Aurora Guerra: "Si sabes hacer series diarias, sabes hacer cualquier cosa"

La guionista y showrunner Aurora Guerra, hace unas semanas en Cádiz. / Julio González
Tamara García

12 de febrero 2022 - 06:00

Cádiz/Como guionista en televisión Aurora Guerra (Madrid, 1968) ha hecho “de todo” pero, desde luego, su labor como creadora y escritora de la serie El secreto de Puente Viejo es uno de sus trabajos más llamativos de una carrera donde también leemos (vemos) Acacias 38, Lalola, Génesis en la mente del asesino, Aquí no hay quién Viva, Camera café o Yo soy Bea. Ahora, esta madrileña que comenzó “muy joven” su historia con el audiovisual con el programa Mucho cuento en Televisión Española, vuelve a la casa pública con Fuerza de paz, una serie producida por Alea Media, donde Guerra trabaja como showrunner, que espera que se estrene esta temporada.

–¿Qué es un showrunner?

–Lo primero es que me da rabia que no exista una palabra específica en España para el showrunner porque aunque se asemeje al productor ejecutivo, tampoco es exactamente eso. Un showrunner no sólo se ocupa de la técnica, los números o la intendencia sino que es un productor ejecutivo pero desde el punto de vista creativo. Normalmente es el creador de la serie, también escribe guiones, participa en el casting, en la elección de decorados, de localizaciones, del estilo, de la imagen que quieres dar...

–Antes era guionista al servicio de otros creativos, lo de showrunner es complicarse más, ¿no?

–Ya en El secreto de Puente Viejo realmente hacía de productor ejecutivo aunque durante mucho tiempo no lo ponía, pero lo hacía. Y en Acacias, también. Y manejar ese equipo tan grande y que, además, hacíamos a la vez Acacias y Puente Viejo, gestionando cada equipo de guionistas, que eran unos 10 u 11, más resolver dudas a actores, mirar localizaciones... Pues sí, es más trabajo, sin duda, pero es apasionante. Para mí es lo que más me gusta del trabajo.

–¿Y lo que menos?

–El trabajo comercial, el de venta, cuando tienes que ir con tus ideas a contarlas...

–En España, ¿ha cobrado ahora más peso la figura del showrunner?

–Sí, y ha costado porque normalmente los guionistas, aunque fuéramos los creadores de las series, estábamos bastante ocultos, incluso éramos una presencia incómoda en un rodaje. Pero poco a poco se ha ido demostrando que es lo más lógico pues quien crea la serie es el primero que la tiene en la cabeza y despreciar ese conocimiento es una estupidez. Mejor que unamos conocimientos que mutilarlos.

–Ha nombrado a ‘Puente Viejo’. Más de 2.300 capítulos, nueve años en antena. ¿Lo imaginó al comienzo?

–Yo empecé a currar ahí y tenía niños pequeños y ahora mi hijo tiene 19 años. Es que es mucho tiempo, es una vida... Y jamás, nunca, pensé lo que iba a pasar con esa serie. Al principio, además, nos dejaron crear bastante tranquilos y poco a poco aquello fue creciendo. La serie se vendió a 70 países. En Italia fue un auténtico furor. Los actores salían del avión y parecían los Beatles.

–Y todo partió de poco menos de un folio...

–Así es. Hice una idea muy pequeñita, con un desarrollo completo, eso sí, pero en más o menos un folio. Y a Sonia Martínez, que estaba entonces en Antena 3, le encantó. La tía tuvo mucho ojo y fuimos adelante. Fue una época muy gratificante.

–¿Se reconoce el trabajo de la serie diaria?

–Pues no. El público sí que reconoce este trabajo, y son muy fieles y muy cariñosos, pero es verdad que es como un género un poco denostado, los culebrones. Y, sin embargo, yo que he hecho de todo, te puedo decir que es el más difícil de todos porque tienes que rodar muy deprisa, escribir muy deprisa y no hay oportunidad para el ensayo-error, tienes que acertar. Es una labor de engranaje del equipo absoluto. Vamos, si sabes hacer series diarias, sabes hacer cualquier cosa.

–Entiendo que al principio se empieza con unas tramas pero luego hay que estar ágil para ir cambiando...

–Completamente. Puente Viejo eran tres tramas principales y luego una o dos secundarias o episódicas. Las biblias (lo que va a pasar) tenían 12 o 13 semanas de cinco capítulos cada uno, y eso lo escribíamos cada tres meses. Es un trabajo agotador pero muy estimulante. Además el melodrama me encanta porque te permite hacer todo. Siempre digo que si te metes a hacer una diaria, un culebrón, como quieras llamarla, métete sin pudor, entra en todos los recovecos del alma humana, de sus miserias, emociones y pasiones, no te quedes a medias.

–¿El público agradece esas tramas, digamos, extremas?

–Totalmente. Mira, cuando llevábamos unos 4 o 5 años surgió un código de autorregulación de la televisión y nosotras estábamos en horario de especial protección infantil que, bueno, es lo de siempre, el niño no debería estar viendo a esa hora, pero bueno... Así que tuvimos que suavizar algunas tramas, escamotear algunas cosas, pero los cinco primeros años fueron muy salvajes y a la gente le encantaba.

–Nuestra manera de consumir series ha cambiado mucho. ¿Cree que captar la atención del espectador ahora es más complicada cuando está en el sofá, o hasta en el cine, con un smartphone en la mano?

–Pues tienes toda la razón. Es como cuando hablas con tus hijos. Si pudieras, hay veces que le dirías al espectador ¿hola, me puedes hacer caso, que te estás perdiendo algo muy importante en la serie? (ríe) Y, fíjate, otro obstáculo que tenemos es la sobreproducción. A ver, líbreme dios de quejarme porque haya trabajo para todos, pero hay tanta oferta que es más difícil Nosotros estamos ahora pendientes de estrenar una serie en Televisión Española que hemos hecho con Alea Media que se llama Fuerza de paz. Es una serie sobre cascos azules en Guinea Ecuatorial y hay una serie de sucesos misteriosos que pasan allí. La serie está estupenda, está redonda, el problema de las series es que hay tantos estrenos que los productos luchamos unos contra otros ya no en calidad sino casi en promoción.

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