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El Canto de la Sibila es una tradición medieval que combina drama litúrgico y melodía gregoriana, originaria del sudoeste de Europa. Este canto tiene un tema central y profundo: el juicio final, que se realiza en el contexto de la Misa de Gallo (Matines) durante la Navidad.
A pesar de que su origen se remonta a la Edad Media, ha perdurado de manera única en dos lugares: Mallorca y Alguer (en Cerdeña), siendo estos los únicos sitios donde se ha mantenido ininterrumpidamente desde la Baja Edad Media, a pesar de prohibiciones y vicisitudes históricas.
El 16 de noviembre de 2010, en la quinta sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial celebrada en Nairobi, la UNESCO incluyó el Canto de la Sibila en su Lista Representativa, reafirmando su valor y su lugar en el patrimonio inmaterial de la humanidad.
Considerado por muchos estudiosos de la música mallorquina como un fenómeno singular y relevante, el Canto de la Sibila fusiona tradición popular con música culta, ofreciendo una visión única de la evolución de las prácticas musicales a lo largo de los siglos. Su relevancia dentro del imaginario colectivo de los mallorquines, su vinculación con el tiempo litúrgico de la Navidad y con el territorio mallorquín, así como sus características propias, lo hacen merecedor de una protección especial. En virtud de la Ley 12/1998 del Patrimonio Histórico de las Illes Balears, fue declarado Bien de Interés Cultural el 13 de diciembre de 2004.
Tiene una conexión especial con la figura de la Sibila de Eritrea, una profetisa clásica que anunciaba el fin del mundo. Esta figura fue adaptada al cristianismo, y el texto profético sobre el juicio final fue incorporado en la liturgia cristiana medieval. La primera mención del Canto de la Sibila se encuentra en un manuscrito de la Catedral de Córdoba de 960, perteneciente a la liturgia mozárabe, y con el tiempo se difundió por las iglesias de España, Francia, Italia y Portugal.
La popularización de este canto en Mallorca se produjo durante la Reconquista, cuando llegó con la Corona de Aragón tras la conquista de la isla por Jaime I en 1229. A partir de ese momento, se integró a la liturgia de Navidad, especialmente en los maitines.
A pesar de las restricciones impuestas por el Concilio de Trento (siglo XVI), que prohibió muchas representaciones religiosas no estrictamente litúrgicas, el Canto de la Sibila logró sobrevivir en Mallorca. A mediados del siglo XVI, la prohibición en la isla se levantó, y en 1575 se retomó su interpretación en la Catedral de Mallorca, manteniendo su carácter sagrado, aunque sin los elementos teatrales que originalmente acompañaban la representación.
Con el tiempo, el Canto de la Sibila ha sido una tradición navideña profundamente arraigada en la isla. En la actualidad, se interpreta principalmente por niños (aunque en algunos casos por mujeres), vestidos con túnicas blancas o de colores y con una espada en la mano, simbolizando la llegada del juicio final. Durante su interpretación, el niño cantor se ubica en el presbiterio o el púlpito, sin acompañamiento instrumental, salvo el órgano entre estrofas, y su presencia se convierte en un acto solemne y devoto de la noche navideña.
Originalmente, el Canto de la Sibila se interpretaba con una melodía gregoriana, y se mantuvo de esta forma hasta bien entrado el siglo XVI o XVII. En Mallorca, el acompañamiento musical era similar al de otras zonas de la península, con algunas variaciones regionales.
La transmisión oral del canto durante siglos, al igual que con su letra, provocó la aparición de diferentes versiones. A partir del siglo XIX, el canto atrajo el interés de estudiosos y folcloristas, lo que llevó a la transcripción de sus diversas versiones en partitura. De esta forma, se consolidaron las melodías que han perdurado hasta la actualidad.
Hoy en día, todas las versiones musicales que se interpretan del Canto de la Sibila tienen su origen en las partituras del siglo XIX.
El Canto de la Sibila se documenta desde el siglo X en lugares como Cataluña, Italia, Castilla y Francia. Aunque inicialmente se interpretaba en latín, a partir del siglo XIII comenzaron a surgir versiones en lengua catalana, todas ellas adaptaciones de origen provenzal. Entre las versiones más antiguas se conserva un códice del siglo XIV procedente del convento de Santa Magdalena, hoy en el Archivo Diocesano de Mallorca.
La transmisión oral y la falta de manuscritos a lo largo de los siglos ha provocado que los textos originales se modificaran, dando lugar a muchas versiones. El texto más conocido y utilizado en la liturgia actual es el siguiente:
El jorn del judici
parrà qui haurà fet servici.
Jesucrist, Rei universal,
home i ver Déu eternal
del cel vindrà per a jutjar
i a cada u lo just darà.
Gran foc del cel davallarà;
mar, fonts i rius, tot cremarà.
Los peixos donaran grans crits
Perdent los naturals delits.
Ans del Judici l’Anticrist vindrà
i tot lo món turment darà,
i se farà com Déu servir
i qui no el crega farà morir.
Lo seu regnat serà molt breu;
en aquell temps sots poderseu
moriran màrtirs tots a un lloc
aquells dos sants, Elíes i Enoc.
Lo sol perdrà la claredat
mostrant-se fosc i entelat,
la lluna no darà claror
i tot lo món serà tristor.
Als mals dirà molt agrament:
- Anau, maleïts, en el turment!
anau, anau al foc etern
amb vostro príncep de l’infern.
Als bons dirà: - Fills meus veniu!
benaventurats posseïu
el regne que està aparellat
des de que el món va ser creat.
Oh humil Verge! Vos qui heu parit
Jesús Infant aquesta nit,
a vostro Fill vullau pregar
que de lo infern nos vullaguardar.
El jorn del judici
parrà qui haurà fet servici.
Visitar Mallorca en Navidad tiene un encanto único. Durante estas fechas, podrás disfrutar de su tradicional gastronomía, pasear por sus calles decoradas, recorrer los mercadillos navideños y descubrir los belenes, entre otras actividades. Sin embargo, uno de los grandes protagonistas de estas festividades es el Canto de la Sibila, que resuena cada 24 de diciembre durante las Matines (Misas de Gallo). Tras la misa, las familias se reúnen para degustar un chocolate a la taza acompañado de ensaimada o coca de patata. Esta emotiva tradición tiene lugar en prácticamente todos los municipios de Mallorca, destacando las celebraciones más concurridas y tradicionales que se celebran en el Santuario de Lluc y en la Catedral de Palma.
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