TRIBUNA
Las dehesas no se inundan
Garantes de la calidad alimentaria
En torno a la agricultura y la alimentación consciente nos reunimos recientemente en Conil de la Frontera (Cádiz) más de cien mujeres provenientes de distintas zonas rurales de Andalucía en el XVIII Encuentro Regional de Mujeres Emprendedoras del Medio Rural, organizado por la Federación de Asociaciones de Mujeres del Mundo Rural –Ceres- de Andalucía y la Unión de Trabajadores Autónomos –Uatae de Andalucía. Nuestro objetivo no era otro que reflexionar, analizar, aprender y tomar aún más conciencia de la importancia y la responsabilidad del papel que desempeñamos como productoras en la cadena alimentaria. Es grande, es mucho y es clave.
Somos agricultoras y ganaderas, generadoras de actividad económica, así como garantes de la seguridad alimentaria. Somos, además, madres, cuidadoras, protagonistas del desarrollo rural y del mantenimiento de la población. Somos defensoras de un modelo sostenible de producción que, al mismo tiempo, pone freno al cambio climático, transmisoras de conocimiento, de tradiciones y cultura.
Somos emprendedoras y, sin lugar a dudas, luchadoras incansables por una igualdad que hemos ido conquistando poquito a poco con esfuerzo, sacrificio y ansias de empoderamiento. Los últimos datos así lo atestiguan: las mujeres ya representamos un 37% del total de perceptores de las ayudas de la PAC y el 33% de los perceptores de las ayudas concedidas en materia de desarrollo rural. Estamos en el camino y vamos a por más, llevando por bandera la honestidad de la producción responsable y el respeto por nuestro entorno, la apuesta por la economía local y el comercio de cercanía.
Por ello, quisimos centrar el encuentro de Ceres Andalucía de este año en la “Producción, transformación y comercio en el medio rural”. Como mujeres que trabajamos en el campo y producimos alimentos naturales, ejercemos la gran responsabilidad de mantener la calidad y la seguridad de éstos, desde el mismo momento que preparamos la tierra, seleccionamos las semillas, cultivamos, criamos, limpiamos las ubres, alimentamos a los animales, mantenemos las explotaciones a raya…
Toda nuestra labor productora incide directamente en la calidad y la seguridad de nuestros alimentos, así como el empleo y gestión del agua como bien preciado también nos otorga una responsabilidad medioambiental. Se trata de una agricultura consciente para una alimentación consciente. Y es que somos lo que comemos. Una reflexión que tiene su origen en los griegos clásicos. Hipócrates ya hablaba de la necesidad de una buena alimentación y lo plasmó en una de sus famosas citas: “Sea el alimento tu medicina y la medicina tu alimento”.
En este sentido, profundizamos en el encuentro de Conil, donde tuvimos la suerte de contar con la ponencia de la nutricionista María Teresa Hernández sobre el complejo vínculo entre la alimentación y las emociones. Tal es así, que se denomina con frecuencia a nuestro intestino como nuestro segundo cerebro, pues todo lo que comemos puede tener su causa en las emociones y de igual manera, nuestra dieta puede condicionar nuestro estado anímico y emocional. De ahí la importancia de consumir alimentos naturalmente producidos, de nuestro entorno y con garantías. Productos como fruta, hortalizas, carne, huevos, leche y derivados, que no estén procesados, que provengan de mercados cercanos y que sean de temporada.
La sociedad toma conciencia de la importancia de volver a la alimentación natural y esta circunstancia hace también que se torne más la mirada hacia el campo, al sector primario, del que depende nuestra salud. Esto supone una puesta en valor de la actividad agraria y ganadera y, por tanto, una oportunidad para el emprendimiento. Y, en este sentido, las mujeres tenemos mucho que decir y estamos teniendo mucho que ver.
De hecho, el emprendimiento femenino está ganando terreno en el mundo rural en España. En una economía, la del sector primario, marcada por la estacionalidad, donde escasean las oportunidades para perfiles con nivel formativo medio o alto y donde la mujer ostenta categorías más bajas que los hombres y recibe salarios inferiores, la población femenina están buscando alternativas para crear sus propios empleos.
Según las estadísticas, las emprendedoras en el medio rural ya superan a los emprendedores: el 54% de los negocios están encabezados por mujeres, y ocho de cada diez emprendedoras rurales son autónomas que apuestan por iniciativas que ofertan productos o servicios carentes en su entorno, o hacen uso de las nuevas tecnologías para hacer llegar el producto natural y artesanal de ese mismo entorno a cualquier ciudad o parte del mundo.
Es importante destacar que si hay más emprendedoras, es porque las mujeres detectamos las necesidades en el entorno y porque queremos derechos e independencia económica.
Los proyectos de emprendimiento que muchas mujeres rurales deciden poner en marcha sirven para poder tener un empleo y esos derechos.
Existen muchas actividades ligadas al medio rural que pueden elegirse como proyecto laboral: cuidado de personas, turismo rural, agricultura ecológica, apicultura, ganadería alternativa, bioconstrucción, energías sostenibles, actividades artesanales, transformación de alimentos, aprovechamiento de maderas, resinas, recogida y conserva de productos silvestres comestibles, asesoramiento y gestión especializada en normativa y empresas agrícolas y actividades dirigidas a cubrir las necesidades comerciales en localidades con fuertes crecidas estacionales de población, entre otras.
El emprendimiento de la mujer, que ha surgido del empoderamiento, de la puesta en valor de su entorno y de la necesidad de lograr su independencia económica, se está considerando clave para el desarrollo económico, contribuyendo a la creación de empleo y al alcance de derechos.
Por ello, sin lugar a dudas, debemos seguir visibilizando y apoyando a las mujeres del medio rural.
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