Matthew Hongoltz-Hetling: "Los libertarios abuchearon a Trump en su último congreso"
periodismo

UN OSO VIGILA TU ESPALDA. En los primeros tiempos de internet, uno de los muchos grupos marginales que comenzaron a organizarse en EE.UU. fue el de los libertarios. Soñaban con una comunidad que cumpliera sus ideales y decidieron establecerse en la localidad de Grafton (New Hampshire) para formar el Proyecto Pueblo Libre. Minimizar el músculo de lo público terminaría teniendo un efecto boomerang inimaginable: una invasión de osos. El periodista Matthew Hongoltz-Hetling (Beacon, 1973) llegó casi de casualidad a esta historia que refleja en Un libertario se encuentra con un oso (Capitán Swing).
–Un pueblo sin normas contemplado con ojos golositos por la población de osos. ¿Cómo entró en contacto con el tema?
–Trabajando para un periódico local, me encontré de repente en casa de una mujer de Grafton llamada Jessica Soule, hablando de algo que no tenía nada que ver. Y, a lo largo de charla, de tanto en tanto me comentaba: “antes de que llegaran los osos”. Ella sería la primera de una serie de habitantes del pueblo que habían tenido encuentros inusuales con una comunidad de osos extrañamente agresiva.
–No pagar impuestos para obra pública, Policía, Bomberos o alumbrado... Todo ello formaba parte del espíritu “libertario” que se hizo con el pueblo de Grafton. ¿Qué podía salir mal?
–¿De locos, no? Pero vaya, que también querían dinamitar el distrito escolar, legalizar el tráfico de drogas y de órganos, y blindar el derecho a vivir en mitad del bosque en casas sin seguridad alguna. Y, a veces, hasta sin casa. Aun así, su idea seguía siendo que el libre mercado sería la panacea para todos los males de la sociedad. En su visión había cabida para una revolución de la educación en casa o incluso un departamento de bomberos privado: por supuesto, nada de esto ocurrió.
–Lo que ocurrió fue que los osos encontraron el escenario ideal.
–Y eso que intentaron de todo para sobrellevar la cuestión:desde la caza ilegal a cubrir la basura con pimienta, colocaron trampas cazalobos, les arrojaron petardos... nada de esto resultó especialmente efectivo. El problema fundamental fue, desde luego, el rechazo a que los agentes medioambientales estatales se pasaran por allí y les dieran soluciones. Mientras, pues iban enseñando a los osos cómo hacerse con la comida humana y habituándolos a sus ineficaces esfuerzos por espantarlos. Había, además, libertarios que alimentaban a los animales a propósito, como si fueran gorriones. Esto se tradujo en una población de osos muy atrevida, que terminó respondiendo con ataques.
–¿Cómo lo vivió usted?
–A veces sentía que no era bienvenido por ciertos segmentos de la comunidad. El hecho de que no me disuadieran tiene poco que ver con la valentía y mucho tener un contrato para acabar un reportaje sobre el tema de los osos y los libertarios. Para protegerme de los graftonitas furiosos y de sus pistolas, hice uso de las armas que he cosechado estos años como periodista: sonreír un montón, escuchar lo que decían y dejar claro de distintas formas que no iba armado ni era una amenaza física para nadie. Para mí, ese tipo de cosas pueden llegar a ofrecer mucha más protección que una pistola, contribuyen a rebajar la tensión.
"TRAS SU AVENTURA LIBERTARIA, EL PUEBLO NO SE HA RECUPERADO MUY BIEN"
–Pero otros pueblos cercanos, de similar historia e ingresos aunque ajenos a la fiebre libertaria, no vivieron esta defenestración. ¿Nadie se dio cuenta?
–Grafton tiene una larga tradición de evasión de impuestos que antecedió (y permitió) el Proyecto Pueblo Libre. La mayor parte de la gente cree que estas cosas se deben a la demografía, la geografía o la suerte. Yo, que he tenido la oportunidad de poder estudiarlo más a fondo y vengo de un marco diferente, terminé encontrando que la diferencia fundamental entre Grafton y su vecina, por ejemplo, era invertir lo que sería un euro y medio más al día en impuestos inmuebles.
–¿Por qué tiene aceptación el discurso libertario?
–El verdadero éxito de los libertarios reside en temas en los que encuentran apoyo por parte de uno de los dos grandes partidos políticos: entre ellos, la legalización de la marihuana, el matrimonio gay, el conservadurismo fiscal o una celebración general de que la gente alcanza el éxito principalmente gracias a su esfuerzo personal. He mencionado un par de políticas tradicionalmente progresistas para mostrar que pueden aliarse también con ellos, al menos, en teoría.
–¿Tiene el Partido Libertario algo que ver con Trump?
–A Trump lo abuchearon con ganas en su último congreso nacional; su relación ha sido muy complicada. Aplauden la forma en la que ha demolido las estructuras del Gobierno federal, aunque deploran sus dejes autoritarios. Pero, de hecho, el trumpismo ha ayudado a alinear a libertarios y republicanos, especialmente, en la pandemia.
–¿Cómo hicieron los no libertarios en Grafton para sobrevivir al derrumbe?
–Yo terminé desarrollando un inmenso cariño por su pequeña biblioteca, que a veces parecía un refugio en mitad de territorio hostil. Podía pasar horas allí, investigando en los archivos del pueblo y contemplando cómo el puñado de habitantes que mantenía una actitud cívica iba y venía, charlando sobre las noticias del pueblo, intercambiando comida y pidiendo prestados libros. Estos gestos tan simples son el tipo de gestos que pueden unir a una comunidad: que fueran sólo una pequeña fracción de los residentes convertía estas acciones en algo aún más precioso y vital. Mucho de ellos no lo pasaron precisamente bien en el apogeo del periodo libertario. Podían quejarse de la intrusión libertaria, pero no había defensa contra ella. Así que se agacharon y aguantaron como pudieron.
–Y, ¿cómo están las cosas hoy en día? ¿Qué tal los osos? Espero que hayan vuelto los buenos términos.
–El Proyecto Pueblo Libre terminó en torno a 2016, porque los libertarios querían centrar sus esfuerzos en convertir New Hampshire en un Estado Libre. Para ello, escogieron comunidades que aún no habían arruinado, y los que se quedaron en Grafton fueron marchándose, desilusionados. Lamentablemente, el pueblo no se ha recuperado muy bien. Los impuestos son aún demasiado bajos, lo que significa que no hay recursos suficientes para acondicionar los servicios municipales que se perdieron o degradaron. Desde entonces, sólo ha habido un ataque de oso. No sé si los humanos en New Hampshire podrán vivir cordialmente con los animales: la gente allí está empezando a asalvajarse, así que lo mismo llegan a algún tipo de entedimiento armónico...
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