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El sector hortofrutícola que ha logrado alcanzar cifras astronómicas tanto en producción como en exportación y, sobre todo, como generador de empleo y cohesión del territorio, se enfrenta ahora a un cierto estancamiento que debe superar afrontando una serie de retos que son perentorios.
En Coexphal somos conscientes de estos desafíos y por este motivo organizamos a principio de campaña una jornada informativa titulada Principales retos de la horticultura española de invernadero, en la que diferentes agentes del sector intervinieron para poner sobre la mesa las medidas urgentes que el sector debe adoptar para seguir siendo competitivo.
En este sentido, quedó claro que la innovación es la baza más importante a la que debe aferrarse la horticultura bajo abrigo como medio para garantizar su viabilidad económica, poniendo énfasis en la mejora de la competitividad para lograr reducir los costes de producción.
Para nosotros, los principales retos de la horticultura bajo invernadero se pueden enumerar muy claramente y en algunos de ellos ya se está trabajando. La organización de la oferta es una cuestión muy importante, que quizás no se esté tomando demasiado en serio puesto que, aunque hay proyectos de concentración muy exitosos en nuestro sector, lo cierto es que los procesos de unión van muy lentos, como demuestra que sólo en Almería hay 200 comercializadoras. No podemos perder de vista a nuestros competidores: Holanda, Marruecos, Turquía e Israel. En cuanto a los dos primeros, podemos decir que están en un proceso de crecimiento frente al estancamiento que se está observando por parte del sector español. El diferencial de rendimiento por hectárea que existe entre España y sus principales competidores cada vez se está acusando más.
Del mismo modo, estamos viendo como en los últimos años estamos perdiendo mercados de forma acelerada. Por ejemplo, Francia, que hace 15 años era nuestro principal cliente y ahora lo domina Marruecos, siendo el tomate el cultivo que más sufre, con 10 años en tendencia negativa de precios. Además, en las relaciones entre la Unión Europea y Marruecos y también con Turquía no se están teniendo en cuenta el impacto en el sector hortofrutícola.
Dentro de los retos se encuentra el agua, que es un factor crítico. Actualmente, Almería tiene un balance negativo de 137 hectómetros cúbicos al año y nuestro sector necesita seguridad en el suministro del agua. La desalación se presenta como una solución factible, aunque el mayor inconveniente es que es un sistema caro, pero el agua más cara es la que no se tiene. Las administraciones públicasse tienen que implicar mucho en este tema y aportar soluciones.
En el aumento de la productividad también hay que seguir trabajando: mejoras varietales que no resten sabor a los productos, difusión de prácticas de cultivo y la mejora de las estructuras son los pilares para aumentar la productividad. Por supuesto, la búsqueda de nuevos mercados, pero sin descuidar nunca el europeo, al que se destina el 98% de nuestras exportaciones. En este punto surgen cuestiones inherentes al sector que son muy difícil de atajar, como puede ser el cierre del mercado turco o el Brexit.
La diversificación de la oferta es una solución para marcar distancia con nuestros competidores. Nuevos productos como puede ser la papaya, nuevas variedades de productos tradicionales y nuevas presentaciones con IV y V gama, snacks vegetales...
En el tema de los envases se lleva trabajando muchos años y es un factor que está afectando negativamente a nuestra competitividad, pero continúa existiendo la imposición de los clientes.
Una oportunidad que debemos aprovechar es la producción ecológica. Tenemos que seguir potenciándola porque goza de una demanda creciente. Andalucía cuenta con 1.900 hectáreas de producción ecológica bajo invernadero y con 600 hectáreas en conversión y creciendo.
Por último, otro de los hándicaps es el transporte. Almería depende del transporte por carretera debido a la situación geográfica en la que se encuentra, ya que sufrimos el llamado efecto esquina. En el transporte de mercancías hay que diferenciar los productos entre no perecederos, que pueden viajar por medios más lentos (como el papel, madera, materiales, construcción, etc.), y productos perecederos, como frutas y hortalizas, carne o pescado. El medio de transporte menos contaminante por unidad es el tren. Para el sector, el tren podría ser la solución, siempre y cuando fuese rápido y sin paradas.
Desde hace años, el sector hortofrutícola ha sabido responder a todos los retos que se le han presentado con una gran capacidad de trabajo, actitud dinámica y de adaptación a las necesidades de mejora que han ido apareciendo. El hecho de que trabajemos con productos perecederos hace que esa perentoriedad se instale en nuestra forma de trabajar y nos dota de una gran agilidad a la hora de afrontar y resolver nuestros problemas. Por desgracia, esa agilidad de acción se ve muy retardada cuando las soluciones a nuestros problemas dependen de la Administración, que nos marca otro ritmo con todas sus actuaciones.
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