Reflexiones sobre la movilidad urbana y su impacto en el futuro de las ciudades andaluzas

La Semana Europea de la Movilidad es una oportunidad para repensar las ciudades

Es una oportunidad para revertir la tendencia actual y recuperar espacios frente al coche

El tráfico de vehículos condiciona la vida en las ciudades
El tráfico de vehículos condiciona la vida en las ciudades / Daniel Pérez/E.P.
Manuel A. González Fustegueras

22 de septiembre 2024 - 07:00

En el contexto de la Semana Europea de la Movilidad 2024 que ahora se celebra, nos encontramos ante una ocasión oportuna para detenernos a reflexionar sobre la movilidad urbana, entendida no solo como una cuestión técnica o de infraestructura, sino como un derecho fundamental de la ciudadanía. Este derecho está intrínsecamente relacionado con la calidad de vida y con la posibilidad de acceder de manera equitativa a los bienes y servicios que ofrecen las ciudades. Así, hablar de movilidad es, en última instancia, hablar de urbanismo, ya que nuestras ciudades son, por excelencia, los lugares de interacción social, y la forma en que gestionamos el espacio público influye directamente en la calidad de esas interacciones.

En la actualidad, la movilidad de las personas ha adquirido una importancia crucial, superando con creces la relevancia que tenía en épocas pasadas. La movilidad urbana, antes un tema periférico, ahora es central en el discurso de planificación urbana, ambiental y de infraestructuras. Es una prioridad no solo para mejorar la accesibilidad, sino también para reducir los impactos ambientales y promover ciudades más sostenibles.

Es importante señalar que “movilidad” y “transporte” no son sinónimos. Mientras el transporte se enfoca en infraestructuras y consumo de energía para abaratar el coste de los viajes, la movilidad es un concepto más amplio, que pone énfasis en la autonomía del desplazamiento, la gestión eficiente del espacio y la energía, y la oferta de alternativas que favorezcan una vida urbana más saludable y sostenible.

Durante mucho tiempo, la mayoría de las ciudades andaluzas han sido modeladas para favorecer el uso del automóvil, lo que ha transformado gran parte de nuestros magníficos espacios públicos en zonas motorizadas. Este enfoque ha tenido consecuencias no deseadas: el incremento del consumo energético, mayores costos ambientales y la creación de un estilo de vida centrado en el uso del coche y el aislamiento en el hogar. Esto ha llevado a un modo de vida que podemos calificar como “antiurbano”, donde las relaciones sociales y el espacio compartido han sido sacrificados. Sin embargo, estamos en un momento crucial para revertir esta tendencia. El desafío es cambiar la mentalidad colectiva, integrando de manera decidida los beneficios de una ciudad con menos coches y mostrando claramente los enormes costos y consecuencias sociales y ambientales que conlleva el modelo actual de dependencia del automóvil.

La Semana Europea de la Movilidad nos brinda otra oportunidad para repensar nuestras ciudades. Estamos en un momento decisivo en el que el reto no es únicamente técnico, sino sobre todo cultural. Necesitamos un cambio de mentalidad colectivo que nos permita comprender las ventajas de vivir en ciudades con menos automóviles y más opciones sostenibles de movilidad. Es esencial desvelar los costos ocultos que el modelo actual de dependencia del coche ha generado: desde el impacto sobre la salud pública debido a la contaminación atmosférica y el sedentarismo, hasta los costos sociales de la fragmentación urbana y la pérdida de espacios públicos de calidad.

Si queremos un modelo urbano más sostenible y habitable, es necesario dar prioridad a los peatones, al transporte público y al uso de la bicicleta. La presencia de estos tres actores en la planificación urbana será un reflejo del compromiso de las autoridades con la sostenibilidad y la calidad de vida de los ciudadanos.

La construcción de una ciudad habitable, donde las personas sean el centro, no puede lograrse sin limitar el uso excesivo de los vehículos a motor. Este abuso ha tenido consecuencias devastadoras en nuestras ciudades, y solo reduciéndolo podremos avanzar hacia un futuro más verde, saludable y socialmente justo.

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