Tribuna Económica
Carmen Pérez
“I n Gold We Trust”
deporte en la cárcel Programas para sobrellevar una condena
"Yo llevaba una vida normal, sólo que me desvié. Como los garbanzos, que los hay de puchero y cocido, yo fui el garbanzo negro de mi familia". Antonio es uno de los 182 pacientes internados en el Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla, situado en el kilómetro 3 de la carretera de Torreblanca-Mairena Del Alcor. Sus muros esconden miles de historias por conocer. Antonio cuenta la suya.
Gaditano de 38 años procedente de una familia humilde, vio cómo a los 16 años las drogas entraban en su vida y hacían tambalear su futuro. Ahora aprovecha, como uno de sus más entusiastas participantes, la oportunidad que le brinda el programa Animación deportiva en los centros penitenciarios de Andalucía, promovido por el Centro de Iniciativas para la Cooperación Batá, premiado por la Consejería de Salud en el V Certamen de Programas de promoción de la Actividad Física. Entre sus principales objetivos destacan el de colaborar en los procesos de rehabilitación de la población reclusa y el fomento de los "sentimientos de solidaridad y tolerancia". Numerosos reclusos del mapa penitenciario andaluz han encontrado en el deporte la mejor opción para conseguir una vida ordenada.
Uno de ellos es Antonio, que decidió dar un giro de 180 grados a su vida a través del deporte, que practicó desde la adolescencia. "Siempre he sido individualista. Con trece años empecé a montar en bicicleta y organicé un grupo, La Unión Deportiva Roteña de Fútbol. Con la ayuda de mi padre formé un equipo con veinte personas, todas mayores, pero yo estaba al mando. La verdad es que me sentía muy realizado, pero la droga fue la que me perdió", narra mientras juguetea con un papel entre las manos "porque estoy nervioso".
Los recuerdos de su declive con la droga hacen estragos. Antonio rememora aquellos años negros. "Consumía anfetaminas desde los 16 años para obtener un mejor rendimiento deportivo, pero a los 18 años probé la cocaína en la mili y a los 22, cuando me quise dar cuenta, todo el dinero que ganaba trabajando me lo gastaba en drogas".
Las metas que persigue la iniciativa tienen una doble vertiente, como explica la coordinadora del Centro Psiquiátrico, Conchi Díaz. "A nivel de salud intentamos paliar el deterioro propio de la enfermedad, crear hábitos higiénicos, y en el ámbito social propiciar la solidaridad, el compañerismo y el respeto". Sobre los procesos de rehabilitación de los pacientes, Díaz recalca hasta qué punto el deporte consigue la recuperación de los pacientes, pues "gracias a los ejercicios, ellos mejoran muchísimo, tanto de salud como de movilidad". Y enfatiza, además, el aspecto psíquico. "Observamos a nivel de superación, sobre todo en invierno, cuando está el tiempo más triste y apagado, y comprobamos estados de ánimos muy variados. Se nota que a través de la actividad física se motivan y desconectan de lo que es el día a día del módulo".
Antonio no se avergüenza de su historia. Al contrario, considera que lo que le ocurrió a él puede servir de experiencia y trabajar a partir de ella. Tras comprobar cómo se divierten los jóvenes en la actualidad, él mantiene la esperanza de conseguir que muchos de ellos abran los ojos y reaccionen si se encuentran en una situación parecida a la suya.
Cuenta cómo fueron aquellos años en los que sus días estaban dominados por el consumo de estupefacientes y todo lo que tuvo que pasar. "Con treinta años empecé a dormir en cajeros automáticos y coches. Esperaba a que la chica que trabajaba en la hamburguesería sacara los restos de la comida que había sobrado ese día para aprovecharla yo. Mi familia ha sufrido mucho, nadie se esperaba que con todo lo deportista que era, llegara a hacer lo que hice, hasta que mi madre me echó de casa. Y ese gesto se lo agradezco ahora, porque reconozco que fue necesario".
Una vez que Antonio ingresó en el hospital, los médicos le detectaron un trastorno de personalidad. "No sé si ya lo tenía de antes o fue causado por la droga, yo lo único que sabía es que tenía algo", sospecha él. Tras año y medio de tratamiento, se siente un hombre distinto, y esto lo debe en gran parte al programa de animación deportiva. "Tenemos un equipo de fútbol y hace poco hicimos un campeonato de ping-pong. Sobre todo, el deporte nos ayuda mucho a conocernos entre nosotros, porque aunque haya un equipo contra otro, después todos somos una piña".
De todos los deportes, el ciclismo es su favorito y su ídolo es el cinco veces ganador del Tour, Miguel Induráin. Antonio reconoce que le encanta el deporte y lo práctica con mucha frecuencia. "Todos los días hago bicicleta. Este mes ya llevo hechos mil kilómetros. Además hago cintura, abdominales y atletismo" apunta. Para él, es vital la actividad física en la actualidad, porque, como él mismo dice, "yo ahora estoy libre tanto de mente como de cuerpo. Esto es como un monasterio con muchas paredes. Creo que incluso el deporte es más importante que un psiquiatra, porque a través de él canalizo los sentimientos negativos como el dolor, la soledad y la angustia", concluye.
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