no las cosas para hacer humor.

Los que no somos muy guapos tenemos la obligación de ser románticos de vez en cuando”

–"Y llévame a vivir contigo a la sombra del dobladillo de una loncha de jamón". Ole.

–Es la historia de una pareja. Él se estaba quitando de la heroína y ella era una viuda burguesa que le daba dinerillo cuando él le decía piropos en la puerta del súper. Se hicieron novios, pero la relación se basaba en que ella lo invitaba y él le decía cosas bonitas. La gente cree que es amor de conveniencia. Y cuál no. Si no te conviene, te vas. Así son todos. Cada uno llena los vacíos del otro.

–Ha dejado escrito que "levantar España es fácil, lo difícil es acostarla". ¿Para cuándo un libro de aforismos?

–También que hay mucha gente que se preocupa por la España que madruga y nadie por la que trasnocha, estamos desprotegidos. Para la literatura hay que tener tiempo, dinero o no temer a la precariedad y yo la temo.

–Llamó "IA de su madre" a la Inteligencia Artificial, ¿le han llovido ofertas de Silicon Valley?

–Silicon Valley suena a marca de masilla para las ventanas. Me llevo fatal con la tecnología; a menudo cruza esa frontera entre sernos útil y complicarnos la vida.

–¿Qué es la vida?

–Nos tenemos que preguntar qué es nuestra vida y actuar en consecuencia. Tener una visión tan omnisciente de la verdad de la vida es muy difícil. Quien resume eso en una frase es muy listo o muy tonto. Lejos de ser listo, prefiero no contestar.

–De la muerte ni pregunto.

–Sí, la muerte está guay, un punto de llegada. Si no hubiera un final, no tendría sentido nada de la obra. Renegaríamos de la vida eterna si la tuviéramos.

–Letrista de Pasión Vega, ¿cómo muta un travieso en intimista?

–Porque los que no somos muy guapos tenemos la obligación de ser románticos de vez en cuando...

–Trabajó con Manu Sánchez. ¿Se siente también surnormal?

–Abogo por el sur-realismo de Quiñones. Soy consciente de las diferentes identidades, pero no entiendo que nos separe lo que nos hace distintos. No hay que poner una tapia entre su casa y la mía.

–Pasó tiempo en Cataluña.

–Cuando viajo llevo un pasaporte diplomático, la música, y los artistas tenemos inmunidad con los conflictos políticos porque estamos pendientes de cosas más importantes que de discursos banales, banderitas e himnos.

–Su estudio está en el corralón del Pelícano en Sevilla, ¿qué hay allí de unión de artistas y bohemia?

–Es la última pradera que hablaba el Manifiesto de lo borde de los Smash y al mismo tiempo la primera del underground de hoy. Al llegar, el Pelícano era el recuerdo de un pasado, conocí a Pepe Ortega, que me produce el disco nuevo, y él lo veía como una semilla que había que regar. El Pelícano tiene más nostalgia de futuro que de pasado.

–¿Echa de menos el mar o tampoco es para tanto?

–Se echa de menos aun sin conocerlo. Es como el cielo, ves esa inmensidad y piensas: "Tampoco es pa tanto lo que me pasa con la bombona de butano". El mar igual. Lo miras, te das la vuelta y le plantas cara a la vida.

–Tiene una superfán en el periódico. ¿Algún mensaje?

–Que busque otro que quede mejor en los pósters de la habitación. No sé cómo lleva despertarse viéndome la cara. ¿Está bien? ¿Lleva el horóscopo? Seguro que es la que mejor está del coco...

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